—?A cuántos sitios ha viajado estos meses? —pregunté con una mueca.
—No lo sé, a unos cuantos —Will sonrió—. Creo que es psicóloga a distancia o algo así. Por eso puede viajar donde quiere.
Bueno, estaba claro que cada uno estaba haciendo lo que quería con su vida. Me alegraba por ellos.
—Esto ya está —a?adió Will—, ve a avisar a Naya y Jen.
—Sí, jefe.
Me di la vuelta con Jane en brazos, que intentó morderme en cuanto su padre se dio la vuelta.
Le puse mala cara. Ella me la puso peor.
Justo cuando iba a abrir la puerta del patio trasero, ésta se abrió de golpe y los dos dimos un respingo mirando a Naya, que estaba prácticamente lívida.
—?Qué...? —empecé.
—Ross, creo que Jenna tiene algún problema con el embarazo —me dijo rápidamente.
Durante un momento, tanto Jane como yo nos quedamos mirándola fijamente, como si se hubiera vuelto loca.
—?Eh? —pregunté al final, perdido.
—?Que dice que se encuentra mal!
Silencio.
—?Eh? —repetí como un idiota.
—?Reaccioooonaaaaa! —ella me sacudió, como si me hubiera quedado en otro planeta.
Me giré automáticamente hacia Jen, que estaba sentada en la tumbona. Tenía una mano en su estómago y los ojos cerrados con fuerza.
—P-pero... no...
—?Will! —Naya optó por la mejor opción al ver que yo no reaccionaba—, ?ven aquí, necesitamos ayuda!
Yo todavía estaba medio atontado cuando Naya apareció y sujetó a Jane por mí, prácticamente empujándome hacia Jen para que reaccionara. Y por fin lo conseguí.
—?Qué pasa? —pregunté como un idiota.
—Me duele —me dijo con una mueca que casi hizo que me doliera a mí—. Me duele muchísimo.
Menos mal que Will me puso una mano en el hombro y me dijo algo de ir al hospital, porque yo seguía sin reaccionar.
Jen hizo un verdadero esfuerzo en el coche por fingir que no le dolía nada, pero podía ver cómo apretaba la mano en su rodilla, como presionaba las piernas una contra la otra, como su pecho subía y bajaba rápidamente, cómo cerraba los ojos con fuerza...
Yo no sabía qué hacer, así que me limité a cogerle la mano y dejar que me la apretara tanto como quisiera.
Ya en el hospital, una enfermera nos atendió enseguida cuando vio el vientre hinchado de Jen. Le expliqué lo que había pasado a toda velocidad y vi cómo intercambiaba una mirada con otra, que fue la que nos dijo que la acompa?áramos hacia...
Bueno, no llegó a decirlo, porque escuché que Jen ahogaba un grito y, al darme la vuelta, vi que un líquido transparente le resbalaba entre las piernas.
Oh, no.
?Apenas había pasado ocho meses! ?Cómo...?
Ella me miró con el terror grabado en los ojos y la enfermera vino prácticamente volando con una silla de ruedas en la que la obligó a sentarse. Will y Naya se quedaron abajo con Jane mientras yo las seguía, notando que me zumbaban los oídos. ?Por qué las enfermeras parecían tan tensas?
Bueno, al menos Jen parecía haberse calmado. Ahora estaba apoyada en la silla de ruedas con los ojos entreabiertos y una mano en el estómago.
Los siguientes minutos pasaron a toda velocidad para mí. Apenas los noté. Solo vi que hacían preguntas a Jen que ella respondía, algunas veces me las hacían a mí, otras veces ella cerraba los ojos por el dolor, y otras pocas los médicos le hacían pruebas.
Al final, creo que los dos ya sabíamos lo que estaba pasando cuando entró un médico con una peque?a sonrisa comprensiva.
—Bueno, parece que ese bebé tiene muchas ganas de salir —bromeó, y te aseguro que nadie empezó a reírse.
Ni siquiera Jen para ser educada.
Ella ahora estaba en una camilla. Tenía el pelo pegado a la frente por una peque?a capa de sudor frío.
—Vas a tener un parto prematuro, Jennifer —le dijo con toda la calma posible dada la situación—. Lo normal es que el parto empiece entre las treinta y ocho y las cuarenta semanas, y el tuyo se ha adelantado un poco a las treinta y cinco.
Sinceramente, yo ni siquiera había contemplado esa posibilidad. ?Qué pasaba con eso? ?Era malo? ?Horrible? ?Podía pasarle algo al bebé o...?
—No tiene por qué haber complicaciones —a?adió enseguida—. Vamos a ingresarte en esta habitación y estaremos pendientes de ti en el tiempo que tardes en dilatar. Para ser primeriza, estás siendo muy rápida. En unas cuatro horas quizá podamos empezar a contemplar la posibilidad de...
Y yo ya me perdí a partir de ahí.
Miré a Jen, que escuchaba muy atenta y muy pálida a ese hombre mientras me apretaba la mano con fuerza. Seguro que ella se había enterado de todo. Seguro que ella sabía mantener la calma. ?Y era ella la que estaba de parto!
Cuando nos dejó solos, echó la cabeza hacia atrás y puso una mueca.
—Nadie me dijo que esto fuera a doler tanto —me aseguró en voz baja.
—Ojalá pudiera hacer algo —murmuré, impotente.
—Dime que todo saldrá bien aunque no sea cierto —suplicó.
Tragué saliva y asentí fervientemente, intentando convencerme a mí mismo tanto como a ella.
—Todo va a salir bien, Jen. Ya lo verás. Y si algo sale mal le daremos un pu?etazo al doctor, no pasa nada.
Y ella, en medio del caos, al menos me dedicó una peque?a sonrisa.
Las siguientes horas se hicieron... eternas. Prácticamente venía un enfermero a ver a Jen cada cinco minutos, y ella tenía momentos en los que las contracciones le dolían tanto que no podía ni respirar y otros en los que estaba perfectamente. Eso sí, los momentos de dolor eran cada vez más seguidos. Y mi mano era muy consciente de ello, porque cada vez la apretaba como si la vida dependiera de ello.
Pero también noté que estaba preocupada, como yo. Y eso que ninguno de los dos dijo nada sobre lo que nos habían dicho. Era como si no nos atreviéramos.