Tres meses (Meses a tu lado #3)



—De nada. Bueno, esta es una conversación muy interesante, pero ya va siendo hora del ba?o de cierta se?orita.



Jane iluminó su expresión con una gran sonrisa cuando vio que Will se acercaba y empezó a estirar los bracitos, emocionada. Will podía considerarse el padre del a?o, la verdad.

La pobre Naya, en cambio... bueno, no es que tuvieran la mejor relación del mundo.

A Jane le gustaba ponerle mala cara o ignorarla, Naya lloriqueaba y Jane se reía. No. No era una relación muy sana.

Me fui a sentar al lado de Jen en cuanto se fueron, pasándole un brazo por encima de los hombros y asomándome a la pantalla del portátil. Estaba mirando fotos de bodas en la playa.

—?Estás seguro de que te gusta esto? —preguntó, dubitativa—. No quiero obligarte a hacerlo. Es decir... también es tu boda.



Cuando decía esas cosas, me daba la sensación de que a Jen le habían dicho demasiadas veces en su vida que su opinión no era tan válida como las demás.

Ojalá pudiera convencerla de que la suya era mi opinión prioritaria.

—A mí me da igual cómo sea, ya te lo he dicho.



—Vamos, Jack. Seguro que tienes una idea de cómo te gustaría que fuera. Es imposible que no la tengas.



—Si fuera por mí, nos iríamos ahora mismo al ayuntamiento, firmaríamos un papelito y ya estaríamos oficialmente casados y felices como perdices.



Ella soltó una risita y me empujó el hombro, divertida.

—Qué poco romántico eres.



—Aunque, claro, pensándolo mejor...



Cuando notó cómo lo insinuaba, me entrecerró los ojos.

—?Qué?



—...si hacemos una boda normal —sonreí maliciosamente— querrá decir que también tendremos una noche de bodas.



Ella tardó unos segundos en entenderlo, pero cuando lo hizo enrojeció de pies a cabeza.

—Y luna de miel, claro —a?adí—. Y ya te digo yo que sé cómo la pasaremos.



Jen enrojeció todavía más, pero la conocía. Y sabía que la idea le gustaba tanto como a mí.

Justo cuando pareció que iba a decir algo, Sue cerró su libro de golpe y se puso de pie con una mueca de asco.

Sinceramente, ni me acordaba de que estuviera ahí sentada.

—Bueno —concluyó, mirándonos—, tras tantas muestras de amor, ha llegado el momento de que vaya a vomitar al cubo de basura de mi habitación. O a lanzarme por la ventana, no sé. Depende del frío que haga.



Se fue por el pasillo murmurando algo de qué sola estoy antes de encerrarse en su habitación, dándome la oportunidad perfecta para cerrarle el portátil a Jen y tirar de ella hacia mí.

—?Oye, estaba mirando eso! —protestó.



—Venga, ahora estamos los dos solitos... podríamos hacer algo más interesante que mirar fotos.



—?Puedes dejar de pensar en eso, pervertido?



—?Teniéndote tan cerca? No lo creo.



—?Jack! —empezó a reírse.



—?Llevamos un mes peleados! ?Tengo mis necesidades!



—?Un...? ?Solo estuvimos peleados unos pocos días! ?Y eso fue hace dos semanas.



—Pues a mí me pareció un mes.



Tiré de ella hasta acomodarla encima de mí, a lo que me sonrió maliciosamente.

—?Dónde quieres ir de luna de miel? —preguntó, como si intentara adivinarlo.



—Tú te encargas de la boda, ?no? Pues yo me encargo de la luna de miel.



Y le iba a encantar. Me aseguraría de ello.

En todos los aspectos posibles, ?eh?

—Pero... —empezó.



—...y eso es todo lo que sabrás del tema —concluí con una sonrisa.



—?Tengo derecho a saberlo!



—Y lo sabrás cuando tengamos que ir. No seas tan impaciente, querida Michelle.



—?No me llames...!



La besé antes de que empezara a protestar y ella sonrió bajo mis labios cuando me rodeé a mí mismo la cintura con sus tobillos.

Ajá, por fin empezaba la fiesta.

—?Qué? —preguntó cuando vio que me separaba un poco.



—Nada —me puse de pie, sujetándola del culo con una sonrisita perversa y yendo a la habitación—. Vamos a trasladar esta bonita estampa familiar a la habitación antes de que vuelva Sue a cortarnos el rollo.





Capítulo 22


Unos meses más tarde

Abrí la puerta de casa con una gran sonrisita orgullosa. Tenía los papeles bajo el brazo.

—?Jen! —canturreé alegremente, cerrando detrás de mí.

No obtuve respuesta, aunque la música que salía de la sala que había al fondo del pasillo dejaba bastante claro que seguramente no me había oído.

—Miiiiicheeeeeleeeee —sonreí maliciosamente—. Cariiiiiiii?ooooooo...

—?Qué? —preguntó Mike desde el sofá.

Le puse mala cara al instante.

—?Te parece que a ti te llamaría cari?o?

—No sé, a lo menor te has levantado de buen humor.

—?Qué haces aquí, Mike? Tienes tu propia casa aquí al lado.

—?Pero me había quedado sin chocolate!

—??Has tocado mi choc...?!

—?Qué pasa? —preguntó Jen, asomándose por la puerta del final del pasillo.

Dejé de fulminar a mi hermano con la mirada por un momento para centrarme en ella y dedicarle una sonrisita maliciosa.

—?A que no adivinas que he hecho? —le pregunté, acercándome a ella.

—Algo malo —dedujo Mike.

—Pues no —le puse mala cara otra vez—. Y vete de aquí, este es un momento familiar muy bonito.

—Soy tu hermano —me frunció el ce?o, ofendido—, ?formo parte del núcleo familiar!

De todos modos, sabía que en cinco minutos volvería a marcharse.

Jen y yo habíamos decidido regalarle la casa de invitados de nuestro nuevo hogar, la casa del lago —sí, al final se la compré a mi madre—. Y la verdad es que su casita estaba muy bien. Era de un solo piso, pero tenía dos habitaciones completas, un salón, un cuarto de ba?o y una cocina. Ah, y un garaje peque?o. Y estaba al otro lado de nuestro patio trasero. No podía pedir más.

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