Jen lo ignoró completamente y se giró a su amiga.
—?El collar?
La chica se lo dio. Ella se dio la vuelta. Yo seguía con la boca entreabierta. No me podía creer que eso acabara de pasar. Era demasiado bonito para ser cierto.
Entonces, Jen me miró con la misma sonrisa dulce que había visto en ella esos días.
—?Nos vamos?
Quiero casarme con ella.
Me obligué a seguirla. Incluso su culo parecía más perfecto que cuando habíamos entrado. En cuanto estuvimos fuera, no pude evitarlo y me acerqué a ella.
—Le has dado un pu?etazo —no pude evitar la sorpresa en mi voz—. En toda la cara.
Ella sonrió divertida y juro que no sé cómo no la besé ahí mismo.
—No ha sido para tanto. Deberías ver a mi hermano Steve. Era boxeador. Me ense?ó a golpear, pero no había tenido que ponerlo en práctica hasta ahora.
Mi felicidad momentánea se borró cuando vi sus nudillos rojos. Mierda. Debí haberlo hecho yo, no Jen. No quería que se hiciera da?o. Naya la felicitó, pero no la escuché.
—?Te has hecho da?o?
—Un poco.
Tuve que contenerme para no atraerla cuando me ofreció la mano. No quise tocarla. Pero sí que vi los peque?os círculos rojos en tres de sus nudillos. Era cierto, le había dado con los adecuados. Sabía golpear. Otra agradable sorpresa.
A no ser que te golpee a ti.
—Con el pu?etazo que le has dado, no me extra?a —mascullé, sin saber si reír, llorar o poner mala cara. Opté por sacudir la cabeza. No tenía la mano hinchada. Buena se?al—. No parece nada grave.
Naya dijo algo y les ofrecí llevarlas a la residencia —aunque no fuera ahí donde quería ir de verdad, pero eso tendría que esperar—. Ninguno de los tres dijo nada en todo el camino. Yo tarareé unas cuantas canciones y detuve el coche delante de peque?o edificio. Entonces, Naya se asomó entre ambos asientos delanteros para mirarme.
—Supongo que lo de no decir nada a Will sigue en pie, ?no? —sonrió ampliamente.
—Sí —puse los ojos en blanco.
—?Eres el mejor! —y bajó del coche.
Esperé un segundo a oír la otra puerta abriéndose. Sin embargo, me giré al ver que Jen no se movía de su lugar, mirándome. No pude evitar fruncir un poco el ce?o.
—Gracias por haber venido —murmuró finalmente, retorciéndose los dedos. ?Estaba nerviosa? ?Por darme las gracias? ?En serio?
Bueno, habría que relajar un poco el ambiente. No como me gustaría pero, de nuevo, eso tendría que esperar.
—No querría meterme contigo. He visto los pu?etazos que das.
Ella me dedicó una sonrisa un poco tímida y agachó la mirada. No sé por qué, pero me gustó la idea de que se pusiera nerviosa a mi alrededor. Teniendo en cuenta que el alterado siempre era yo, no estaba mal ver que también podía provocar algo en ella.
Pero los nervios terminaron deprisa. Levantó la cabeza y me dedicó otra peque?a sonrisa.
—Buenas noches, Ross.
Vi que se daba la vuelta y bajaba del coche. Cuando entró en el edificio, me obligué a mí mismo a apartar la mirada y volver a casa.
Capítulo 3
—?BUENOS DíAS, ROSS!
Gru?í contra mi almohada antes de lanzársela y fruncí el ce?o cuando algo impactó contra mi cama.
—Vete —le mascullé a Naya de mala gana, dándole la espalda.
—?Es tarde, Ross!
—Nunca es tan tarde como para no dormir un poco más. Cállate.
—?Venga, Ross Rossi Ross! Vamos, ven a desayunar.
—Déjame en paz.
—?No vas a venir?
—No.
—Vamos, despierta y...
—Estoy despierto —me giré, malhumorado—. Lo que no estoy es de humor para tont...
—Jen ha venido conmigo —a?adió con una sonrisa malvada.
Me quedé mirándola un momento y vi que su sonrisa se ampliaba. Me froté la cara y miré la hora. Era tarde. Vale. Sabía por qué era. Había intentado salir a noche y encontrar alguna chica para llevarme a casa. Había encontrado algunas, pero... de pronto, parecía que me daban placer vacío. Ninguna tenía ojos casta?os brillantes —ni un culo perfecto—. Ni siquiera me besé con ninguna. Solo volví a casa y me fui a dormir de mal humor.
Estúpida Jen.
—Bueno —me estiré—, haré el esfuerzo.
—Claro que lo harás —ella soltó una risita—. Esperaba encontrarme una chica aquí.
—Tú eres una chica y estás aquí —me incorporé, mirándola—. Enhorabuena. La has encontrado.
—Qué gracioso eres.
La ignoré y fui a la cocina, donde vi a Jen charlando con Will. Joder, ?por qué siempre se veía tan bien? Igual debería verla recién levantada, menos atractiva. Así se me pasaría esa obsesión rara que estaba desarrollando.
Aunque pensar en ella despertándose en mi cama, precisamente, no provocaba sentimientos de rechazo en mí.
—?Quién la ha dejado suelta por la casa? —protesté.
Me deslicé junto a Jen, que sonrió divertida.
—Oye —Naya se cruzó de brazos—, que no soy un perro.
—No, eres peor. Un mosquito molesto —abrió la nevera tras sacarme el dedo corazón.
—?No hay nada para desayunar? —Naya empeoró su mueca.
—Claro que hay algo —sonreí ampliamente—. Pizza fría, agua tibia y cervezas. Un desayuno rico en proteínas.
Hubo un momento de silencio cuando me giré hacia Jen para ver si estaba sonriendo. Lo estaba haciendo con la mirada clavada en la barra. Bien. Estaba a punto de sonreír cuando noté que Will me miraba demasiado significativamente como para no irritarme.
Le puse mala cara cuando sus ojos se desviaron hacia Jen y luego a mí de nuevo para después sonreír maliciosamente. No, capullo. Le puse mala cara, pero no sirvió de nada.
—Ross, ve a comprar algo —me dijo.
—?Y por qué tengo que ir yo? —no quería irme tan pronto, ni siquiera había hablado con ella.
—Porque siempre lo hago yo.
—?Y por qué no lo hace Sue?
—Yo desayuno mi helado —protestó ella.
—?Desayunas helado? —Jen puso cara de asco.
Vi que la mirada asesina de Sue se clavaba en ella y se le enrojecían las mejillas. Sacudí la cabeza, atrayendo la atención de nuevo.