Ya no estaba seguro que el a?o sin Jen hubiera sido el peor momento de mi vida, porque... joder, esto estaba siendo horrible.
Sinceramente, no entendía cómo seguía aquí, conmigo.
Yo ya sabía que iba a ser una mierda. Will también. Pero los demás no. Especialmente Jen. Una parte de mí esperaba que se asustara y se marchara, aunque fuera solo por un tiempo, hasta que yo estuviera mejor. Y la verdad es que si lo hiciera no podría culparla.
Al inicio intenté ocultar la jaqueca, los espasmos dolorosos en el estómago o la cantidad de veces que empezaba a marearme solo por moverme, pero no pude hacerlo por mucho tiempo. Era inútil. No podía hacer otra cosa que no fuera pasarme horas y horas tirado en la cama con la cabeza contra la almohada, intentando mejorar un poco antes de que ella volviera y me encontrara así. Nunca servía de nada.
El dolor siguió. Especialmente el de la cabeza. Había momentos en que era tan intenso que no podía ni pensar. Y llegué a un punto en que me resultaba difícil mantenerme de pie.
Era humillante.
Intenté ducharme varias veces yo solo, pero una de esas veces terminé casi desmayándome en la ducha. Y cometí el grave error de decírselo a Jen al día siguiente.
—Yo te ayudo —me dijo enseguida.
Me crucé de brazos, solo con los pantalones puestos, junto a la ducha.
—Ni de co?a —murmuré con la voz ligeramente más grave de lo normal. Hacía días que me dolía incluso la garganta.
—Jack...
—No —repetí.
—?Podrías hacerte da?o!
—He dicho que n...
—?Y si me meto contigo en la ducha?
Hubo un momento de silencio.
—Bueno, vale.
Ella sonrió ampliamente y yo observé con cierta fascinación cómo cerraba la puerta y empezaba a quitarse ropa. De hecho, no me di cuenta de que era mi turno hasta que se detuvo delante de mí solo con sujetador y bragas y tiró ligeramente de uno de los cordones de mis pantalones.
—Bueno —enarcó una ceja—, ?vas a deshacerte de esto o lo has pensado mejor?
—?Y si animamos lo de la ducha y voy a por un condón?
—No estás en condiciones para hacer eso —replicó, cruzándose de brazos.
—Yo siempre estoy en condiciones de hacer eso —le aseguré—. Especialmente si te paseas desnuda delante de mí.
—Jack, métete en la ducha antes de que me cabree.
Suspiré y me bajé los pantalones y la ropa interior mientras ella sacaba las toallas. Me metí en la ducha y apoyé torpemente la espalda en la pared, mirando de reojo cómo se paseaba en ropa interior. Esbocé una sonrisita.
—Creo que nunca te he visto enfadada de verdad —le dije, pensativo, viendo con mucha atención cómo se quitaba el sujetador—. Seguro que eres de esas personas que cuando se enfadan se ponen a gritar y a aterrorizar al mundo.
—Reza porque nunca tengas que comprobarlo —bromeó.
Mi sonrisita aumentó cuando se bajó las bragas y las dejó junto a mi ropa. Se metió en la ducha conmigo, cerró la mampara y, en cuanto vio mi sonrisita estúpida, empezó a reírse.
—Deja de mirarme y abre el agua.
—Si siempre va a ser así, empezaré a ducharme diez veces al día.
—?Jack!
—?Vale!
Abrí el agua cálida y, en cuanto empezó a caer sobre nuestras cabezas, yo noté que se me quitaban las ganas de bromear. Un espasmo de dolor me cruzó el cuerpo y cerré los ojos, intentando aguantarme en la pared con una mano.
Jen apareció enseguida y me rodeó con sus brazos para sujetarme, acariciándome la espalda. Cuando abrí los ojos, vi que me miraba con una mueca preocupada.
—?Quieres sentarte?
Negué con la cabeza. Ella me observó unos segundos más antes de comprobar que no iba a caerme y alcanzó el champú. Sonreí un poco cuando vi que tenía que ponerse de puntillas para llegarme bien a la cabeza. Y más cuando vi su mueca de concentración.
—Puedo hacerlo yo —murmuré.
—Cierra la boca y déjame cuidarte, Jack.
Al cabo de unos segundos de insistir, terminé cediendo y la verdad es que fue sorprendentemente relajante tener los dedos de Jen masajeándome con suavidad la cabeza. Me dolía todo el cuerpo, pero al menos eso ocultaba un poco el dolor. Era casi como un sedante.
Cuando vi que me aclaraba el pelo y ella se lo enjabonaba a toda velocidad, no pude evitar ofrecerme a hacérselo yo. Casi me tiró el jabón a la cabeza, diciendo que me centrara en no caerme.
Qué cari?osa era siempre Jen.
La parte de enjabonarme el cuerpo fue... bueno, más interesante.
La observé con una sonrisita cuando vi que empezaba con mucha confianza pero iba cambiando y su cara iba enrojeciendo a medida que se pegaba más y más a mí. Al final, vi que tragaba saliva con dificultad.
—?Seguro que no quieres que vayamos a por el condón? —sugerí.
Ella se puso todavía más roja y se apartó de mí, murmurando que terminara yo. Puse los ojos en blanco y lo hice con una mano —sujetándome para no caerme con la otra— mientras ella se enjabonaba dándome la espalda.
En realidad, si lo que pretendía era que cambiara de opinión al darme la espalda... estaba consiguiendo lo contrario. Porque la visión de sus manos peque?as enjabonándose las nalgas empezó a hacer que me hirviera la sangre.
Al final, no pude aguantarme y tiré de su brazo hacia mí, dándole la vuelta para que se acercara. Su cuerpo chocó con el mío, pero me dio igual y le sujeté la cabeza para besarla.
No la había besado desde que todo esto había empezado. Ya habían pasado unas cuantas semanas. Y... mierda, echaba de menos tocarla. Y besarla. Y todo lo que pudiera implicarla a ella.
Jen correspondió al beso enseguida y abrió la boca bajo la mía, envolviéndome con los brazos mientras el agua chocaba contra nuestras cabezas. Noté que un sonido de placer emergía de su garganta cuando bajé las manos por su espalda resbaladiza, caliente y suave y la agarré el culo con ambas manos para acercarla a mí y cortar cualquier tipo de distancia que pudiera haber entre nuestros cuerpos.