Tres meses (Meses a tu lado #3)

La imagen de una mini Jen revoloteando por el piso hizo que mi sonrisita se acentuara.

?A ella también podría llamarla Mushu!

Ooooooohhh... ?PODRíA LLAMARLA MINI-MUSHU!

Vale, quería una hija. Confirmado.

—Vale, ?por qué asumes que tendremos una hija? —ella enarcó una ceja—. ?O que le pondremos ese horrible nombre?

—No es horrible. Solo le tienes manía porque es tuyo.

Jack Ross, defensor de todas las Michelles del mundo.

—Y tú también deberías asumir que tendremos hijos, querida Michelle —a?adí, burlón.

—?Que no me llames...!

—?Qué nombre le pondrías a un chico?

Puso una mueca, confusa.

—Nunca lo he pensado.

—?En serio? Pues yo sí.

—No me asustes —murmuró, negando con la cabeza.

—Te asustas tú solita —la provoqué, sonriente.

—No compuestos, por favor.

—?Los nombres compuestos son lo mejor!

—?No!

—Vale, pues nombres originales.

—?Como cuál?

Y así hice lo último que pensé que haría hoy —después de atender un parto—: pensar nombres para mis futuros hijos.

Pero la testaruda decía que no a todas mis propuestas.

?Eran buenas propuestas, no sabía valorarme!

Al final, le puse una mueca.

—No me lo estás poniendo fácil, Mushu.

—Si te lo pusiera fácil, no estarías tan perdidamente enamorado de mí —me gui?ó un ojo.

Abrí mucho los ojos. ?Eso acababa de salir de mi inocente Mushu?

Me distraje un momento cuando me incliné para besarla, pero por suerte mi cabeza maligna seguía planeando nombres. Y se me ocurrió el perfecto.

—Vale. ?Qué tal Jeremy?

Jen se separó un poco de mí, confusa.

—?Jeremy?

—Sí. No está mal. Ni muy largo, ni muy corto. Ni muy común, ni muy original. A mí me gusta.

—Podríamos llamarlo Jay —sonrió.

—Ya no me gusta tanto.

—?Pero si Jay es genial!

—Muy bien, genia, te dejo a ti la elección de la ni?a.

—?Y si solo tenemos chicos?

—?Cuántos quieres tener, Michelle? No me asustes.

—?Solo estoy bromeando!

—Pues yo no —bromeé.

O... quizá ya no bromeé tanto.

A esas alturas ya no estaba muy seguro de ello.

—Llevo con estos dos nombres desde que era peque?a —me advirtió—, así que espero que te gusten.

—?Jennifer y Michelle? —sugerí maliciosamente.

—No, idiota. Victoria y Elisabeth.

Los consideré un momento, pensativo.

—Me gusta Ellie.

—Pues Ellie, decidido.

—Genial, ahora solo nos falta engendrarlos. ?Vamos a ello?

—?Con Naya aquí al lado agonizando porque tiene que parir? —puso una mueca—. Sí, claro. Ahora mismo me encantaría tener un hijo.

Sonreí y me acomodé mejor en el asiento, esperando.

***

La buena noticia es que Jen me había dicho que sí.

La mala noticia es que, por primera vez en mi vida, había sentido impulsos asesinos contra un bebé.

?Dios mío, es que no se callaba!

?Es que la torturaban o algo así? ?Cómo podía algo tan tierno llorar de esa forma tan insoportable?

Joey empezó a burlarse de mi cara de sue?o durante ese mes, y podía entenderla. Jane, la hija de Naya y Will, no me dejaba dormir. Era una tortura. Y lo peor es que Naya sí dormía como si nada.

Esa mujer no tenía tímpanos.

En ese momento estábamos en una cena en la que supuestamente íbamos a presentarle a Jane a mi madre y a mi abuela, pero no era cierto. Era una excusa para decirles que nos íbamos a casar.

Oh, no. Mi madre iba a llorar y mi abuela iba a emborracharse, seguro.

Los nervios de Jen fueron casi obvios durante toda la cena, pero por suerte fui el único que se dio cuenta. Le puse una mano en la rodilla, mirándola de reojo. Ella cerró un momento los ojos. Realmente estaba nerviosa.

—Bueno —dijo mi abuela de pronto—, creo que va siendo hora de que me vaya. A no ser que alguien quiera emborracharse, claro.

—En realidad —dije enseguida, deteniéndola—. Hay algo que... ejem... tenemos que contaros.

—?Tenemos? —Naya nos miró con una mueca de confusión.

—Sí, tenemos —confirmó Jen en voz baja.

Todos se quedaron en silencio a la vez. La única que reaccionó fue Sue, y con una mueca de horror absoluto.

—Oh, no. Más ni?os no, por favor.

—No es otro ni?o —Jen entrecerró los ojos.

—?Y qué es? —preguntó mamá.

Intercambié una mirada con Jen, que me dejó bastante claro que ella no estaba dispuesta a decir nada. Al final, suspiré y asumí que me tocaba a mí hacer el trabajo sucio.

—Queríamos deciros que... —sonreí—, vamos a recorrer el mundo en globo.

—?Qué? —Jen dio un respingo y me pellizcó el brazo, irritada—. ?Jack!

—?No me dejes a mí estos temas, sabes que no me los tomaré en serio!

—?Vais a decir algo o qué? —preguntó Sue.

—Sí —Jen intentó decirlo varias veces, haciendo que el silencio se prolongara, y al final lo soltó tras respirar hondo—. Vamos a casarnos.

Durante lo que pareció una eternidad, todo el mundo se quedó en absoluto silencio.

Sinceramente, no estaba muy seguro de si las caras eran de horror o de felicidad.

Yo sujeté la mano a Jen, esperando, y al final dediqué una mirada significativa a mi abuela, que por fin reaccionó y dio un respingo, sonriendo ampliamente.

—?Ya tenemos una excusa para emborracharnos!

—Espera, ?qué? —Naya parpadeaba mucho, como si hubiera entrado en un cortocircuito—. Pero... ?y el anillo? ?No deberías llevar uno?

Jen lo sacó del bolsillo y sonreí al verlo en su mano.

No lo admitiría nunca, pero había estado una hora eligiéndolo. Y había valido la pena. Era perfecto.

En cuanto se lo ense?ó a Lana y Naya, ellas se lanzaron sobre él para mirarlo desde más cerca, embeleasadas. Mientras, Will me daba una palmadita en la espalda.

—Enhorabuena —me sonrió—. ?Quién nos habría hace unos a?os dicho que tú te casarías antes que yo?

—Nadie —le aseguré.

—Un momento —nos interrumpió mamá, como si estuviera en una galaxia paralela—. ?Lo decís de verdad? ?No es... broma?

—Claro que no es una broma —le dije, divertido.

Joana Marcús Sastre's books