—Oh... vaya —se puso roja, como si se avergonzara de no haberlo asumido por sí misma—. Claro, tiene sentido.
—?Avión privado? —repitió el padre de Jen con los ojos abiertos como platos.
—?Nunca has ido en uno? —le preguntó mi madre a Jen.
—Eh... yo... bueno... la verdad es que no. Ni siquiera he ido nunca en primera clase.
—Pues los aviones privados tienen habitaciones privadas —sugirió mi abuela, levantando y bajando las cejas.
Mamá le chistó mientras ella se reía y Jen se ponía roja otra vez.
Me encargué de hablar con los del hotel para que se encargaran de atender a los invitados cuando nos fuéramos y, al volver a la ceremonia, vi que todo el mundo había salido ya del agua y estaba otra vez entorno a la mesa. Jen, que se había cambiado de ropa —como yo— intentaba escapar de las garras de Naya y Lana, pero cuando intenté acercarme su padre se interpuso en mi camino y me devolvió a Jay.
—No deja de querer ir contigo —me explicó.
Sonreí a la peque?a bolita que era Jay, que pareció encantado cuando empezó a tirar de mi camisa para que le hiciera más caso.
—?Qué le están haciendo? —pregunté a su padre, viendo cómo la mitad de las invitadas intentaba retener a la pobre Jen—. ?Debería ir a rescatarla?
—Si lo haces, creo que te atraparán a ti también.
Bueno, tenía razón, la verdad.
Por fin, Shanon, Sue y Spencer unieron fuerzas para ir a rescatar a la pobre Jen, que se acercó a nosotros resoplando. Iba preciosa con ese vestido de encaje blanco y corto, pero tuve que disimular la expresión de querer quitárselo porque su padre estaba a mi lado y teníamos cuchillos cerca.
Madre mía, ?sería yo así cuando el peque?o Jay creciera? Empezaba a estar convencido de que sí.
—?Qué querían? —pregunté a Jen, curioso.
Jay abrió los bracitos hacia ella, que lo recogió con una sonrisa y lo sostuvo con mucha más facilidad que yo. El ni?o pareció encantado.
—Quieren que haga lo del ramo de flores —protestó.
—?El... qué?
—Lo de que la novia tira el ramo hacia atrás —me dijo su hermana, que se había acercado a nosotros—. Ya sabes, quien recoja el ramo es el próximo en casarse.
—?Y no quieres hacerlo? —pregunté, confuso.
Jen puso una mueca.
—Es que, con mi suerte, seguro que el ramo termina encima del tejado.
—Venga, Jenny —la animó su padre, divertido—, solo es tirar un ramo. Hazlo y podrás escaparte con tu marido.
Ella lo pensó un momento y, por su expresión, ya supe cuál sería la decisión final.
Cinco minutos más tarde, Jay abrió mucho los ojos en mis brazos cuando Jen se detuvo delante de nosotros, dio la espalda al grupo que tenía en frente y se preparó para lanzar el ramo con una gran sonrisa.
—?ESPERADME! —escuché una voz chillona.
Puse los ojos en blanco cuando vi que Mike se unía a la gente que lo esperaba, entusiasmado, y se preparaba para saltar a por el ramo.
También estaban Naya, Lana, Sue, Shanon, algunas otras invitadas —incluso la fotógrafa y su amiga— y mi abuela, que era la que parecía más determinada a recogerlo.
—?Estáis listos? —preguntó Jen, mirando por encima del hombro.
Sinceramente, se prepararon como si recoger el ramo o no fuera a ser la decisión más intensa de su vida.
—?Sí, capitán! —exclamó Naya, entusiasmada.
Jen me sonrió ligeramente antes de balancear el ramo y lanzarlo hacia atrás, a lo que Jane, que estaba en brazos de Will a mi lado, soltó un sonidito de entusiasmo.
El ramo voló y vi, casi en cámara lenta, cómo todo el mundo se lanzaba hacia el mismo rincón para recogerlo en medio de maldiciones, codazos, patadas y empujones.
Parecía una guerra espartana.
Y los más violentos eran Naya, Mike y mi abuela, solo les faltaba morderse entre ellos.
Finalmente, pareció que el ramo iba a caer encima de Naya, pero rebotó contra su mano, chocó con la cabeza de Sue, que soltó una palabrota, y dio un brinco hasta volar a las manos de...
Oh, la pobre fotógrafa.
Ella se quedó con el ramo en la mano, mirándolo con perplejidad, y todo el mundo empezó a aplaudir. Especialmente su amiga, que parecía estar entusiasmada.
—?Brookie, tenemos que contárselo a tu guitarrista rarito! —le chilló ella.
Brookie no pareció tan entusiasmada. De hecho, miró el ramo casi con tristeza.
Sin embargo, no pude fijarme mucho en eso, porque Jen y yo teníamos el viaje pendiente. Nos despedimos de los invitados, especialmente del peque?o Jay, y me pregunté por enésima vez si era una buena idea dejarlo en manos de mi madre y mi abuela, que vivirían en nuestra casa durante esa semana con él.
—No te preocupes —le repitió mi madre a Jen, que parecía desolada por tener que alejarse de Jay—. Si pasa algo, seréis los primeros en saberlo.
—Pero... tenéis mi número, ?no? Es decir, si pasa algo, lo que sea...
—Jen —le puse una mano en el hombro—, solo es una semana. Y tampoco es que Jay parezca muy afectado.
De hecho, se había quedado dormido y ni se había enterado de la despedida.
Jen pareció calmarse con eso, y finalmente terminamos de despedirnos del resto de invitados —como Joey y su novia, por ejemplo, que llevaba lo que le había comprado en nuestro viaje meses atrás— y Jen me sonrió, entusiasmada, cuando pasamos por delante de los invitados para llegar al coche que nos esperaba.
—Ah, te presento a nuestro nuevo conductor a tiempo completo —sonreí ampliamente, se?alándolo—. Se llama Dimitri.
él enrojeció, sujetando la puerta para que entráramos.
—Daniel —masculló—. Da-ni-el.
—Encantada, Daniel —le sonrió Jen, casi con piedad.
Entramos los dos en la parte trasera del coche y Dorian cerró la puerta para nosotros. En cuanto empezó a conducir y subió la pantalla negra para dividir las dos mitades del coche, me giré hacia ella, sonriendo maliciosamente.
—Así que oficialmente ya estamos casados, ?eh?
—Eso parece —ella se apoyó en el asiento, suspirando—. Por un momento, he pensado que vomitaría en medio de la ceremonia.