Tres meses (Meses a tu lado #3)



—Soy un hombre peligroso —bromeé.



Por su sonrisa deduje que había funcionado. Ella siguió andando y yo suspiré, aliviado.

Entonces, Jen aceleró el paso y vi que se acercaba a Naya, que estaba sentada en la acera con cara de haber llorado. Oh, a Will no le gustaría eso de no avisarlo. Iba a matarme si se enteraba. Me acerqué también a ella con el ce?o fruncido.

Los ojos de Naya parecían temerosos cuando se clavaron en los míos.

—?Ross? ?No habrás...?



—Me ha hecho jurar que no le diré nada a Will —se?alé a Jen con la cabeza.



Y Naya la abrazó, contándonos lo que le había pasado. Algo de un collar y una piscina. Tampoco necesitaba muchos detalles para suponer lo demás. Jen la miraba con una mueca de impotencia que no me gustó.

—?Quieres mi chaqueta? —le ofreció.



De eso nada. Ya llevaba pantalones cortos. A ese paso iba a volver a la residencia con una pulmonía.

—En mi coche hay de sobra —aseguré, haciendo un gesto a Naya para que se acercara—. Vamos, Naya.



—Sí, no quiero pasar un segundo más aquí...



Le puse un brazo por encima del hombro. Pobre chica. Estaba helada. Lástima que yo tampoco llevara una chaqueta encima. Empecé a dirigirme al coche con ella, pero me detuve cuando noté que Jen no estaba a mi otro lado. De hecho, no se había movido.

—?Y por qué lo ha hecho? —preguntó ella.



Naya la miró, extra?ada.

—Le gusta reírse de los demás. Supongo que la hace sentirse mejor consigo misma.

—?Y te has quedado sin nada? ?Sin móvil, sin dinero...?



—Todo se ha jodido cuando lo han tirado a la piscina.



Jen clavó los ojos en la casa y vi que se le crispaban los labios. Oh, no. Iba a hacer algo muy estúpido, ?verdad? Conocía esa cara. Era la que ponía yo justo antes de meterme en una pelea innecesaria.

—Eso no es justo —murmuró.



—Lo sé —dijo Naya en voz baja.



—?Y tu collar?



—Fue el primer regalo que me dio Will —ella agachó la cabeza. Sí, recordaba haber ido a tres malditas tiendas diferentes porque no encontraba nada que le gustara del todo, el muy pesado—. Por mi cumplea?os.



—?Te lo ha roto?



—No. Se lo ha puesto.



Jen parpadeó, incrédula.

—?Y no le has dicho nada?



?Era una broma? ?No conocía a Naya? Podía ser muy pesada, pero no se había metido en una pelea en su vida.

—No es tan fácil —dije. Y era verdad. No era fácil plantarte solo delante de varias personas.



—Sí lo es —insistió ella.



—No, no lo es, Jenna —le dijo Naya—. Después de todo lo que pasó en el instituto... me he acordado de lo insignificante que me sentía por ese entonces. Me... me he bloqueado.



Oh, conocía ese sentimiento. Me había surgido demasiadas veces viendo a mi padre. Demasiadas. Intenté alejar esos pensamientos a toda velocidad.

Jen, por su parte, apretó los labios en una dura línea.

—Esperad aquí un momento.



Vi, perplejo, que se daba la vuelta hacia la casa.

—?Que esperemos? —preguntó Naya.



—Voy a entrar un momento a por tus cosas y volveré.



?Era una broma?

—Voy contigo.



—No. Quédate con Naya. Será un momento.



Sí, claro.

—De eso nada. O vamos todos o ninguno.



Naya se mantuvo pegada a mi lado cuando me apresuré a seguir a Jen, todavía un poco perplejo. Abrió la puerta de un empujón y se dirigió al jardín trasero. Se detuvo delante de una chica con el pelo rizado que llevaba el collar de Naya. Creo que se dijeron algo, pero yo tenía la mirada clavada en los amigos de esa chica. Como alguno diera un solo paso hacia ella, se me olvidaría eso de parecer un buen chico.

—?Te he invitado?



Levanté la cabeza. Jen estaba de brazos cruzados delante de la chica como si fuera un maldito samurái.

—No. Has invitado a una amiga mía. Se llama Naya. Quizá te suene... llevas puesto su collar.

No me gustaba nada como la estaba mirando su amigo. Dejé que Naya se escondiera un poco a mi espalda, pero yo estaba listo para mandar de un empujón al chico ese a la piscina como diera un solo paso más.

—?Y eres su guardaespaldas? —la chica sonrió—. No intimidas mucho.



No quería volverme loco delante de Jen, pero no iba a tolerar que ese otro chico se acercara a ella. Intenté centrarme.

—?Por qué no le devuelves el collar y terminamos con esto? —le enarqué una ceja a la idiota de la chica.



Y su amigo el bajito tuvo que elegir ese momento para meterse.

—Será mejor que os vayáis.



?Y vas a hacer tú que me vaya? Por favor...

No me hacía ni gracia. Me limité a enarcar una ceja. El chico me dedicó una sonrisita y le mandó un beso a Jen para que yo lo viera. Oh, así que Frodo quería provocarme.

Vale, se acabó. No me iba a ir de esa casa sin el maldito collar. Ya era personal.

—?Y por qué iba a dártelo? —preguntó la chica.



—Porque no es tuyo —Jen apretó los pu?os.



—Ahora es mío. Y tú estás en mi casa. Vete.



—No sin el collar —le aseguré.



—No lo repetiré.



—No nos iremos sin el collar —repetí yo.



Frodo se acercó a Jen —que no se dio cuenta— y yo di un paso hacia él al instante.

—?Por qué os la jugáis por ella? Decidle a la zorra de vuestra amiga que si quiere el collar, vaya ella misma a por él.



Justo en el momento en que ya me daba igual y apretaba un pu?o —la cara de Frodo estaba en la alineación perfecta para girársela de un pu?etazo— me detuve en seco al notar una mano peque?a apoyándose suavemente en mi hombro. Me giré, extra?ado, y Jen me apartó con tanta suavidad que le hice caso y dejé que se quedara sola delante de Frodo.

—Qué miedo —sonrió el chico, mirándola de arriba a abajo.



Y, sin más, esa chica peque?a y tierna... le reventó la maldita nariz de un pu?etazo.

Entreabrí los labios, perplejo, cuando ella sacudió el peque?o pu?o con una mueca y el chico empezó a retroceder, sujetándose la zona afectada.

—?Estoy sangrando, psicópata!

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