Tres meses (Meses a tu lado #3)

—No era tan fácil, abuela —le aseguré.

—Sí que lo era —me dijo, irritada—. Abuela, papá es un maltratador de mierda y un imbécil. ?Ves qué fácil?

—Pero es tu hijo —aclaró mamá, dubitativa—. Pensé que aunque te lo dijera... no te lo creerías.

La abuela suspiró y se sentó en el sofá, quedándose en silencio unos segundos.

—Sí, sí me lo hubiera creído —aseguró—. Su padre era igual. Pero Jack nunca se comportó así conmigo. O delante de mí. Pensé que había salido mejor que su padre, pero... parece que no.

La verdad es que yo no recordaba mucho de mi abuelo. Había muerto cuando yo era muy peque?o.

Ahora, casi me alegraba de no acordarme demasiado de él.

—Yo... no lo sabía —le dijo mamá en voz baja, perpleja.

—Y yo no sabía lo tuyo, querida —murmuró mi abuela, enarcando una ceja—. Supongo que ambas estábamos avergonzadas. O que nos daba miedo admitirlo. Es curioso, ?por qué siempre le da miedo a la víctima? Debería dárselo al maltratador.

Mi madre sonrió un poco, casi de alivio.

—Bueno —dijo finalmente, bastante más relajada, tratando de parecer completamente serena—, él se marchó de aquí hace un mes. Se llevó sus cosas al día siguiente. No he vuelto a hablar con él. Si te llama, Jackie...

—Hace tiempo que no respondo a sus llamadas —le aseguré en voz baja.

Mamá puso una mueca, pero asintió con la cabeza.

—En fin —dijo al final—, y ahora que hemos hablado de todos estos temas tan desagradables... ?nadie tiene nada bueno que contar?

—Will y Naya tienen una fiesta de esas para bebés esta noche —murmuré.

Por la forma en que ambas sonrieron al instante, supe que había acertado con el cambio de tema.

—?En serio? —mamá aumentó su sonrisa—. ?Jennifer y tú les haréis algún regalo?

—Ejem... sí, bueno...

Ellas intercambiaron una mirada cuando yo empecé a jugar con el estúpido cuello de mi camisa, nervioso.

—?Qué? —preguntó mamá.

—Voy a regalarles mi piso —aclaré.

Ambas se quedaron mirándome como si me hubiera vuelto loco.

—?Eh? —mamá parpadeó, perpleja—. Pero... ?y dónde vivirás tú?

—Donde he vivido hasta ahora, mamá. Supongo que no me echarán en cuanto les de los papeles —bromeé.

—Pero... ?no es un poco excesivo, Jackie? —preguntó la abuela—. Es decir, no podría pedir unos vecinos mejores, pero... ?regalarles un piso? ?No es demasiado?

—Créeme, se lo debo a ambos. Especialmente a Will. Siempre está ahí cuando lo necesito. Y ahora es él quien necesita algo. Ha estado buscando pisos durante estos meses. Ya no necesitará seguir buscando.

—?Y qué hay de ti y Jennifer? —preguntó mamá.

—Y Mike —aclaró la abuela.

—Si ellos se mudan juntos, Mike no irá con ellos —le aseguró mamá.

—Ya lo creo que lo hará.

—Bueno, no lo sé —respondí a la primera pregunta, confuso—. Algo se me ocurrirá. Pero la verdad es que prefiero vivir en una casa con jardín que en un piso.

—?Para cuando tengáis hijitos vosotros dos? —insinuó mamá, burlona —Uf —puse mala cara—, no. Olvídate de ni?os hasta dentro de diez a?os.

Hice una pausa, dudando.

—Si es que alguna vez los tenemos, claro.

Me quedé hablando con ellas un rato más y ayudé a mamá a colocar algunos cuadros grandes por las paredes, sustituyendo los huecos vacíos que habían quedado después de que mi padre se llevara sus cosas.

Ah, y mi abuela empezó a beber vino mientras me daba órdenes sobre cómo hacerlo, claro.

Mi madre se limitaba a reírse y a intentar ayudarme.

Me gustó verla riendo. Me daba la sensación de que la había visto reír muy pocas veces en toda mi vida.

Al terminar, nos quedamos los tres mirando el resultado final con los cuadros caseros y coloridos de mi madre en lugar de las obras caras y grises de mi padre.

Sinceramente, esa casa nunca me había parecido tan acogedora como me lo pareció ese día.

***

—Bueno, ha sido una fiesta interesante —comenté.

Jen acababa de ponerse el pijama. Se metió en la cama a mi lado, apagó la luz y me miró.

—Especialmente la parte en la que regalabas un maldito piso —murmuró, negando con la cabeza.

—Siento no habértelo dicho antes. Quería verte la cara.

Y había valido la pena, créeme. Esa cara de estupefacción absoluta no tenía precio.

—No tenías por qué decírmelo. Es tu casa, no la mía —apoyó la cabeza en una mano, mirándome—. Pero... ?has pensado en la parte en que esa ni?a crece y esta habitación sea para ella?

—Es decir, la parte en que nos echan.

Ella sonrió, divertida.

—Sí, bueno, más o menos.

Esperaba que la hija de Will y Naya no se lo pasara tan bien en esa habitación como me lo había pasado yo, la verdad.

—Ya te lo dije, no quiero vivir siempre en un piso —murmuré—. Quiero una casa con jardín.

Y... lago.

Espera... ?y si...? ?Y si hablaba con mi madre sobre la ca...?

Jen interrumpió mi línea de pensamientos al resoplar.

—Sí, y yo quiero ser millonaria —masculló.

Sacudí la cabeza, divertido.

—No te preocupes de eso ahora. ?Qué tal te ha ido con tu hermano?

Estaba pasando unos días por aquí por trabajo o no sé qué. Ayer había cenado con nosotros y, para el fastidio de Jen —y sospecho que el de Mike—, había estado ligando todo el rato con nuestra peque?a Sue.

—Bien, como siempre —se acercó un poco más a mí, pensativa—. En realidad, me ha preguntado si quiero ir con él a casa. A pasar una semana con mis padres y mis hermanos.

—?Y quieres?

—Sí... —pareció un poco avergonzada al admitirlo—. La verdad es que no estaría mal.

—Pues no hay más que hablar —sonreí ampliamente.

—?Quieres venir conmigo? —preguntó, ilusionada.

Yo me aclaré la garganta, algo nervioso, cuando recordé lo que había hablado esa tarde con Joey y los actores principales de la película. Entre ellos, Vivian.

Mierda, esperaba que Jen no se cabreara.

—?Qué? —preguntó al ver mi cara.

—Tengo que hablar contigo de algo —aclaré.

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