—Vamos, no me dejes así. ?Qué pasa con esa chica?
—?Por qué estás tan emocionada? Ni siquiera la conoces. Podría ser una asesina en serie.
—Jackie, cielo, es la primera vez en tu vida que me hablas de una chica.
Cómo odié que eso fuera verdad. ?Qué me pasaba? Normalmente era genial escondiendo lo que pensaba delante de todo el mundo.
—Conociste a Lana —murmuré.
—No la conocí. A Naya se le escapó un día que tenías novia y hasta ahí llegó mi gran conocimiento sobre tu vida amorosa.
—Créeme, prefieres no saber nada sobre mi vida amorosa.
—Bueno, ?vas a contarme algo de esa chica?
Me soltó el brazo al ver que no iba a moverme y yo me quedé ahí de pie, incómodo. ?Por qué había dicho nada sobre el tema?
—No hay mucho que contar —dije, al final—. Es... mi compa?era de piso.
—?Sí? —vale, verla tan ilusionada casi hizo que me fuera corriendo—. ?Cómo es?
—Está buenísi...
—Su personalidad —puso los ojos en blanco.
Sonreí, divertido.
—Es... —busqué la palabra adecuada para definirla y me sorprendí a mí mismo sin ser capaz de encontrar nada malo—. Es... dulce.
?Dulce? ?Desde cuando usaba yo esa palabra tan estúpida para referirme a alguien?
—Dulce —mamá intentaba no sonreír con todas sus fuerzas.
—Sí. Es... —sacudo la cabeza—. Nada.
—No, dímelo.
—Es muy cursi.
—Jackie, dímelo.
Suspiré sin mirarla.
—Es... demasiado perfecta... como para estar relacionada conmigo.
No me podía creer que hubiera dicho eso en voz alta. Me sentía ridículo y, a la vez, como si me hubiera quitado un peso de encima. Era una mezcla extra?a.
Por suerte, mamá acudió al rescate y no prolongó el silencio.
—?Cómo se llama?
—Jen. Es decir... Jennifer.
—Oh —sonrió, entusiasmada—. ?Ya la has besado?
Joder, sí. Y por todas partes.
Vale, eso mi madre no necesitaba saberlo.
—No te hagas ilusiones. Tiene novio.
De pronto, todo su entusiasmo desapareció y puso una mueca de disgusto.
—Oh, vaya...
—Y la trata fatal —a?adí en voz baja, más para mí mismo que para ella—. No se la merece.
—?Y tú sí?
Noté que cada fibra de mi cuerpo se tensaba al escuchar la voz de mi padre. Levanté la cabeza y me lo encontré acercándose con las manos metidas en sus pantalones grises caros. ?Qué demonios hacía aquí? Mamá también se tensó enseguida.
—Jack —lo saludó, intentando ocultar su incomodidad—, ya te dije que no necesitaba más ayuda, ?qué...?
—Tenía una reunión cerca de aquí y he decidido pasarme a verte —replicó papá—. No me esperaba encontrarte aquí, Jack.
Y ya estaba ahí. Esa forma asquerosamente despectiva de decir mi nombre. Por eso lo había evitado toda mi vida. Hacía que me hirviera la sangre.
él me miró como si esperara una respuesta, pero me negué a dársela. No iba a discutir con él. Y menos sobre algo relacionado con Jen.
—?De qué hablabais? —preguntó, ajustándose las gafas con un dedo—. He oído un nombre, pero no me resulta familiar. Jennifer, creo.
Escucharle a él decir su nombre hizo que se me revolviera el estómago.
—De nada que te importe —espeté.
Sonrió brevemente.
—Entonces, he acertado. ?Quién es? ?Una chica de esas que te buscas por las noches en los bares?
Mamá suspiró y negó con la cabeza. Ya conocía demasiado bien esas discusiones.
—Sí, es exactamente eso.
No quería que mi padre supiera nada de Jennifer. Nunca. Era demasiado asqueroso. Y ella no se merecía conocer a alguien así.
—?Por qué a mí no quieres decirme la verdad, Jack? —preguntó, mirándome con esa peque?a sonrisa que siempre me apetecía golpear—. A tu madre se la estabas diciendo.
—No estábamos hablando de nada —aclaró mamá.
—Hoy estáis muy mentirosos —papá sacudió la cabeza—. Pero no hace falta que me lo digáis. Conociendo a tu hijo peque?o, Mary, lo más seguro es que esa chica desaparezca de su vida dentro de poco, en cuanto lo conoxzca de verdad.
Mamá cerró los ojos un momento mientras yo intentaba no girarme y ponerme a gritar con todas mis fuerzas.
—?Por quién será esta vez? —preguntó mi padre, acercándose a mí—. ?Por tu hermano? ?Por otro chico? Estoy deseando descubrirlo.
No iba a golpearlo. No iba a golpear a mi padre. Ni siquiera por eso. No iba a caer tan bajo.
Eché una ojeada a mi madre casi como si esperara que dijera algo en mi defensa. Lo que fuera. Pero está claro que no lo hizo. Solo apartó la mirada, incómoda, como había hecho durante toda mi vida con esa clase de actitudes de mi padre. No sé ni por qué me molestaba en esperar ayuda de donde sabía que no iba a encontrarla.
Así que hice lo más prudente que podía hacer; me marché.
No quería volver a casa. Estaba de muy mal humor y lo último que me apetecía era pagarlo con alguien que no tuviera la culpa de nada. Así que fui al sitio de hamburguesas al que mi abuela me llevaba cuando era peque?o y me pedí una de las más grasientas. Me la comí en silencio mientras veía las noticias en la peque?a televisión que había en un rincón del local.
Ya casi se me había pasado el enfado cuando llegué a casa, pero seguía teniendo esa tensión en los hombros que solo se me instalaba cuando pasaba el rato con mi padre. Era como si cada vez que yo diera dos pasos al frente, él me hiciera retroceder veinte de un empujón.
Todo el mundo estaba durmiendo. Me detuve en el pasillo y apoyé la frente en la puerta, respirando hondo antes de entrar.
Jen estaba ya acurrucada en la cama, durmiendo. Me quedé mirándola un momento y me pregunté si mi padre tendría razón. Si alguna vez ella y yo llegáramos a estar juntos... ?me haría lo mismo que las demás?