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Admito que tenía un nudo de nervios en el estómago cuando subí las escaleras con la maleta en la mano. Tenía el anillo en el bolsillo, y de pronto era muy consciente de su presencia ahí. Me detuve delante de la puerta, respirando hondo.
Habíamos podido volver a casa antes, pero eso significaba que yo no había tenido tiempo de mentalizarme de volver a ver a Jen y dárselo. Apreté un poco los labios intentando calmarme.
Había llamado a sus padres, sí. Más que nada para asegurarme de que su padre no me perseguiría con un cuchillo si le proponía matrimonio a Jen.
Solo con insinuarle lo del anillo, su madre había dejado de hablar de golpe y el padre de Jen me había informado de que se había dejado caer dramáticamente en el sofá, abanicándose con una mano y sonriendo, encantada.
Es decir, que tenía su bendición, cosa que no estaba mal.
Ahora solo me faltaba la de su hija preciosa, testaruda y due?a de mi culo favorito.
Solté todo el aire de mis pulmones y abrí la puerta con una amplia sonrisa.
—?Adivinad quién ha llegado antes de lo prev...! —me callé cuando vi que todo el mundo me miraba mal—. Vale, sé que la camiseta no es al mejor de mi armario, pero tampoco es para que os quedéis así.
?Era mi camiseta de soldados imperiales! ?Se merecían un respeto!
Fui bajando el volumen cuando vi lo que tenía delante... hasta el punto de quedarme callado.
Jen estaba pálida, Mike tenía cara de espanto, Sue una mueca —aún peor que las que ponía normalmente—, Will estaba como paralizado y Naya tenía cara de infarto.
Ah, y un charco debajo de ella.
—Eh... Naya... no sé si te has enterado, pero has roto aguas o te has meado encima.
—?Me he enterado! —chilló ella, empezando a respirar entrecortadamente—. ?Que alguien haga algo! ?WILL!
Will dio un respingo, como si acabara de volver de sus vacaciones en su fábrica de chocolate mental.
—?Eh... sí! —se giró, frenético, y literalmente me lanzó las llaves que acababa de dejar en la barra a la cara—. ?Ross, el coche!
Yo puse una mueca. ?Me había dado en la frente!
—?Eh?
—?QUE CONDUZCAS!
Will se acercó a Naya y la sacó de casa a toda velocidad. Yo creo que todavíano había reaccionado cuando Jen se acercó a mí y me enganchó del brazo para arrastrarme con los demás.
Y, en mi pobre coche, Naya se tumbó atrás con la cabeza en el regazo de Will mientras Jen se sentaba a mi lado con cara de espanto.
—?Mierda, esto duele! —chilló Naya.
Jen intercambió una mirada entre ellos y yo mientras salía del aparcamiento, tenso de pies a cabeza.
—Creo que ha llegado tu momento de demostrarnos lo rápido que puedes ir —me dijo, muy seria.
Y yo, claro, olvidé la tensión por un momento.
?Sí, por fin!
?Mi momento de brillar había llegado!
—Genial —le dije, entusiasmado.
—?No es genial, Ross! —me gritó Naya—. ?Siento que voy a partirme por la maldita mitad!
—?Tenemos que cronometrar las contracciones! —chilló Will con voz aguda, buscando su móvil con cierta desesperación bastante graciosa—. Si no recuerdo mal, si son cada...
—?AAAAAAAHHHH! ?CONTRACCIóN, CONTRACCIóN!
Lo gritó tan fuerte que juro que sentí los chillidos rebotando en mi cerebro.
—?Nos hemos enterado! —protesté.
Y aproveché el momento para pisar el acelerador con fuerza y pasar de largo junto a dos coches. El impulso fue tan grande que Jen se quedó bruscamente pegada al asiento, pero no frené. Teníamos que llegar rápido.
—?CáLLATE, ROSS! —me gritaba Naya mientras tanto, agonizando ahí detrás.
—?Oye, yo no tengo la culpa de que vaya a salirte un bicho de entre las piernas! —me enfadé.
Y, cuando le eché una ojeada rápida, puse una mueca.
—Oye, ?podrías intentar no manchar los asientos del...?
—?JENNA, POR DIOS, DALE UNA BOFETADA DE MI PARTE!
Cuando vi que mi querida novia preparaba un pu?etazo destructor, me encogí contra mi asiento.
—?VALE, PERDóN! —chillé enseguida.
Conseguí llegar al hospital en tiempo récord y sin ninguna muerte, cosa que no estuvo mal.
Will y Naya se metieron en él mientras Jen y yo íbamos a aparcar. Tardé más de lo previsto por falta de sitio, así que cuando llegamos a la habitación Sue, Lana y Mike ya estaban ahí.
Naya ahogó un grito en cuanto nos vio aparecer y abrió los brazos hacia Jen.
—?Jenna! ?Ven, por favor, necesito a alguien que me sujete la mano!
—?Y yo qué? —Will le puso una mueca.
—?A ti te odio! ?Estoy sufriendo por tu culpa!
—Seguro que cuando engendraron al bebé no sufría tanto por su culpa —murmuré, divertido.
Y me gané una mirada asesina de Naya, claro.
Al final tuvimos que esperar en el pasillo porque, obviamente, no podía estar tanta gente ahí reunida.
Y pasó el rato.
Y siguió pasando...
Dios, qué aburrimiento.
Ya casi estaba dormido con la cabeza de Jen en el hombro cuando noté que me ponía una mano en la rodilla.
—Bienvenido, por cierto —sonrió.
—No ha sido la bienvenida que esperaba —le aseguré.
—?Y qué te esperabas?
—?Sinceramente? Echar un polvo, no atender un parto.
Ella se puso roja como un tomate.
—Conmigo no echas polvos, haces el amor.
Madre mía, alguien se había despertado cursi.
—Bueno, la mecánica es la misma —me encogí de hombros.
Ella se giró hacia mí, ladeando la cabeza.
—?Cómo has llegado tan pronto?
Noté, de nuevo, que el anillo en mi bolsillo era muy notorio cuando la miré.
—En Italia no hacía muy buen tiempo y han tenido que suspender la mitad de uno de los festivales. El último. Cancelar el otro vuelo ha sido caro, pero te aseguro que ha valido la pena. Parece que la ni?a me estaba esperando para nacer. ?Ya saben qué nombre le pondrán?
—Están en medio de un debate. Naya quiere ponerle Kim, Michelle o Gabriela. Will quiere ponerle Jane.
—Michelle —levanté y bajé las cejas—. Me gusta. Ya sé qué nombre le pondremos a nuestra hija.