Tres meses (Meses a tu lado #3)

Dejé el móvil a un lado y me centré en una distracción mucho mejor, que era la due?a de mis pantaloncitos favoritos.

Jen dejó que tirara de ella hasta que la tuve sentada en mi regazo.

—?Tu hermana no hizo una fiesta de esas cuando estaba embarazada? —pregunté, curioso.

—?Mi hermana? Si se escondía como si fuera un vampiro del sol para que nadie le viera la tripa de embarazada.

—Bueno, estás de suerte. Yo ya tengo algo para ellos. Solo tienes que decir que es de parte de los dos.

Ella entrecerró los ojos, curiosa.

—?Y qué es?

—Eso no te lo voy a decir.

—?Por qué no? —puso un mohín.

—Porque es un regalo.

—?Pero no es para mí!

Mierda, ?por qué era tan difícil decirle que no? Con lo fácil que era decírselo a los demás...

—No quiero que Will y Naya se enteren antes de tiempo —aclaré.

—?Yo...? ?Qué...? ?Qué insinuas?

—No lo insinúo. Lo digo directamente. Eres una bocazas.

Ella abrió mucho los ojos, completa y absolutamente ofendida.

—?Sé guardar secretos!

—Te desmoronas bajo presión —le aseguré—. Si Naya empezara a interrogarte, terminarías diciéndolo.

—?No es verdad!

Y ya se estaba desmoronando bajo presión.

—Ya lo creo que lo es —sonreí.

***

—Gracias, Dorian.

El pobre conductor de Vivian suspiró, casi estampando la cabeza contra el volante.

—Sigo siendo Daniel, se?or —aclaró lentamente—. Como las dos últimas veces que nos vimos.

—Pues eso, Dylan —sonreí ampliamente—. Oye, si algún día necesito un conductor, pensaré en ti.

—Por favor, no —escuché que suplicaba en voz baja.

Joey, que estaba sentada a mi lado hablando por teléfono, lo apartó un momento para mirarme.

—Recuerda que ma?ana nos vamos de viaje —me dijo—. Con todo el equipo.

—Ajá —murmuré—. A mi novia le va a encantar.

—Lo va a entender —me aseguró, y volvió a lo suyo.

Tiré del cuello de la camisa cuando bajé del coche delante de la casa de mis padres. Me aseguré de que el ostentoso coche de mi padre no estuviera antes de avanzar hacia la entrada. Volví a tirarme del cuello de la camisa, incómodo.

Odiaba llevar ropa así. ?Por qué demonios no podía usar sudaderas? ?A todo el mundo le gustaban las sudaderas!

A mí me gustan.

?Lo ves?

Propongo normalizar llevar sudaderas en eventos formales.

Yo lo apoyaría. Y también apoyaría quemar todas mis camisas absurdamente incómodas. Y con Joey mirando.

Llamé al timbre y apenas unos segundos más tarde me quedé algo descolocado al ver a mi abuela abriéndome la puerta en lugar de mi madre.

—Jack —me saludó, y parecía algo tensa.

Oh, no. Si mi abuela no me llamaba Jackie es que había pasado algo muy, muy malo.

Me quedé mirándola unos segundos, confuso.

—?Qué pasa?

—Entra.

Oh, oh.

La miré de nuevo, dubitativo, antes de entrar en casa. Ella me siguió hacia el salón y pude notar cómo irradiaba irritación, aunque no entendí muy bien el por qué.

Mi madre estaba sentada en uno de los sofás con aspecto algo tenso y enseguida me di cuenta de que había algo raro ahí dentro, en el salón.

Bueno, más bien era lo que no había.

—?Dónde están las cosas de papá? —pregunté, confuso.

Mi madre tragó saliva antes de echar una ojeada a mi abuela, que seguía detrás de mí con los brazos cruzados.

—?Y bien? —insistí.

—?Teníais pensado contarme en algún momento la clase de persona que era mi hijo? —preguntó mi abuela en voz baja.

Me quedé mirándola unos instantes antes de girarme inconscientemente hacia mi madre, que enrojeció un poco.

—He tenido que contárselo —dijo al final—. Para que entendiera por qué vamos a divorciarnos.

Tardé unos segundos, pero finalmente mi cerebro encajó la noticia y di un paso atrás, pasamado.

—?Vas... a divorciarte de él? —pregunté en voz baja, perplejo.

Mamá asintió. Yo seguí mirándola con los ojos muy abiertos.

—Pero... ?qué...?

—Después de la cena del otro día... sentí que no podía más —ella sacudió la cabeza—. Le dije que ya no podía seguir viviendo así. Y que necesitaba alejarme de él. Y alejaros de él.

No sabía qué decir. Ella se puso de pie y respiró hondo.

—En realidad, lo he querido hacer durante mucho tiempo —admitió en voz baja—. Desde que tu hermano y tú erais muy peque?os. Pero... me daba miedo. Tu padre me amenazó demasiadas veces con reclamar vuestra custodia completa y arruinarnos la vida si me la daban a mí. Y no sabía qué hacer.

No me sorprendía en absoluto, pero seguía sin saber qué decirle. Ella suspiró y me puso una mano en el brazo.

—Le pedí el divorcio hace unos meses, pero tú estabas... bueno... rehabilitándote... no quería a?adir más preocupaciones a tu vida. Al menos, hasta que estuvieras mejor.

—?Y vas a hacerlo? —pregunté finalmente, algo dudoso—. ?Ha aceptado divorciarse... sin más?

—No, claro que no. He tenido que ponerle una demanda de divorcio. Pero tengo una abogada bastante buena. Ha tenido que solicitar una orden de alejamiento porque no dejaba de volver para amenazarme.

? Y me ha dicho que lo más seguro es que me quede con las dos casas, esta y la del lago, y una buena indemnización, aunque... bueno, yo no sé qué haré con tanto espacio. Y todos los gastos que supone. Seguramente tenga que vender la casa del lago. Será una pena. Sé que te encantaba esa casa.

—Mamá, si necesitas dinero...

—No necesito dinero —me aseguró, y puso una mueca—. Lo que necesito es alejarme de ese hombre. Y alejarlo de vuestra vida. Lo siento mucho, Jack. Debí hacerlo hace mucho tiempo. Tenías razón. Siento haber tardado tanto.

Entreabrí la boca para decir algo, pero volví a cerrarla, perplejo. Seguía resultando difícil creer que mi madre hubiera sido lo suficientemente valiente como para hacer algo así.

La abuela Agnes se aclaró ruidosamente la garganta, atrayendo nuestra atención. Seguía con los brazos cruzados.

—?Es que a nadie se le ocurrió decirme nada de todo esto en todos estos a?os? —preguntó, molesta.

Joana Marcús Sastre's books