Vi que Chris hacía un ademán de abrazarla y aceleré el paso. De eso nada. Ese abrazo era mío.
Noté que se tensaba cuando la rodeé con los brazos por la cintura y le puse una mano en el estómago. Estaba más duro de lo que habría imaginado. ?Hacía ejercicio?
No me importaría mirar una sesión.
Jen levantó la cabeza, sorprendida, y su pelo me rozó la mandíbula. Se quedó mirándome con los muy abiertos.
—?Y por qué no me lo pides a mí? —miré a Chris porque mirarla a ella me estaba empezando a poner un poco nervioso—. Hola, Chrissy.
él dijo algo, pero yo estaba a millas de escucharlo cuando noté que Jen ponía una de sus manos sobre la mía. Mi brazo entero se tensó, pero ella ni siquiera se dio cuenta. ?Cómo podía no notar ciertas cosas cuando era tan estúpidamente obvias?
—Vale, Chrissy —le dije al ver que había terminado, mirándola solo a ella—. Bueno, ?de qué hablabais? ?De los condones con sabor a mora?
Lo malo fue que Jen se separó un poco. Lo bueno fue que sonrió, sacudiendo la cabeza.
—?Eso son secretos de la residencia! —me increpó Chrissy.
—No puedes pretender dar condones de sabores por el campus sin que se entere todo el mundo.
Además, yo ya había probado todos los sabores.
Aunque volver a probarlos con Jen no era un problema, la verdad.
—Eres un chismoso —me dijo Chris, enfadado—. Hablábamos de los problemas financieros de Jennifer.
Mi pensamiento se desvió por un momento de todos los escenarios que envolvían a Jen y a esos condones para mirarla, sorprendido. Sus mejillas se habían te?ido de un rojo intenso.
—Gracias por la discreción, Chis.
—Ups. Hablábamos de Candy Crush.
—Muy hábil...
La miré un momento más y vi que ella se ponía todavía más roja al notarlo. ?Por qué le incomodaba hablar de eso conmigo? ?Era por mí? ?No tenía la suficiente confianza conmigo? Eso me irritó un poco más de lo que debería.
—?Estás mal de dinero?
Al notar que las vibraciones calientes de su cara podían derretirme el brazo, decidí soltarla —muy a mi pesar— para que no se sintiera tan incómoda. Ella se colocó el mechón de pelo de siempre, aclarándose la garganta.
—No. Bueno... sí, pero no pasa...
—?No puedes pagar el mes? ?Es eso?
Por el amor de Dios, yo le pagaría diez a?os si hacía falta solo para no volver a ver esa cara.
—Eso es privado —ella miró a Chris, que se hacía el distraído.
Puse los ojos en blanco. Mierda, quería que confiara en mí. Me acerqué un paso a ella, que me miró a través de las pesta?as.
—Vamos, responde.
Ella dudó por un momento antes de asentir lentamente con la cabeza.
—Sí. Así que si sabes de alguien que busque trabajadores de... algo... lo que sea, sería útil.
Sabía que podía ir al tablón de anuncios y encontraría diez trabajos distintos. Pero no quería que tuviera que trabajar sin ser necesario.
Así que me la jugué. Todo o nada.
Por favor, que salga bien.
—No, no conozco a nadie.
Casi me dolió a mi cuando vi su decepción. ?Qué demonios me pasaba?
—Vaya —murmuró.
Por favor, que salga bien. Por favor.
Creo que nunca me había puesto tan nervioso. Y era por una estupidez.
—Pero tengo algo mejor. Podrías venirte a vivir con nosotros.
La palabra conmigo estuvo a punto de salir de mis labios, pero me contuve a tiempo. Era demasiado pronto. Con el tiempo ya la usaría.
Su cara fue de confusión absoluta, claro, lo que aumentó mis nervios.
Pero, ?cuándo demonios me había puesto yo nervioso por última vez? ?A los catorce a?os?
—?Eh? —musitó finalmente.
—?Claro! Si ya eres parte de nuestro selecto grupo de amigos.
—Nos conocemos desde hace un mes, Ross.
?Por qué pronunciaba tan bien mi nombre? ?Por qué sonaba mejor cuando lo decía ella? Igual debería centrarme en la conversación.
—Pero si ya prácticamente vives ahí con nosotros —conmigo—. Solo es cuestión de transportar tus cosas —a mi habitación, preferiblemente.
En realidad, estaba dispuesto a dormir en el sofá si hacía falta.
—Pero... —dudó, confusa—, te estoy diciendo que no tengo dinero.
Casi me reí.
—Pero es temporal, ?no? Cuando estés mejor financieramente, vuelves aquí.
O no.
Ella esbozó media sonrisa incómoda.
—?Y, mientras, cómo te pago? ?Con amor?
Por favor y gracias.
La idea me devolvió a mi imaginación jugando con Jen y esos condones. Estuve a punto de babear como un idiota.
—Es una opción a la que no me negaré.
Ella se puso roja, claro, y tuve que contener una sonrisa orgullosa.
—Lo digo en serio —murmuró—. No sé cómo pagarte.
—?Y cuándo te he dicho yo que tuvieras que pagarme nada? —fruncí el ce?o.
—No puedo meterme en vuestra casa así... porque sí —masculló—. Will y Sue podrían enfadarse.
Pues que les den.
Pero sabía que esa respuesta no la convencería. Y quería convencerla, no asustarla.
—Will no se enfadaría nunca contigo. Además, probablemente Naya venga más para verte y esté más contento. No será muy agradable para los demás por los gritos, pero estoy dispuesto a sacrificarme.
Y a producir nuestros propios gritos, con un poco de suerte.
—?Y Sue? —preguntó, un poco asustada.
Así que era eso lo que la asustaba. Maldita Sue.
—Sue nos detesta a todos, ?qué más da lo que piense? Si lo raro es que todavía no nos haya matado mientras dormíamos.
Esbozó una peque?a sonrisa, pero se borró demasiado rápido para mi gusto.
—No sé qué decirte, Ross..
—Entonces, di que sí.
A todo.
Y Chris mencionó algo de dos meses. Era un poco corto para mi gusto, pero para empezar no quería pedir mucho más.
—Pero... —ella clavó sus ojos en mí—. ?Dónde dormiría yo?
—Conmigo, obviamente.
Las palabras salieron antes de que pudiera contenerlas. Vi que sus ojos se abrían más de la cuenta y que Chris casi moría atragantado. Mierda, no podía ser un cerdo con ella. Tenía que contenerme más. Pero no podía. Estaba demasiado emocionado con la perspectiva de compartir cama con ella.