—Aunque lo fuera, tampoco podría convencerla.
—Creo que podrías hacerlo.
Silencio. Lo miré de reojo.
—?Y eso por qué? —y esta vez se me olvidó fingir indiferencia.
—Lo primero que ha hecho esta ma?ana ha sido preguntar por ti.
Repiqueteé los dedos en mi rodilla, un poco impaciente. Sabía que tenía más cosas que contar. Y me daba un poco de miedo la ansiedad que no podía controlar por saberlas. Will sonrió.
—?Y qué más? —insistí.
—?No has dicho que no era tu proble...?
—Dímelo de una maldita vez, pesado.
—Vale, vale —empezó a reírse de nuevo—. Naya y yo hemos notado... ciertas miradas.
—Ciertas miradas —repetí, más interesado de lo que me gustaría.
—Siempre quiere sentarse contigo en el sofá, acompa?arte a fumar, escuchar tus tonterías... es decir, si escucha tus tonterías y no se aburre con ellas... cásate con esa chica, porque es única.
—Yo no digo tonterías.
—...y te mira. Te mira mucho.
Me removí incómodo en el asiento antes de fruncir el ce?o otra vez.
Iba a preguntar más, pero decidí que no quería saberlo. No quería seguir aumentando esa estúpida emoción que me estaba recorriendo. No me gustaba. En su lugar, me giré hacia delante. él también decidió dejar el tema, pero me entraron ganas de golpearlo cuando vi que seguía riendo disimuladamente.
Ya en la residencia, estaba un poco ansioso por descubrir si lo que había dicho era verdad. Ese día, iba a fijarme en si me miraba o no. Después de todo, lo único que necesitaba a esas alturas era una peque?a se?al y pensaba lanzarme y acabar con toda esta mierda de espera que me estaba desquiciando.
Admito que mi desilusión fue notable cuando Naya me abrió la puerta en lugar de ella.
—?Y Jen? —pasé por su lado y revisé la habitación con los ojos.
—Duchándose —ella me enarcó una ceja—. Hola a ti también. Estoy genial, gracias por preguntar.
Le dediqué una sonrisa encantadora y miré el lado de la habitación que sabía que era de Jen. ?Por qué quería ver sus cosas? Me acerqué y me senté en su cama mientras esos dos se empezaban a besuquear. Agarré el primer libro que vi y me di cuenta de que era un álbum peque?o. Me tumbé en la cama y esbocé media sonrisa al verla con la que supuse que sería su hermana mayor —me había hablado de ella— y otro de sus hermanos en la playa, de peque?os.
Ya había pasado unas cuantas fotos cuando algo interrumpió mi investigación de su vida. Ya había llegado a las fotos de instituto. Lástima.
—Eh... hola.
La miré por encima del álbum. Joder. Solo llevaba un albornoz. Y de Dori. No sé si me entró ternura o algo peor, pero mis ojos se clavaron irremediablemente en su clavícula descubierta. Mierda. Tenía que hablar algo o se daría cuenta.
—Empezaba a sentir que me estaba fundiendo con el entorno. Estoy cansado de oír succiones y lametazos.
Will rió y me lanzó una almohada. Conseguí atraparla y la dejé en la cama de Jenna, que se acercó directamente a mí y me gustó más de lo que debería ver que me dedicaba una peque?a sonrisa.
—Bonito albornoz —murmuré—. Se nota que hasta hace poco solo habías visto Buscando a Nemo.
—No tengo otro —me dijo, un poco molesta. Era adorable incluso molesta—. ?Se puede saber qué haces con mi álbum?
Oh, no. Se sentó a mi lado. Y solo llevaba ese trozo de algodón encima. Además, se inclinó hacia delante y el escote se abrió un poco. Mierda.
Vista al frente, soldado.
—Me aburría —dije con toda la tranquilidad que pude reunir, que no fue demasiada.
—?Y no tienes móvil? —sonrió, enarcando una ceja.
—Sí. Pero me gusta más el drama realista.
Ella pareció divertida cuando se adelantó y me robó el álbum, rozándome el proceso. Miró la foto que yo había considerado que era con dos amigos y vi que esbozaba media sonrisa. Me incorporé hasta quedar sentado y me incliné encima de su hombro para poder ver mejor. Olía demasiado bien. Podría pasarme horas solo oliéndole el pelo. Se me estaba yendo la olla.
—?Quiénes son? —le pregunté.
Se?aló al primer chico.
—MI novio, Monty...
—?Monty? —se me olvidaron las dos primeras palabras por un momento. Qué mierda de nombre—. Por Dios, ?qué le hizo a sus padres para que lo odiaran al nacer?
Empezó a reírse y cuando se le sacudieron los hombros me rozó el pecho con ellos. Mierda. Repiqueteé un dedo en el colchón cuando se giró para mirarme. Creo que nunca había estado tan cerca de mí.
—Viene de Montgomery —me explicó.
—No sé si lo hace peor.
Volvió a sonreír, se me quedó mirando un momento, y luego pasó a la siguiente foto. Yo me quedé mirando un peque?o lunar que tenía bajo la oreja. De pronto, quería besarlo. Y descubrir todos los que tenía en el cuerpo. Vale, tenía que centrarme.
Volví a la realidad y vi que Will me miraba con una sonrisita malvada, mientras que Naya parecía querer matarme. Por lo tanto, se me estaba notando demasiado.
—Nel, una amiga —siguió explicándome Jen sin siquiera darse cuenta—, y un amigo de Monty. Ganaron un partido de fútbol por primera vez.
Un momento, ?ese de ahí era mi competencia? Por favor. Me entraron ganas de reír. Y de hacer comentarios ofensivos. Pero no quería cabrear a Jen.
—Tienen pinta de ser malisimos —no pude evitarlo, lo siento.
Por un momento, me dio la impresión de que iba a ponerme mala cara, pero volvió a reírse y cerró el álbum, mirándome otra vez. ?Por qué estaba tan cerca? O mejor dicho ?por qué normalmente no estaba tan cerca? Podría llegar a acostumbrarme.
—Lo eran —me aseguró, mirándome—. Solo iban a los entrenamientos para salir después con sus amigos a beber.
Ella dejó el álbum donde lo había encontrado y por un precioso momento, cuando se acercó al armario, creí que iba a cambiarse ahí mismo. Pero, evidentemente, no fue así. Agarró algo de ropa y volvió a mirarme. Yo seguía medio atontado en su cama.
—Cinco minutos y estoy lista —me aseguró.
Sonreí y volví dejar caerme en la cama.