Le dediqué una sonrisita inocente y empecé a comer.
Solo llevábamos ahí unas horas, pero ya había tenido una entrevista con Vivian y otro actor del elenco. Había tenido suerte y casi todas las preguntas habían sido para ellos, pero sospechaba que no iba a seguir teniendo tanta suerte en las próximas.
Yo quería dormir, no responder las mismas preguntas una y otra vez.
Pobre chico, cuánta tortura.
Ejem, ejem... eso parece ironía, querida conciencia.
Es que lo es.
?Y lo peor es que siempre eran las mismas preguntas! ?Alguno de los personajes está basado en personas que conoces? ?Cuánto tardaste en escribir el guión? ?Alguna vez dudaste con alguna escena?
Y, la peor de todas. La que me hacían en cada maldita entrevista. La que odiaba.
?Cómo te inspiraste para escribir la película?
Esa maldita pregunta...
Está claro que no iba a decirles la verdad, ?no?
Terminamos de cenar y salimos del restaurante. Joey quería aprovechar que las tiendas no cerraban hasta dos horas más tarde para comprarme una corbata nueva —qué ilusión—, así que nos metimos en un centro comercial cercano y yo dejé que eligiera la que quisiera. Solo quería llegar al hotel y llamar a Jen.
La verdad es que había algo de tensión en el grupo. Y era por culpa de mi situación con Vivian. Era obvio que no estábamos en nuestro mejor momento, porque nos evitábamos no muy disimuladamente y, cada vez que uno hablaba, el otro ponía mala cara y se giraba en dirección contraria.
Según Joey, mientras fingiera que todo iba bien en las entrevistas, no iba a meterse en mi vida. Y tenía razón. Lo último que necesitaba era una revista de cotilleo especulando sobre por qué Vivian y yo nos llevábamos mal.
—Oh, necesito mirar en esa tienda —dijo Vivian, precisamente, en ese momento.
Era una tienda de zapatos. Zapatos innecesariamente caros. Sonreí un poco al imaginarme la cara de espanto que pondría Jen si viera el precio de uno de esos.
Madre mía, solo habían pasado unas horas y ya la echaba de menos. ?En qué momento me había quedado así de enganchado a ella?
Desde que viste su culo de dimensiones insuficientes cuando se apoyó en el mostrador de Chrissy el primer día.
Cierto. Tenía que pedirle que volviera a ponerse esos pantalones más a menudo.
—Bueno, nos vemos aquí en media hora —le dijo Joey a Vivian y al resto del elenco, ya que todos parecían querer entrar, antes de mirarme—. ?Quieres acompa?arme a comprarle algo a mi novia?
—Claro —sonreí de lado—. Mi ayuda es una mierda, pero al menos hago compa?ía.
—Justo lo que necesito.
Nos metimos en una joyería carísima que hizo que mirara a mi alrededor con una mueca de incredulidad. ?Tanto dinero tenía Joey? Ni me había dado cuenta.
Ella se acercó a una de las trabajadoras y empezó a parlotear con ella sobre no sé qué de un collar que quería comprarle a su novia. Yo me aburrí en menos de un minuto y empecé a dar vueltas por la tienda con un suspiro.
Qué día tan largo.
Pasé la vista distraídamente por las cristaleras reforzadas. Estaba en la sección de anillos. Los precios eran ridículos. Y ni siquiera estaba seguro de en qué ocasión alguien podría ponerse un anillo de ese calibre sin parecer ostentoso.
Puse una mueca y pasé a la siguiente vitrina. Y... oh, oh.
Anillos de compromiso.
Por algún motivo, me quedé mirando esa parte un poco más de lo que debería.
Ejem, ejem.
Vale, quizá fue mucho más de lo que debería.
EJEM, EJEM.
?VALE! Estuve ahí diez minutos.
De hecho, pasé ahí tanto tiempo que Joey ya había comprado el collar cuando se acercó a mí con una ceja enarcada, curiosa.
—?Anillos de compromiso? —preguntó, sorprendida—. ?Vas a proponerle matrimonio a tu novia?
—Claro que no —fruncí el ce?o—. Todavía somos dos críos.
—Ajá.
—He dicho que no.
—Ajá.
—No me...
—Ajaaaá.
—Eres odiosa, ?lo sabías?
—?Te he contado alguna vez que yo me casé?
Me detuve un momento, mirándola de reojo.
—?Sí? —pregunté, fingiendo desinterés, aunque escuchaba atentamente.
—Sí —sonrió—. Me casé a los dieciocho. Con mi novio del instituto. Habíamos estado juntos cuatro a?os. Cuando me lo pidió, no pude negarme.
—Y salió mal —deduje, viendo que ahora compraba cosas para su novia.
—Bueno, el primer a?o fue maravilloso, pero después nos dimos cuenta de que nunca nos veíamos, de que ya no nos apetecía pasar el tiempo juntos... técnicamente, sigo casada con él, pero hace unos cuantos a?os que no nos vemos.
—?Y todo esto me lo dices para que no me case nunca?
—No —empezó a reírse—. Nosotros no funcionamos, pero mi mejor amiga se casó a los veinte y sigue casada a día de hoy. Solo quiero decir que no hay una edad exacta para empezar a pensar en estas cosas. Y, si no funciona... solo hay que divorciarse. Tampoco es para tanto.
Puse una mueca y me quedé mirando la vitrina de nuevo.
—Yo creo que a mi novia le daría un infarto si me presento con un anillo.
—No lo creo —sonrió, divertida—. Esa chica ha estado contigo cuando te desintoxicabas, Ross. Y se preocupa por ti. Te quiere más de lo que tú crees.
—No sabes lo que creo —enarqué una ceja.
—Claro que lo sé, me paso el día contigo —puso los ojos en blanco—. Ahora, ?vas a comprar algo o vamos a reunirnos con los demás?
Miré de nuevo la vitrina, mordiéndome el labio inferior. Joey me sonrió como si supiera que no iba a salir con las manos vacías.
Al final, suspiré y me giré hacia la trabajadora que había hablado con ella. Se acercó a mí casi con dos billetes grabados en la mirada cuando vio que se?alaba la vitrina con anillos de compromiso.
—?Quiere ver los otros modelos que tenemos? —preguntó enseguida.
—Eh... —dudé un momento antes de tragar saliva—. Sí.
—?Tiene algún presupuesto, se?or?
—No lo tiene, el idiota es rico —Joey puso los ojos en blanco.
Sonreí y ambos seguimos a la chica hacia el mostrador de la tienda.