Tres meses (Meses a tu lado #3)

Por favor, que no siguiera hablando.

Que hablara de cualquier otra cosa. De cualquiera.

—?Era tu primera vez?

—No, no soy virgen —frunció el ce?o perfecto.

—N-no... ?qué?

Mierda, ese tema otra vez no.

—?Me has preguntado tú! —me dijo, indignada—. ?Qué te crees que he hecho hasta ahora con mi novio? ?Jugar al ajedrez?

?No quería saber lo que hacía con el idiota de su novio, quería que lo hiciera conmigo!

—?Decía fumando!

—Ah, sí. Eso sí. Por un momento, pensaba que te habías vuelto un pervertido, Ross.

Sacudí la cabeza. No me había vuelto un pervertido, simplemente lo había sido siempre.

—Aunque a veces haces comentarios de pervertido, ?eh? —me clavó un dedo en el pecho y me entraron ganas de tirar de ella hacia mí—. Como el de la toalla del otro día.

Oh, la toalla...

Bendita toalla.

La había visto salir del cuarto de ba?o solo con ella. Y nunca me había alegrado tanto de ver a una persona solo con toalla en toda mi vida.

—Son de pervertido entra?able.

—No lo niego, pero son de pervertido.

Me hubiera gustado alargar eso, pero tenía que centrarme. Y ella tenía que ponerse algo encima antes de que yo perdiera la cabeza.

—?Qué quieres ponerte? Es tarde. Puedo sacarte el pijama.

—Mi pijama es horrible —masculló.

Dudaba que algo que se pusiera lo fuera, pero no discutí.

—Podrías usar mi ropa, como siempre. Aunque esta semana no lo has hecho.

Y yo había sido demasiado consciente de ello. últimamente, solo me gustaban mis cosas cuando las usaba ella.

—Es que es muy cómoda —me dijo, acercándose a la cama.

Me aclaré la garganta, incómodo, cuando vi que sus pechos rebotaban al dejarse caer en ella. Vale, era un maldito pervertido.

—?Y por qué has dejado de usarla?

—Porque era un poco incómodo pasearme con tu ropa estando enfadados, ?no?

La miré, confuso.

—Yo no estoy enfadado contigo. No podría.

Joder, claro que no podría. Una sonrisa de esas y hacía que se me olvidara el maldito mundo entero. Iba a volverme loco.

—Eres tú la que se porta de forma extra?a desde hace unos días.

—Porque yo sí estoy enfadada, Ross.

—?Y se puede saber por qué?

Se dejó caer en la cama y me acerqué a ella. Me miró con una peque?a sonrisita.

—?Por qué he tardado tanto en descubrir la marihuana?

Así que ya empezábamos a evitar preguntas...

—Porque es una droga y ni siquiera deberías haberla probado. Ya hablaré con Mike.

—Mike es un buen chico. No como tú.

Eso me cabreó casi al instante. Que me compararan con Mike ya era molesto, pero que lo hiciera ella era jodidamente horrible. Especialmente cuando yo era quien salía perdiendo.

—?Mike te parece un buen chico? —pregunté un poco más agresivamente de lo que pretendía.

Y, para mi sorpresa, todo ese cabreo desapareció momentáneamente cuando se inclinó hacia delante y me sujetó la mano. Contuve la respiración como un idiota cuando me miró a través de las pesta?as, apretándomela.

—Vamos. No seas tan tremendista. Era broma.

No supe qué decir. Su mano en la mía era tan agradable que no sabía cómo describirlo. La miré fijamente y noté que ella me acariciaba con el pulgar. Tuve que centrarme para volver a mirarla. Después de todo, seguía hablando conmigo.

—?Por qué te cae tan mal? —preguntó, curiosa, ladeando la cabeza.

Oh, no quería contarle eso. Solo quería contarle lo bueno. Y que no se fuera corriendo. Que se quedara ahí, justo donde estaba, sujetándome la mano.

—Es complicado.

Y el hechizo se rompió cuando soltó mi mano, suspirando.

—Da igual. No es mi problema. Lo entiendo.

Mierda, no. No quería que pensara eso. Pero tampoco quería decírselo. ?Por qué tenía que ser tan complicado todo?

—No es eso. Pero... ya te lo contaré en otro momento.

Se pasó la mano por la cara y, por un breve momento, deseé que esa mano fuera la mía. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos un momento.

—Oye, Ross... —murmuró, y sonaba mareada.

Como se sintiera mal por culpa del imbécil de Mike, iba a matarlo.

Me agaché enseguida delante de ella y le quité la mano de delante de la cara. Ella parpadeó en mi dirección.

—?No estás bien? —le pregunté.

—?Eh? —pareció un poco sorprendida—. Sí. Estoy bien. Más relajada que nunca.

Dejé caer las manos a ambos lados de su cuerpo con tal de no tocarla. Y eso que las ganas eran grandes. Inmensas.

—?Y qué quieres? —pregunté.

Ella seguía mirándome fijamente y yo estaba intentando centrarme. No era una buena combinación. Cuando se inclinó un poco hacia mí, me aclaré la garganta.

—?Y bien...?

—Tienes los ojos muy bonitos.

?Qué?

Bueno, si yo le dijera todo lo que era bonito en ella...

No supe qué decirle, y mucho menos cuando apoyó una mano perezosamente en mi hombro. Podía sentir sus dedos rozándome el cuello. Eso hizo que me quedara en blanco por un momento.

—Más que Monty —a?adió—. él los tiene marrón caca.

No pude evitar sonreír. Por fin era mejor que el idiota ese en algo.

—Gracias, supongo.

—Pero no quería decirte eso.

—?Y qué querías decirme, entonces?

—?Sabes qué...? ?Alguna vez has so?ado algo... que no deberías estar so?ando?

?Me estaba hablando de la pesadilla del otro día? Me encogí de hombros y sus dedos volvieron a rozarme el cuello. Deseé que eso no me afectara tanto como lo hizo.

—?Has so?ado que matabas a alguien?

—No exactamente —murmuró, apartando la mirada.

—?Entonces?

Pareció que iba a decir algo, pero fingió un bostezo descaradamente y no pude hacer otra cosa que sonreír.

—Tengo sue?o —me dijo.

La miré y suspiré. Supuse que jamás sabría qué quería decirme y decidí dejarlo pasar.

La observé un momento de más y no pude evitarlo. Le rocé la rodilla con la mano y, cuando vi que no se apartaba, le di un ligero apretón. Su sonrisa hizo que la mía se formara al instante.

—Vamos, te daré ropa.

Aunque, claro, lo que de verdad quería era quitársela.

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