Vivian me gui?ó un ojo cuando me dio una de las bolsitas, que yo apreté entre los dedos.
—Sabía que no eras tan aburrido —comentó.
Aparté la mirada y la metí en mi bolsillo.
—Venga —sonrió y me sujetó del brazo—, vamos a pasarlo bien, como en los viejos tiempos.
No sé por qué, pero me dejé arrastrar por ella.
Sinceramente, no tengo muchos recuerdos alegres de esa noche.
Recuerdo a Vivian bailando e intentando que yo también bailara, aunque me negué. Recuerdo mucho alcohol. Muchísimo. Y también recuerdo la cantidad de veces que pensé en abrir esa bolsita, pero la cara de preocupación de Jen que me imaginaba me detenía en seco y hacía que volviera a esconderla.
Cuando volví a ser consciente de la situación, estaba tumbado en la cama de la habitación de invitados de Vivian completamente solo. La luz entraba por las ventanas. Era de día. Y... Dios, cómo me dolía la cabeza. Y tenía mucha sed.
Aliviado, comprobé que la bolsita de mi bolsillo seguía intacta y la dejé en la mesita antes de ponerme de pie y bajar torpemente a la cocina, donde me llené varios vasos de agua. Nunca parecía suficiente.
—Oh, no.
Me di la vuelta, sorprendido, y vi que Dimitri, el chófer de Vivian, estaba ahí de pie mirándome como si fuera un animal salvaje y, si no se movía, para mí sería como si no existiera.
Sinceramente, no sé qué se esperaba, pero yo solo volví a darme la vuelta y a centrarme en mi vaso.
—Hola —murmuré con voz arrastrada.
él se quedó en silencio unos segundos, pasmado.
—?Hola? ?Ya está? —preguntó—. ?No habrá historias eternas sobre su exnovia?
—No, Dorian.
él pareció extra?amente decepcionado cuando me miró unos segundos más, como si se hubiera acostumbrado a mis historias.
—?Quiere que lo lleve a algún lado? —preguntó al final.
—No puedo. Tengo el coche por aquí.
—Yo se lo llevaré a casa, se?or Ross.
Lo consideré un momento, pero... no quería volver a casa. No quería enfrentarme a la situación.
—?Tienes hambre? —pregunté.
Un rato más tarde, estábamos los dos sentados en la hamburgueseria-barra-cafetería a la que siempre me llevaba mi abuela de peque?o. Y a la que había ido con Jen un a?o antes, cuando la había encontrado en su habitación con todas sus cosas destrozadas.
Dylan estaba sentado al otro lado de la mesa, mirando la carta. Parecía encantado con que lo invitara a comer. Y la verdad es que se lo había ganado. El pobre hombre nunca me pedía nada a cambio de escuchar mis monólogos eternos y llevarme a todas partes.
Debería contratarlo.
Casi me había dormido cuando una camarera pelirroja muy guapa —ese detalle Jen no necesitaba saberlo, ejem— se acercó a nosotros con una libreta en la mano.
—Bienvenidos —nos saludó, preparándose para escribir—, ?ya saben lo que van a pedir o necesitan más tiempo?
Dimitri, que todavía miraba la carta como si fuera a descubrir el secreto de su vida en ella, no dijo nada. Suspiré y se la quité, dándosela a la camarera.
—?Qué nos recomiendas?
—Casi todo el mundo que viene a comer se pide una hamburguesa completa —me aseguró, se?alando a su alrededor.
Y era cierto. Era lo que tenía casi todo el mundo.
—Pues... eso mismo para los dos —concluí—. Y agua, por favor. Mucha agua. Te lo suplico.
Ella sonrió, recogió las cartas y se volvió a la barra. Cuando vi que Dorian lo seguía con la mirada, sonreí un poco y le chasqueé los dedos delante de la cara.
—?Que estás casado! ?Te parece bonito mirarle el culo a las camareras, Dominic?
él se puso rojo como un tomate.
—Bueno... no... eh... en realidad estoy divorciado.
—Pero si me dijiste que vives con tu mujer.
—Bueno, estamos divorciados pero vivimos en la misma casa. No hay presupuesto para dos casas.
Suspiré y miré de reojo a la camarera, que hablaba con un tipo con bandana que supuse que sería el cocinero.
—Tranquilo, no se lo diré a nadie —le aseguré con una sonrisita—. ?Quieres que le pida el número por ti?
—?Eh? ?No!
—?Por qué no?
—?Porque debe tener unos... veinte a?os, como mucho!
—Vamos, la esperanza es lo último que se pierde, Dorian.
—?Que me llamo...!
Se cortó a sí mismo, enrojeciendo, cuando la pelirroja se acercó a nosotros y nos dejó el agua que le había pedido en medio de la mesa. Nos dedicó una sonrisa un poco extra?ada cuando notó que ambos la mirábamos demasiado fijamente.
—Espera —la detuve, para el horror de Dimitri.
Ella me miró, esperando que le pidiera algo más.
—?Sí? —preguntó al ver que no decía nada.
Dorian me dio una patadita por debajo de la mesa a modo de advertencia, pero yo lo ignoré y me giré hacia la pelirroja.
—?Cómo te llamas? —pregunté con una sonrisita encantadora.
Ella levantó las cejas casi al mismo tiempo que Dylan intentaba desaparecer del mundo escondiéndose detrás de su vaso de agua, avergonzado.
—Amara —me dijo ella finalmente.
—Ooooh, ese es un nombre muy bonito —le aseguré.
—Gracias —me dijo, extra?ada—. ?Algo más?
—En realidad, sí, Amara, verás...
—Eh... prefiero Mara —me aseguró enseguida—. Solo un pesado me llama Amara.
—Mara —corregí con una sonrisita—, verás... nos preguntábamos si tienes pareja.
Ella levantó una ceja y sonrió, medio divertida.
—No está muy claro —dijo finalmente.
—Bueno... si no la tienes... podrías darle a mi amigo tú número, ?no crees? Es una buena persona. Y un excelente conductor. Nunca tendrás sitios a los que no puedas ir.
Ella sonrió y me dio la sensación de que miraba un poco por encima de su hombro, pero lo ignoré mientras Dorian enrojecía cada vez más.
—Bueno, ?nos das tu número, Mara?
Ella se quedó mirándome un momento antes de intentar ocultar una sonrisita divertida.
—Sinceramente, no creo que pueda.
—?Por qué no? ?No te gusta Dimitri?