Tres meses (Meses a tu lado #3)

Le conté lo del campamento militar. Fue lo más suave que se me ocurrió. Ella escuchó atentamente y empezó a reírse, así que le pedí que me contara alguna anécdota suya. Saber más de Jen siempre era extra?amente gratificante.

Pero mi interés aumentó todavía más cuando se puso roja.

—?Qué hiciste? —insistí—. Yo te he contado lo mío.

—Es que, al lado de lo que tú hiciste, lo mío parece una tontería...

Dudaba tanto que algo suyo me pareciera una tontería, que no pude hacer otra cosa que sonreír todavía más.

—?Y por qué te has puesto roja?

No dijo nada, pero su cara estaba completamente roja. Cuando se ruborizaba, tenía todavía más ganas de besarla que de costumbre. Me estaba idiotizando.

—Necesito saber qué hiciste —insistí.

—Solo te lo diré si me prometes que nunca jamás se lo contarás a nadie.

—Lo juro —me llevé una mano al corazón al instante.

—Y que no harás bromas con el tema.

Todo menos eso.

—Eso no puedes quitármelo. Sin bromas no sería yo.

—Bueno... —suspiró—. No te rías.

Esperé pacientemente a que hablara, con las ganas de escucharla aumentando a cada segundo.

—Yo... no me puedo creer que esté diciendo esto en voz alta.

—Esto pinta muy bien —le aseguré.

—Yo tenía unos... quince a?os. Había un chico que me gustaba. Era mayor. Creo que tenía diecisiete. Y era guapísimo.

La forma en que suspiró al decirlo hizo que me preguntara si alguna vez me describiría también así, con ese suspiro.

—Me siento celoso.

Me sonrió antes de seguir.

—La cosa es que quería hacerme la mayor con él para resultarle inteligente. Y a Nel, mi mejor amiga... eh... se le ocurrió que... mhm... como lo había hecho nunca con nadie y me daba miedo perder la virginidad... mhm... podía intentar un método alternativo.

Por un momento, mi sonrisa se esfumó.

—?Un método alternativo?

—él me mandó una foto de su... de eso. Y como no sabía qué hacer...

Cerré los ojos un momento. Ay, Jen...

—Dime que no le mandaste una foto tuya.

—?No! —me aseguró enseguida.

Mejor. Si había una foto así, quería que solo fuera para m...

—Spencer me pilló antes de hacerlo.

La miré, pasmado.

—?Spencer? ?Tu hermano mayor?

Por lo que más quieras, no te rías.

—Sí. Ese Spencer. El único que conozco.

No. Te. Rías.

—?Y te pilló...? —estaba haciendo verdaderos esfuerzos por no reírme—. ?Sin ropa?

—Sin sujetador. Me quitó el móvil y empezamos a gritar mientras yo me ponía una camiseta a toda velocidad. Mi madre nos oyó y Spencer se lo contó todo, el muy traidor. Me quitaron el móvil durante un mes. Y cuando mis hermanos, los gemelos, se enteraron... iban a la misma clase que el chico. Creo que le dejaron bastante claro que no volviera a acercarse a mí.

No pude evitarlo y me empecé a reír a la mitad del relato mientras ella parecía cada vez más y más avergonzada. Me puso una mueca cuando terminó, suspirando, y yo no pude evitar intentar imaginarme lo que pensaría su familia de mí si me conociera.

Nunca me había planteado eso con nadie. Y no estaba seguro de si me gustaba empezar ahora.

—No me lo puedo creer —murmuré, sacudiendo la cabeza.

—Mi primer fracaso sentimental.

?Primero? ?Con cuántos había estado?

No eres el más indicado para reprocharle eso a nadie, Ross.

Cierto.

—Ahora, mi anécdota del campamento es una mierda.

—?Me estás comparando un mensaje con un verano entero en un campamento?

—Mi historia no tiene fotos de genitales. Eso suma puntos.

Se puso roja al instante y sonreí.

—?No suma...! Has prometido que no se lo contarás a nadie, Ross.

—Lo sé.

Y no iba a hacerlo. Pero iba a reírme. Y mucho.

Me sonrisa se tambaleó un poco cuando se acercó a mí y me puso un dedo en el pecho, haciendo que mi sistema nervioso se centrara solamente en ella al instante.

—Como Naya me haga una sola broma con esto, sabré que has sido tú y voy a...

—?Que no lo contaré! —no pude evitarlo y le rodeé la mu?eca con la mano. La tenía delgada. Y la piel suave. Y no debería centrarme en eso, sino en que me estaba hablando—. Pero eso no quita que no vaya a irritarte con esto durante lo que me quede de vida.

—?No es divertido! ?Mis tetas estuvieron a punto de ser públicas! ?Las habría visto todo mi instituto!

Yo me habría cambiado de instituto solo para verlas.

—Seguro que te hubieran salido muchas más pretendientes.

—No quería más pretendientes —protestó—. Ya tuve uno después de eso. Y fue el peor.

Cuando vi que intentaba apartarse, tiré de su mano. De eso nada. Iba a disfrutarlo un poco más. No me regalaba muchos momentos así.

—?Mason?

—Se llama Monty. Y no es el peor.

—Vale, Malcolm no es el peor. ?Y quién fue?

—?Monty!

Sonreí inocentemente cuando suspiró, frustrada.

—Fue un chico que conocí después. A los dieciséis. Me di mi primer beso con él y fue... bastante asqueroso. Parecía un caracol, con tantas babas... ?no te rías!

No podía evitarlo. Y tampoco podía evitar pensar que yo podía ense?arle lo que era besar de verdad a alguien. ?Por qué mi pervertido interior salía tanto a la luz con ella alrededor?

—Pero lo peor no eran los besos, sino que un día intentó meterme mano y empecé a reírme como una histérica.

Dejé los pensamientos pervertidos por un momento, mirándola.

—?Por qué?

Dudaba que yo me pusiera a reír si me dejaba meterle mano, la verdad.

—Porque tengo cosquillas por... casi todo el cuerpo —confesó en voz baja—. Cuando intentó llegar a mi sujetador, me rozó las costillas y... bueno, me puse a reír y no se lo tomó muy bien.

Sacudí la cabeza, divertido.

—Pobre chico.

—?Yo no tengo la culpa!

Le recorrí el vestido de arriba abajo y no pude evitar suspirar.

—?Así que tienes cosquillas?

—Sí, pero no...

Intentó apartar su mano de mi pecho en cuanto me incliné hacia delante. Vi que abría los ojos como platos, aterrada y divertida a partes iguales. No pude aguantarlo más y le pasé un solo dedo por las costillas. Y eso fue suficiente para que se retorciera, riendo.

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