Tres meses (Meses a tu lado #3)



—Mi madre nos ha invitado a cenar. Will y Naya vienen. ?Te vienes?



De pronto, me apetecía que viniera. Me apetecía mucho.

—?Esta noche? —preguntó, sorprendida.



—Sí. Si quieres, puedo pasarte a buscar a la facultad.



Esperé. Y... esperé más. Y ella no dijo nada. Fruncí el ce?o.

—?Jen?



—Sí, estoy aquí.



Oh, no. Ese tono tenso no me gustó. Me removí, incómodo.

—?Qué pasa? —pregunté.



—Yo... pensé que estabas enfadado conmigo.



Casi empecé a reírme a carcajadas. No, no estaba enfadado con ella. Estaba enfadado conmigo mismo. Dudaba seriamente que pudiera llegar a enfadarme de verdad con ella.

—No estoy enfadado —le aseguré en voz baja.



Escuché que se aclaraba la garganta.

—Además... voy hecha un desastre —murmuró.



Oh, eso también lo dudaba seriamente.

—Vamos a casa de mis padres, no a un banquete real.



—Bueno, pues... no lo sé...



—Debería advertirte que mi madre es más pesada incluso que Naya cuando quiere algo.

No bromeaba. Lo era. Y lo sería especialmente con Jen, porque se había quedado encantada con ella.

Aunque no podía culparla, yo también me había quedado encantado con ella.

—Yo que tú iría —a?adí al ver que no respondía.



—Vale —accedió al final, y yo sonreí—. Entonces, iré. ?A qué hora...?



—Genial. Voy a buscarte.

No mucho más tarde, detuve el coche delante de su edificio y ella subió a mi lado, colocándose el mechón de siempre. No pude evitarlo y me quedé embobado un momento, mirándola.

—?Qué? —me preguntó con sorprendente inseguridad.



Dios mío, esa chica necesitaba un espejo urgentemente.

—Y dices que vas hecha un desastre —murmuré.



Will y Naya fueron sorprendentemente puntuales y no tardamos mucho en llegar a casa de mis padres. Y yo estaba sorprendentemente nervioso. Miré a Jen de reojo cuando abrí la puerta del garaje y dejé que los demás pasaran.

Bueno, hora de suplicar que mi madre no le preguntara nada inapropiado.

—?Hooolaaaa? —me adelanté asomándome en la cocina, donde mi madre me sonrió.

Aunque su mirada se clavó enseguida en Jen, claro. Me hubiera extra?ado que no fuera así.

—Hola, queridos. Hace frío, id a sentaros al salón. Esto ya está hecho.



Y no lo había hecho ella —era tan pésima cocinando como yo— lo había comprado. Pero omitió ese detalle, claro.

—?Es lasa?a? —Naya sonrió ampliamente.



—Tienes buen olfato —mamá negó con la cabeza—. Venga, marchaos. Mi marido y mi hijo más desastroso no tardarán en venir.



Estuve a punto de ir con los demás, pero me detuve en seco.

?Acababa de decir marido?

—?Papá está aquí?

Mamá suspiró y me dedicó una mirada que supuse que fue para intentar que no me enfadara.

—Ha llegado hace una hora por sorpresa, cari?o.



Eso no era verdad. Ella había hablado conmigo media hora antes. ?Era una maldita encerrona? Apreté los labios en su dirección. Seguro que papá la había convencido para poder conocer a Jen.

Volvimos al salón y yo no pude relajarme. Ese imbécil estaría aquí. Prefería incluso a Mike.

Quizá deberíamos irnos antes de que...

—?Puedo preguntarte algo muy obvio?



Levanté la cabeza hacia Jen, que me miraba fijamente. Enarqué una ceja.

—Sorpréndeme.



Ella suspiró.

—?Por qué vives en ese piso teniendo esta casa?



Porque no podía soportar seguir viviendo bajo el mismo techo que mi padre. Y porque ese piso me encantaba.

Y porque en ese piso tenía a cierta se?orita durmiendo conmigo cada noche, también.

—Me gusta ese piso.



—Pero... ?aquí tienes todo esto!



—Y ahí te tengo a ti.



Oh, mierda.

Mierda, ?de dónde había salido eso? Carraspeé ruidosamente cuando Jen abrió la boca, sorprendida. ?Mierda! ?Por qué tenía que mirarme fijamente? ?Si lo hacía, no podía centrarme y controlar lo que decía!

Cuando la puerta principal se abrió y se cerró dejando paso a Mike, fue la primera vez en mi vida que me alegré de verlo.

—Hola a todos. Ya ha llegado la fiesta.



Naya puso mala cara.

—Era todo demasiado bonito.



Intenté no estamparle un cojín en la cara a Mike cuando se sentó entre Jen y yo descaradamente, mirándola con una sonrisa.

—?El otro sofá no era suficiente para ti solo? —pregunté de mala gana.



Intenté apartarlo mientras hablaba con Jen, pero no hubo manera. Menudo idiota.

Además, dejé de hacerlo en cuanto escuché los pasos en la escalera. Aparté la mirada sin necesidad de comprobar que era mi padre y clavé los ojos en la chimenea.

—Hola, chicos —escuché que decía.



Hubo algunos murmullos de saludos de los demás. No de mí.

—Papá —le dijo Mike.



Por supuesto, papá no respondió. Y seguro que le echó una ojeada de desprecio. Cerré los ojos un breve momento antes de girarme hacia Mike, cuya sonrisa había desaparecido casi imperceptiblemente. Ni siquiera él se merecía que lo ignorara de esa forma. él captó mi mirada y ambos nos giramos hacia delante, incómodos.

Al menos, me pude sentar con Jen a la hora de cenar.

Y la verdad es que la cosa fue incómoda, pero no tanto como esperaba. De hecho, hubiera ido de maravilla de no ser porque el imbécil de mi padre empezó a centrar en Jen toda su amargura.

No sé cuántas preguntas le había hecho —y cuántas veces ella había enrojecido antes de responder— cuando decidí que no podía tolerarlo más.

—Es una cena —espeté—. ?Por qué tienes que convertirlo todo en un interrogatorio?



él ni siquiera despegó los ojos de Jen.

—Si no te importa, hijo, estoy preguntando a mi invitada. ?Y tú trabajas, Jennifer?



—No...



—?Y vives con mi hijo en su piso?



—Bueno, sí, pero... pero es temp...



—?Pagas un alquiler?



—Jack —fue una de las pocas veces que mi madre intervino.



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