?Qué...?
—?Esto es una mierda! —gritó, frustrada, mirándome—. ?No puedo dejar de comer!
Espera, ?era eso?
Solté un suspiro de alivio, aunque seguía sin saber demasiado bien qué hacer al respecto.
—Eh... bueno, supongo que es normal —le dije torpemente—. Estás embarazada, Naya, ahora comes por dos.
Además, su barriga había estado creciendo durante este tiempo y ya se podía ver la peque?a curva en su estómago.
—?Pues este bebé es un adicto a la comida basura, porque es lo único que me apetece! —masculló, casi furiosa mientras se miraba el estómago—. Pero ?a ti qué te pasa? ?Es que no sabes lo que son las verduras? Por tu culpa vamos a tener una salud horrible, que lo sepas.
—Naya...
—Necesito un abrazo.
Y abrió los brazos hacia mí. Yo di un paso atrás, incómodo.
—Eh... voy a llamar a Will. O a Jen.
—No, quiero un abrazo tuyo —se enfurru?ó.
—No me gustan los abrazos, Naya.
—Dámelo y te perdono haber sido un gilipollas hace un rato. Es mi condición.
Suspiré y, tras unos segundos, me acerqué al sofá y ella me rodeó felizmente con lo brazos, apretujándome contra ella con una sonrisita en los labios.
—?Te das cuenta de que vas a ser el tío Ross? —preguntó, casi estrangulándome con ese abrazo.
—Espero que los ni?os se me den mejor de lo que creo.
—Seguro que sí. Así practicas para cuando Jenna y tú tengáis hijos.
—?Q-qué...?
—Oh, no —puso una mueca y se separó—. Mierda, ya vuelvo a tener hambre.
Y fue de mal humor a la cocina a robar más comida. Negué con la cabeza, observándola.
Después de ese incidente con Naya, evité hablar con los demás cuando notaba que mi mal humor empezaba a alcanzar extremos que no me gustaban. Simplemente me metía en nuestra habitación y empezaba a hacer ejercicio compulsivamente, intentando calmarme. No solía servir de mucho.
Y Jen se daba cuenta de ello. Siempre intentaba que durmiera un rato con ella, pero no servía de nada. El mal humor aumentó con la falta de sue?o. Era un ciclo constante y horrible.
Hasta que un día, Jen abrió la puerta de la habitación con una sonrisa entusiasmada que me pilló completamente desprevenido.
—?Vístete, he tenido una idea! —exclamó, rebuscando entre mis cosas por la cómoda.
Me puse de pie y la miré con una ceja enarcada.
—?Finalmente vais a matarme?
—No, tonto —sonrió ampliamente y me pasó ropa de deporte—. Vamos, póntelo. Esto te va a encantar.
Gru?í a modo de respuesta, pero gran parte del mal humor se me escapó cuando ella se puso de puntillas y me dio un beso largo y delicioso en los labios. Cuando se separó y se fue al pasillo, seguí si culo perfecto con la mirada.
Me puse la ropa que me había dado, algo confuso porque hubiera elegido precisamente esa, y fui al salón. Naya y Sue estaban sentadas en el sofá y el sillón, pero Mike, Will y Jen me esperaban en la entrada.
Espera, ?Mike? ?Qué hacía él aquí? Ni siquiera había venido en semanas, desde que había dejado las drogas.
Bueno, en el fondo lo entendía. Tampoco sería fácil para mí ver a alguien desintoxicándose de esta mierda después de haber pasado por lo mismo.
—?Dónde vamos? —pregunté, confuso.
—Vamos —me insistió Will.
—No.
—Vamos —me insistió Jen.
—Vale.
Will sonrió, divertido, cuando dejé felizmente que ella me guiara de la mano hacia la puerta.
Recogí las gafas de sol por el camino, cosa que agradecí al llegar al coche. Si ya de por sí el dolor de cabeza era difícil de aguantar, a?adiendo el sol era todavía peor. Puse una mueca y me recosté en el asiento.
—?Dónde me lleváis? —pregunté por enésima vez.
Y por enésima vez fui ignorado.
Genial.
Will sonreía cada vez que lo miraba con expresión inquisitiva, pero tampoco dijo nada.
Yo estaba tan enfrascado en poner mala cara al mundo que apenas me di cuenta de que había detenido el coche hasta que escuché que abrían las puertas. Bajé, de mal humor, y fui directo a Jen. Ella estaba abriendo el maletero con una sonrisita entusiasmada que seguía sin entender muy bien.
—?Qué haces? —pregunté.
—Ten un poco de paciencia —murmuró, rebuscando.
—No quiero. Exijo saberlo.
—Y yo exijo que te calles.
Intenté no sonreír con todas mis fuerzas.
Sin embargo, no pude evitar una mueca de sorpresa cuando Jen sacó una pelota de baloncesto y me la lanzó. La atrapé, confuso, y Jen me miró como si estuviera esperando una reacción.
Y entonces me di cuenta.
?Este era el maldito campo de baloncesto al que había ido con Will durante a?os!
Miré a mi alrededor, pasmado. Dios, había pasado tantas horas aquí que no entendía cómo no había asociado que sería nuestro destino. Era el lugar perfecto. Estaba un poco alejado de la ciudad, así que siempre estaba vacío y, además, no muy lejos estaba el camino a la casa del lago.
Recordaba haber ido ahí miles de veces, especialmente en veranos, cuando íbamos a pasar un mes a la casa del lago y yo quería alejarme de mi padre. Mike vino conmigo en algunas ocasiones. Y Will y algunos otros amigos del instituto también.
Mierda, ?cuánto hacía que no venía aquí? ?Cuánto hacía que no jugaba? ?Desde lo de la cicatriz?
Reboté la pelota, entusiasmado, y tiré las gafas de sol sobre mi asiento. Avancé rebotando la pelota, sorprendido por la forma en que todavía me acordaba de hacerlo, y llegué a la mitad del campo. La lancé mordiéndome el labio inferior y sonreí cuando vi que entraba perfectamente.
—Veo que todavía te acuerdas —bromeó Will, que la atrapó y la encestó desde más cerca.
—?Creías que ibas a ganarme o qué? —lo provoqué.
Will sonrió y me pasó la pelota, que atrapé casi sin mirar y empecé a rebotar. La pasé por debajo de mi pierna y luego se la devolví. él se acercó a la canasta y encestó de nuevo mientras Jen y Mike se acercaban.
—Bueno —Mike se frotó las manos—, ?cuáles son los equipos?
Jen dio un respingo enseguida.