Si pudiera elegir a alguien a quien hacer desaparecer de la faz de la tierra, solo a una persona, y preferiblemente sufriendo en el proceso... sería el imbécil del novio de Jen.
Oh, espera.... ex-novio.
Je, je, je.
Qué palabra tan preciosa. Exnovio. Mi palabra favorita.
Deja de sonreír, idiota.
?No podía!
Sin embargo, con todo el tiempo que llevaba fantaseando —aunque no quisiera admitirlo— con que cortaran, me sorprendió lo agrio que fue el momento. Especialmente porque esa ruptura que tanto había esperado había significado que Jen perdiera muchas de sus cosas y me la encontrara llorando en la residencia.
Imbécil.
Bueno, al menos había desaparecido de su vida, cosa que era un alivio.
Miré a Jen de reojo. Ella acababa de discutir sobre no sé qué dieta que Naya le estaba imponiendo —bastante innecesaria, si querían mi opinión, porque viendo ese culo perfecto no le hacía falta nada más—. Estaba en la cocina, terminando de prepararse su asqueroso plato sano y se mordía el labio inferior por la concentración.
Quizá miré esa última parte un rato más del necesario.
—?Qué miras tanto, amigo mío?
Volví a girarme automáticamente hacia delante cuando Will empezó a reírse de mí.
La parte buena fue que Jen tuvo que sentarse en mi regazo al volver, cosa con la que estuve más que encantado.
Ya casi me daba la sensación de que se había relajado sobre mí —ojalá fuera en un sentido más sucio, pero no— cuando vi que la pantalla de su móvil se iluminaba por una llamada. Me tensé al pensar que podía ser el imbécil de su ex, pero no. Era su madre. No pude evitar una sonrisita.
—Si es mi suegra.
Pero Jen no estaba sonriendo. De hecho, yo dejé de hacerlo al ver su cara de horror. Estaba a punto de preguntarle cuando se puso de pie de un salto.
—Mierda, mierda —empezó a mascullar.
Miré a Naya en busca de ayuda —seguramente le contaba más cosas a ella que a mí—, pero parecía tan perdida como yo.
—?Qué pasa? —preguntó Will por mí.
—Nada, es que... se va a enfadar conmigo.
—?Por qué? —Naya enarcó una ceja, curiosa.
—Porque... mierda.
Ella respiró hondo y vi que deslizaba lentamente un dedo por la pantalla antes de llevarse el móvil a la oreja. Me tensé incluso yo sin saber muy bien por qué.
—Hola, mam...
—?JENNIFER MICHELLE BROWN!
El grito había sido tan fuerte que lo había escuchado perfectamente. ?Michelle? ?Acababa de decir Michelle?
Maravilloso. Perfecto para bromas crueles.
Empecé a reírme a carcajadas sin poder evitarlo. Jen me dirigió una mirada furiosa.
—?Michelle? —repetí, riendo tanto que me dolía el estómago.
Pero más me dolió el hombro cuando me dijo que me callara y me pellizcó.
—?Oye! —yo también le puse mala cara.
—?ME ESTáS ESCUCHANDO? —la voz de mi (ojalá) futura suegra volvió a resonar a través del móvil.
—Claro que sí, mamá —Jen se apresuró a hacerle caso—, es que...
—??HAS ESTADO VIVIENDO CON UN CHICO DURANTE SEMANAS Y NO ME HAS DICHO NADA?!
Oh, la cosa se ponía interesante.
—?Ese soy yo? —pregunté, entusiasmado con la idea.
—No creo que sea yo —murmuró Will, sonriendo ampliamente.
Jen intentó irse antes de que Naya le dijera que solo había cobertura en el salón. Bendita cobertura.
—Iba a decírtelo, mamá —le dijo ella, abochornada—. Es que con todo el lío de clase se me olvidó y...
—?SE TE OLVIDó!
No pude escuchar lo demás. Solo vi a Jen hablando en voz baja con ella, abochornada. Me giré hacia los demás cuando ella se alejó tanto como pudo de nosotros. Naya y Will hacían lo imposible por escuchar cada detalle.
Cuando volví a mirar a Jen, vi que estaba girada hacia mí con aspecto dubitativo. No necesité que me dijera qué le había preguntado para saberlo.
—Háblale bien de mí —sonreí, levantando y bajando las cejas.
—Es un poco pesado, pero no está mal —murmuró ella, entrecerrando los ojos hacia mí.
—Cuánta gratitud a quien te ha abierto las puertas de su casa, Michelle.
Y las de su camita bonita.
Ella dio un respingo y me miró, más enfadada de lo que hubiera esperado.
—Vuélveme a llamar Michelle y te quemo todos los paquetes de tabaco que te queden.
Whoa, iba en serio.
Volvió a centrarse en su conversación y yo me entretuve mirando sus pantaloncitos y lo bien que le quedaban. Eran una buena distracción.
Sin embargo, me distraje completamente cuando escuché que hablaba de dinero y de no sé qué viaje. Fruncí el ce?o al darme cuenta de que estaba hablando del cumplea?os de su madre. Me lo había contado. No sabía cómo pagarlo.
Menos mal que yo sí.
Hora de ganarnos a nuestra futura suegra.
Me puse de pie y le quité el móvil de la mano sin siquiera titubear. Ella se giró hacia mí con los ojos muy abiertos, pero la ignoré y me llevé el móvil a la oreja.
—?Se?ora Brown?
—??Qué haces?! —me chilló Jen, que se había quedado pálida.
La esquivé y la sostuve lejos con un brazo mientras intentaba recuperar su móvil.
—Vale, tú no eres mi hija —me dijo su madre a través del móvil.
—No, soy el due?o del piso —sonreí.
—?Oh! —noté que el tono cambiaba drásticamente a uno mucho más alegre—. ?Y cómo te llamas, cielito?
—Jack Ross.
—?Jenny nos ha hablado mucho de ti! ?Nos ha dicho que le has ofrecido tu casa!
La miré de reojo e intenté no sonreír maliciosamente, pero no pude evitarlo. La pobre Jen parecía desesperada por recuperar su móvil.
Esto es genial.
—Sí —murmuré—, es un placer.
—Oh, es un detalle por tu parte. Uno muy grande. No le he dicho nada a Jenny porque se pone muy nerviosa con el tema del dinero, pero si quieres ponerle un alquiler o algo así, lo entenderemos perfectamente. Un piso conlleva muchos gastos.
—No se preocupe —le aseguré enseguida.
—?Estás seguro? ?No has venido a hablar por eso?