Jane me sonrió ampliamente. Siempre que hacía eso se le achinaban los ojos claros —herencia de Naya— y su piel oscura —herencia de Will— destacaba todavía más.
Oh, esa ni?a iba a ser preciosa cuando creciera. Will iba a tener que preparar una buena mirada amenazadora para espantar a posibles candidatos y candidatas.
Oh, no, ?y si yo tenía a una ni?a?
Oooooh, no... ?y si tenía una ni?a con el culo perfecto de Jen?
??Cuántos pretendientes tendría?!
No, no iba a permitir que se trajera a idiotas a casa. De eso nada.
Ya me estaba agobiando y ni siquiera estaba en camin...
—Sabes que también es tu boda, ?no? —me dijo Jen, devolviéndome a la realidad.
—Sí, gracias por recordármelo. A veces, se me olvida.
—?Si te acordaras bien, estarías aquí sentado aportando ideas en lugar de dejármelo todo a mí!
—Eso, eso —Naya asintió fervientemente con la cabeza a su lado.
Miré a Jen y suspiré.
—A mí me da igual cómo sea la boda, Jen. Lo único que me importa es casarme contigo.
Hubo un momento de silencio en que vi cómo las comisuras de sus labios luchaban por no curvarse en una sonrisita cursi, pero nos distrajimos todos cuando empezamos a escuchar soniditos dramáticos a su lado.
—Es que eso ha sido muy bonito —lloriqueó Naya dramáticamente, sorbiéndose la nariz.
—Qué cursis sois todos —Sue puso los ojos en blanco.
Will, al ver que todo esto no iba a llegar a nada si no se ponía al mando, apagó la televisión y se giró hacia nosotros.
—A ver...
—Silencio —exclamé, divertido—, que se pare el mundo. La voz de la razón está a punto de pronunciarse.
—Oh, cállate —y se giró hacia Jen—. ?Por qué te molestas en organizarla tú? Ahora hay gente que lo hace por ti.
—Pero... eso es carísimo.
—Querida —Sue enarcó una ceja—, tu prometido es rico.
Todos se giraron hacia mí, que estaba todavía jugando con Jane pero me detuve un momento para centrarme.
—Ah, sí. Es verdad. Soy rico.
—Bueno, es su dinero —Jen pareció muy incómoda—. No puedo decidir en qué lo gasta y en qué no.
—Pero ahora también va a ser tu dinero —le recordé—. Bienvenida al mundo de los ricos.
—Pero... ?tú cuánto dinero tienes? —me preguntó Naya sin poder contenerse.
—Ni idea —confesé, y volví a centrarme en Jane.
—Ni idea —Sue suspiró—. Yo quiero ser así de rica.
—A ver, tampoco es tan importante, solo es una cifra.
Miré a Jen, que seguía pareciendo algo incómoda. No quería que se sintiera incómoda. Y menos por nuestra boda.
—?Quieres contratar a alguien que la organice? —pregunté.
—Eh... no lo sé.
—Si quieres, solo tienes que pedirme la tarjeta.
—?Y si yo quiero comprarme algo? —sugirió Naya con una sonrisita.
—Lo siento, pero creo que tú no eres mi prometida.
—?Pero lo gastaría mejor que Jenna!
—Y yo —sonrió Sue—. Si necesitas a alguien que lo derroche, ya sabes dónde acudir.
Lo peor es que sabía que, aunque le diera mi tarjeta a Jen, ella no la tocaría. Ni para emergencias. Era muy testaruda.
—Antes de contratar a alguien, si es que lo contratamos... —Jen me miró—, deberíamos tener una idea de cómo queremos que sea la boda, ?no?
—?De cuántas formas puede ser? —casi me estaba aburriendo solo de pensarlo.
—Jack, no solo es la forma, sino el lugar, y los invitados, y la comida, y la decoración, y la...
—Vale, vale —suspiré—. Lo pillo. Son muchas cosas. ?No podemos hacerlo en casa de mi madre? Invitamos a veinte personas, compramos una tarta en el supermercado y...
Me callé cuando el cojín de Naya me dio en la cara y Jane empezó a reírse felizmente.
—?No seas cutre! —me dijo, enfurru?ada—. ?Eres rico, más te vale hacer una boda a la altura para que las fotos sean perfectas!
?También había que buscar un fotógrafo? Uf...
—Naya —Will sonrió, divertido—, cuenta hasta diez.
?Qué demonios le había dado con decirle a la gente que contara hasta diez?
La discusión siguió y, después de que Will pidiera la opinión de Jen, sentí que un escalofrío de alarma me recorría al cuerpo al ver su expresión avergonzada.
Oh, no. Yo no iba a vestirme de Bestia para mi boda. Ni de co?a.
—Dime que no has reconsiderado lo de la fiesta con temática de Disney, por favor.
—No es eso. Y estamos hablando del lugar.
—?Y qué tienes pensado? —preguntó Naya.
—Bueno... suena un poco... mhm... raro. Pero...
—Esto se pone interesante —Sue incluso cerró el libro para poder centrarse mejor.
—Pero... —continuó Jen, enrojeciendo—, siempre me ha gustado la idea de casarme en la playa.
Parpadeé, sorprendido, y miré a Jane, que parecía tan sorprendida como yo.
Aunque sospecho que ella realmente no estaba sorprendida, solo pensaba en sus cosas felizmente.
—?En la playa? —repetí, confuso.
—Sí... lo sé. Suena un poco raro...
—Admito que no esperaba eso.
—Lo sé. Solo es una idea —enrojeció aún más—. Si no te gusta, no tenemos que...
—?Por qué en la playa? —Sue puso una mueca de confusión.
—Porque... no lo sé. La idea de una boda taaaan formal no me gusta. Es como... que en la playa podríamos estar más relajados. Y es mucho más cómodo en cuanto a vestuario, ?no? Casi no hace falta ni llevar zapatos.
Sinceramente, me daba igual lo de la playa, pero me encantó la forma en que la mirada de Jen se iluminó al hablar de ella.
Así que interrumpí a Naya sin siquiera escuchar lo que decía.
—Me encanta —le sonreí a Jen—. No se hable más. Una boda playera. A lo hippie.
Hubo un momento de silencio en que ella me devolvió la sonrisa, solo interrumpido cuando Will suspiró.
—Bueno —sonrió—, ahora solo falta toooodo lo demás. Enhorabuena.
—Gracias por tanta positividad, Will —ironicé.