Se puso roja y supe al instante a qué se refería. Mi pecho se deshinchó por el alivio.
Volví a subir a sus labios y la besé antes de inclinarme hacia mi cómoda y agarrar un condón. Se lo ense?é y me dedicó una mirada abochornada cuando le sonreí. Incluso en esa situación era tímida conmigo. Y, de alguna forma, me encendía todavía más. ?Desde cuándo me gustaba tanto la ternura? Si siempre la había odiado.
Cualquier pensamiento racional desapareció cuando ella me rodeó el cuello con los brazos y pegó su pecho desnudo al mío. Dejé que guiara el beso durante unos segundos, pero era demasiado tierno. Y, aunque me encantaba su ternura, en ese momento quería algo todavía mejor. Le sujeté la cabeza con una mano y la besé más intensamente, bajando una mano entre sus pechos y hacia el inicio de sus pantaloncitos.
Oh, mi pervertido interior había tenido ganas de asaltar esos pantaloncitos inocentes desde que los había visto por primera vez.
Seguía teniendo la sensación de que en cualquier momento iba a decirme que parara y toda esa fantasía se borraría, pero no lo hacía. De hecho, parecía quererlo tanto como yo.
Apenas la había rozado cuando noté que ella soltaba una especie de jadeo y me sujetaba la mu?eca, apartándola. Me quedé congelado. ?Se había arrepentido? Apoyó la mano junto a mi cabeza y vi que alcanzaba algo que yo había dejado abandonado. Se quitó el resto de la ropa con una urgencia que me sorprendió y casi perdí completamente el control cuando me bajó los pantalones y los bóxers, acariciándome por todas partes.
—Jen... —intenté detenerla. No íbamos a poder hacer mucha cosa si seguía tocándome así.
—Déjate de tonterías y hazlo de una vez —exigió, rompiendo el condón y dándomelo.
Vale, definitivamente esa era la mujer de mi vida.
Bueno, si no quería tonterías, no iba a ser yo quien se las diera. Yo solo quería alargar el momento, pero... oye, teníamos toda la noche para alargarlo. Porque eso no iba a quedarse en un solo asalto. De eso nada.
***
Todavía tenía la respiración acelerada cuando me dejé caer de espaldas a su lado. El pecho de Jen subía y bajaba a toda velocidad. Todavía tenía su mano agarrada con fuerza al cabecero de la cama. Estaba completamente sonrojada, desnuda y agitada. Mi sue?o hecho real. No pude evitar una sonrisita orgullosa. Yo había provocado esa expresión.
Buen trabajo, soldado.
—?Qué hora es? —preguntó con voz agitada.
Miré a un lado y agarré mi móvil.
—Las cinco de la ma?ana —murmuré—. Tenemos tiempo para un asalto más.
Empezó a reírse y me dio un manotazo en el hombro. Atrapé su mu?eca al instante y tiré de ella hacia mí hasta que la tuve tumbada encima, mirándome. Joder, no iba a acostumbrarme nunca a su piel rozando la mía de esa forma.
—?Es que tú nunca descansas? —preguntó con una sonrisita.
Estaba completamente despeinada y algunos mechones de pelo le caían delante de la cara. Se los aparté con los dedos. Especialmente el mechón de siempre. Por fin podía apartarlo yo.
—Contigo, espero que no.
—Sinceramente, dos por una noche es más que suficiente por mi parte —me aseguró, suspirando—. Además, tengo que ir al ba?o.
—?No has ido antes de venir a la cama?
—Sí, pero solo me he mirado en el espejo y he intentando calmarme —masculló.
Tanta sinceridad me sorprendió. Especialmente porque yo había hecho lo mismo aquí, en la habitación.
—Tomo prestada tu camiseta —a?adió.
—?Mi camiseta? ?Para qué?
—No pienso pasearme desnuda por el piso, Ross.
—Todo el mundo está dormido, ?qué más da?
—Tú no estás dormido.
Abrí la boca, ofendido, cuando se tapó los pechos con un brazo para incorporarse y recoger mi camiseta.
—Sabes que te los he visto, ?no? Y les he hecho cosas peores que solo verlos.
—?No lo digas... así! —protestó, enrojeciendo—. Y no me mires el culo al salir.
—Vale.
—No lo hagas, Ross.
—?Te he dicho que vale!
Está claro que se lo miré.
Escuché sus pasitos por el pasillo y me pasé las manos por la cara. La cama estaba hecha un desastre. Yo entero estaba hecho un desastre. Pero me daba igual. Porque por fin había sucedido. Y había sido mucho mejor de lo que había imaginado.
Sonreí y me dije a mí mismo que, definitivamente, necesitaba un tercer asalto. Me puse de pie y recorrí el pasillo sin molestarme en vestirme. Jen no había cerrado la puerta del cuarto de ba?o, solo la había empujado. Al abrirla, vi que se estaba intentando peinar con los dedos. Se giró hacia mí, sorprendida, cuando cerré la puerta a mi espalda.
—?Qué...?
Se calló cuando me incliné hacia abajo para sujetarle la cabeza y besarla. Noté que sonreía bajo mis labios al girarla hacia la encimera. Su cadera chocó con ella, quedando atrapada. Me recorrió la espalda con los dedos y yo intenté subirle la camiseta, pero me detuvo.
—?No vamos a hacer eso... aquí! —susurró, mirando furtivamente la puerta.
—?Por qué no?
Nunca lo había hecho en un cuarto de ba?o. Y empezar con Jen me parecía bastante apetecible.
—P-porque... podrían oírnos y...
—Ya te he dicho que están dormidos.
—?Pueden despertarse!
—Pues no hagas ruido —sugerí con una sonrisita.
Para mi sorpresa, no se opuso cuando la levanté por el culo —?por fin podía tocarle el culo como un pervertido!— y la senté en la encimera, separándole las rodillas y metiéndome entre ellas. De hecho, ella bajó las manos por mi espalda y me empujó todavía con más ganas. Me incliné hacia delante, obligándola a hacer lo mismo hasta que su espalda chocó con el espejo. Ya estaba empa?ado. Metí una mano entre nosotros y sonreí al ver que ella echaba la cabeza hacia atrás. Joder, podría acostumbrarme a eso. Quería acostumbrarme a eso.