—Ya voy.
Fui a comprar de todo. No sabía qué le gust... es decir, que les gustaba a todos para desayunar. Cuando volví al piso, abrí con una sonrisita de triunfo.
—Queredme —las dejé sobre la barra.
Sin embargo, mis ojos se desviaron a Jen, que intentaba hablar en voz baja por el móvil. No me gustó su expresión apenada. No me gustó nada.
—?El qué? —preguntó en voz baja—. ?Qué...?
Sus ojos se levantaron a nosotros y los cerró un momento, avergonzada.
—?Podemos hablar de esto más tarde? Es que ahora no es un buen... ?y tú a mí? ?Por qué siempre tengo que hacerlo yo? —pausa, su ce?o se frunció arrugando ligeramente su frente perfecta—. Y tú estabas de acuerdo, ?o te has olvidado de eso?
Miré a Will. Gesticuló un novio con los labios. Oh, era eso.
Qué mal me caía ese pobre chico.
Y ahora me caía todavía peor, porque no podía soportar ver que alguien cambiaba la sonrisa de Jen por algo que no fuera algo mejor.
Dios, qué cursi había sonado eso. Solo me faltaba vomitar arcoíris.
—Tú lo has dicho —insistió una Jen bastante irritada—. Llevo tres semanas aquí. ?Qué harás cuando lleve un mes? ?Venir a secuestrarme o qué?
Para entonces, ya te habré enamorado y te habrás olvidado de ese imbécil.
?Yo no haría que su ce?o se frunciera!
—Nada. Te acabo de decir que nada. Pero...
Se quedó mirando el móvil. ?Le había colgado? ?Yo no le colgaría!
Levantó la cabeza y, cuando vi que entraba en pánico porque no sabía qué hacer, le pasé una bolsa de comida.
—Gracias, pero no desayuno nunca —su voz sonaba mucho más apagada que antes. No pude evitar apretar un poco los labios.
Imbécil.
—?Y no comes nada hasta el mediodía? —pregunté con una media sonrisa.
—No —murmuró, apartando la mirada.
Vi que dudaba un momento con la cabeza agachada y juro que me entraron ganas de decirle que dejara a ese imbécil aunque realmente no fuera problema mío. Menos mal que me detuvo al levantar la mirada y dedicarme una peque?a sonrisa —Pero haré una excepción.
Mientras ella sacaba algo de comer de la bolsa, Will se aclaró la garganta.
—Bueno, ?y qué hacemos esta noche?
—A mí no me apetece salir, la verdad —murmuró Naya con la boca llena.
—Ni a mí —dijo Jen, otra vez un poco demasiado apagada para mi gusto.
Will me miró un momento y supe que planeaba algo malvado. Especialmente, porque su siguiente mirada se clavó en Jen. Mhm... igual podía gustarme ese plan malvado.
—Podríamos ir al cine —dijo casualmente
—Nunca diré que no a ir al cine —dije enseguida.
Miré a Jen esperando que dijera algo, pero vi que toda su incomodidad de antes se transformaba vergüenza. Se le encendieron las mejillas. Eso estaba mejor.
—?Qué? —preguntó Naya, curiosa.
—Es que... no quiero que os penséis que soy muy rara.
Y solo con eso ya supe qué tenía en esa cabecita tan bonita. Esbocé una sonrisa de oreja a oreja.
—Dime que has ido alguna vez al cine.
Su cara se volvió escarlata y no pude evitarlo. Empecé a reírme con ganas. Me puso mala cara.
—Dios, es como si viniera de un universo paralelo.
—Es que... —buscó una excusa—, a mis amigos nunca les gustó demasiado.
—Pues hoy será tu primera vez —le aseguró Naya—. Pero por la noche. Tengo un montón de trabajo acumulado.
—La verdad es que yo también.
Hablar de trabajo hizo que me acordara de que tenía que terminar el maldito proyecto en grupo. Mierda, ?a qué hora había quedado con esos inútiles? A las diez y media. ?Qué hora...? Genial, eran las diez. Me puse de pie.
—Y yo tengo que irme —les dije. Iba a llegar tarde, mierda—. Nos vemos esta noche. Ya me diréis la hora.
Me fui sin decir nada. Ojalá hubiera tenido tiempo de girarme y decirle algo a Jen, pero dudaba que estuviera de humor para eso.
***
Estaba fumándome un cigarrillo frente al edificio mientras esperaba a Will. ?Por qué tardaba tanto? Ah, sí. Había movido uno de los cojines de Sue y esa loca estaba gritándole por todo el piso.
Di la última calada y vi que su coche aparecía. Subí a su lado y empecé a reírme al ver su expresión de cansancio.
—Que sea la última vez que tocas sus cojines, se?orito —me burlé.
—Oh, cállate —sacudió la cabeza y empezó a conducir hacia la residencia.
Hubo un momento de silencio mientras yo escondía el paquete de tabaco en el bolsillo. Noté que esbozaba una peque?a sonrisa y fruncí el ce?o.
—?Qué?
—Nada.
—No, ?qué?
—Sabes qué.
—No, no lo sé.
Vaaaaaale, sí lo sabía.
—Sea lo que sea que estés pensando, estás equivocado —a?adí.
—Ni siquiera te he dicho nada —se rió de mí.
—Sé lo que ibas a decir.
—?No has dicho que no lo sabías?
—?Quieres dejar de intentar sonsacarme cosas como si esto fuera un interrogatorio de una película mala de detectives? Ya te he dicho que lo sé.
—?Y qué es?
—Que quiero algo con la amiga de Naya. No es así.
—Con la amiga de Naya —repitió, divertido—. ?Ya no es Jenna? ?O Jen, mejor dicho?
—Ni me acordaba de ella —murmuré, mirando por la ventanilla.
—Oye —dejó de reírse por un momento—, no es para tanto. Es decir, en ti es raro, pero si te gusta una chica, es nor...
—No me gusta. Solo... me parece interesante.
—Sí, a mí Naya también me parecía interesante. Por eso empecé a salir con ella.
Clavé los ojos en la carretera, malhumorado. Dejó que me comiera yo solo la cabeza un rato antes de girarme hacia él de nuevo.
—Tiene novio —le recordé.
—Sí, Naya me ha hablado de su novio.
—?Y?
—Dice que cree que no la trata muy bien —se giró un breve momento para mirar mi expresión.
No sé si me gustó —porque eso quería decir que yo podía ser mejor— o lo odié —porque odiaba pensar que alguien podía tratarla mal—. Era extra?o.
—Pues que lo deje —murmuré, fingiendo que me daba igual.
—Podrías convencerla tú.
—No es mi problema.
—Ya lo creo que lo es.