—Sí, vamos, tenemos algo guardado para ti —escuché decir a Sue.
Me giré hacia ella con la misma mirada que le había echado si hubiera querido matarla. No iba a volver a esa mierda en mi vida. Y menos ahora, que seguía sujetando los brazos de Jen porque ella se tambaleaba peligrosamente.
Escuché que Mike decía que se la quedaría, pero solo pude centrarme en el destrozo de jersey que era ahora lo que Jen llevaba puesto. Y en que se estaba pegando a su piel. Tragué saliva, pero no pude apartar la mirada. Al menos, no hasta que ella chasqueó los dedos en mi cara.
—Oye, oye. Que soy una chica con pareja, descarado.
Esperemos que no por mucho tiempo.
Se se?aló los ojos con dos dedos.
—Tengo los ojos aquí arriba.
Apreté la mandíbula. No me gustaba que hablara del imbécil de su novio. Ya me había dado cuenta de que no la trataba ni la mitad de bien de lo que se merecía. De hecho, dudaba que alguna vez conociera a alguien que lo hiciera. ?Por qué demonios estaba con él? ?Por qué demonios hablaba de él? ?No veía que me ponía de mal humor?
—Esto no es divertido, Jen —le dije.
Ella empezó a reírse, sujetándose de mis hombros.
—Yo creo que sí.
Ignoré a las dos hienas fumadas riendo a mis espaldas y me centré en sus manos en mis hombros.
—Vamos, tienes que quitarte eso —le dije, se?alando el jersey con la cabeza.
Hice un ademán de tirar de ella hacia la habitación, pero me sorprendió notar que no se movía en absoluto.
—No quiero. Estoy aquí con mis amigos.
Oh, vamos...
—Yo también soy tu amigo y te digo que tienes que cambiarte eso.
Y, de pronto, la estridente voz del idiota de Mike resonó en el salón.
—Tú quieres verle las tetas.
—Ross quiere verle las tetas a Jenna —chilló Sue.
Y así empezaron pese a que quise interrumpirlos. Miré a Jenna, irritado, y vi que ella me dedicaba una sonrisita perversa.
A ver... mentira no era. Quería verle las tetas. Y bastantes cosas más. Pero ese no era el momento, así que perdí la poca paciencia que me quedaba.
—Se acabó, ven aquí.
Me agaché y la agarré de los muslos con un brazo, subiendo su peso a mi hombro. Subí un poco más la mano de lo estrictamente necesario, es verdad, pero tampoco se quejó cuando empecé a ir a la habitación con las risas de los dos idiotas de fondo.
—?Bájame de aquí! —me espetó, dándome con la mano en la espalda—. Que tengo vértigo...
Puse los ojos en blanco.
—Has perdido los derechos a quejarte cuando te has fumado esa mierda.
Y no quiero soltarte el culo tan pronto.
—Mis derechos a quejarme siguen latentes. Este es un país libre, Ross, no intentes coartar mi libertad, porque...
Pareció desorientarse un poco cuando la dejé en el suelo, frotándome con su cuerpo lo máximo posible. Miró a su alrededor, sujetándose de mi brazo.
—He perdido el hilo de lo que decía —parpadeó en mi dirección.
—Qué pena —enarqué una ceja.
—?Sabes? Si hubieras venido antes, ahora estarías tan contento como nosotros. Y no tan... amargado. Pareces Sue.
Si ella supiera la cantidad de veces que yo me había puesto "contento" en mi vida... y de lo poco que me había servido.
—Intentaré ignorar eso.
Hice un ademán de apartarme, pero me sujetó del brazo otra vez y la miré.
—Oye, Ross, deberías disfrutar un poco más de la vida, que tienes un montón de a?os por delante.
Esa conversación era muy interesante, pero yo solo quería que se le pasara el subidón para poder volver a hablar con ella en modo normal.
—?Llevas algo debajo? —le pregunté.
—A no ser que te atropelle un camión, en cuyo caso...
—?Sí o no? —insistí.
—Este jersey es barato, Ross. Si no me pongo algo debajo, pica.
Tranquila, yo te rasco todo lo necesario.
Mi conciencia debería calmarse un poco y recordar que era una chica fumada.
Tragué saliva e intenté centrarme en la tarea y no en ella en sí, agarrando el borde del jersey.
—Levanta los brazos.
—Sí, capitán.
Empezó a reírse, pero lo lo hizo.
—Ríete si quieres, pero levántalos.
Estuve a punto de perder la perspectiva de la vida cuando dejó de reír y me miró fijamente con una sonrisa que no me había mostrado hasta ese instante. Pero fue corta, porque levantó los brazos y yo me apresuré a quitarle el jersey para escapar de esa situación en cuanto antes.
No era la situación en la que me imaginado a mí mismo desnudándola, la verdad.
Me quedé mirando la diminuta camiseta de tirantes que llevaba puesta. La sangre empezó a correr por mis venas a mayor temperatura. Nunca la había visto con ropa tan ajustada. Mierda. Tenía que calmarme.
Ella se frotó el brazo y siguió mirándome de esa forma. Aparté la mirada y solté todo el aire de mis pulmones.
—Que hace frío —protestó ella mientras yo intentaba pensar en cosas feas para poder seguir con esa conversación—. Todavía es invierno.
—Me he dado cuenta —murmuré, malhumorado—, gracias por avisar.
—?Por qué siempre eres taaaaaan sarcástico?
Miré su jersey. No quería mirarla a ella. La escuché reír mientras repasaba la mancha con los ojos.
—Ma?ana esto no te hará tanta gracia.
Lancé el jersey en el cesto. Ella me sonreía, divertida, así que decidí no bajar la vista más allá de su barbilla. Tenía que centrarme.
Sin embargo, me quedé paralizado cuando dio un paso hacia mí y me puso una mano en las costillas, sonriendo un poco.
—Oye, yo me he quitado la camiseta. Lo justo es que tú te quites algo también.
Mi cerebro tardó unos segundos en procesarlo. Podía sentir cada dedo de su mano en mis costillas. Tuve que tragar saliva antes de hablar, todavía perplejo.
—?Eh?
—Igualdad de condiciones —a?adió, acercándose un poco más.
No. Eso no estaba bien. Ella no estaba en posesión de todas sus facultades. Aparté la mirada y respiré hondo antes de dar un paso atrás. Tuve que contenerme para no volver a acercarme cuando me puso un mohín triste.
—?Cuánto has fumado, Jen?
—Bastante. Pero es verdad. Me siento vulnerable.