Tres meses (Meses a tu lado #3)

—Está bien —dijo con un hilo de voz.

Miré de reojo a mi madre al pasar, que no se atrevió a decir nada. Al igual que mi hermano. Tuvo que ser mi abuela quien nos dijera que fuéramos a casa. Todos habían escuchado todo. Y ahora todos estarían tristes por culpa de un miserable como papá.

Conduje en silencio hacia casa con Jen al lado, pensativa. No sabía qué decirle. O cómo sentirme. No me estaba dando a mí mismo la oportunidad de sentirme aliviado todavía. Necesitaba asegurarme de que no volvería a hacer eso de marcharse por mi bien.

En cuanto llegué al garaje y aparqué el coche, nos quedamos sumidos en ese mismo silencio por unos segundos más, hasta que me vi obligado a decir algo.

—Ahora ya lo sabes —le dije en voz baja.

Jen me miró de reojo, como si no se atreviera del todo a hablar de ello.

—?El qué?

—Por qué nos llevábamos tan mal.

Jen apretó los labios y extendió una mano hacia mí, poniéndomela en el hombro.

—Os... golpeaba, ?no? —murmuró con un hilo de voz.

Y ahí fue cuando decidí contárselo todo.

Estaba harto de no hablar de eso con nadie. Nunca lo había hecho. Sentía que con las únicas personas con las que podía hablarlo no querrían hacerlo. O le quitarían importancia. Jen no era así. Ella solo me escucharía e intentaría hacer que me sintiera mejor. Y era... justo lo que necesitaba.

Jen siempre era justo lo que necesitaba y quería. Solo esperaba ser justo lo que necesitaba y quería ella.

Le conté todo. Desde lo de Mike hasta lo de la cicatriz. Sentí un tremendo alivio cuando ella no se enfadó por no habérselo dicho antes. Solo escuchó con atención e hizo unas cuantas preguntas más, mirándome fijamente.

—?Mary nunca...? —empezó, dudando—. ?Nunca hizo nada? ?O Agnes? ?O... Mike? ?Para defenderte?

Tragué saliva cuando se me formó un nudo en la garganta al recordarlo.

—Mi abuela nunca lo ha sabido —le dije en voz baja—. Cree que nos llevamos mal por... bueno, porque todos tenemos unos caracteres de mierda.

—?Y los demás?

—No hicieron nada.

Ojalá eso no hubiera sido cierto, pero lo era.

—?Nunca? —repitió Jen como si no se lo creyera—. Pero... ?lo sabían?

—Lo sabían, sí. Y no hicieron nada. Nunca.

Apreté los dientes cuando Jen se quedó en silencio. Sin poder evitarlo, me giré hacia ella.

—Nunca me había defendido nadie. Nunca. Hasta hoy. Hasta que has llegado tú.

Jen tenía los ojos llenos de lágrimas cuando apartó la mirada hacia cualquier cosa que no fuera yo, no supe si emocionada o avergonzada —como cada vez que le decía un piropo—. O ambas cosas.

—He oído toda la conversación —a?adí en voz baja, observando su reacción—. Incluida la parte en la que le decías que me querías. ?Es... cierto?

Jen volvió a mirarme, y vi que seguía intentando contenerse para no ponerse a llorar.

—Sabes que es cierto, Jack.

Sí, pero necesitaba oírlo. Nunca me lo había dicho.

—Dilo —mascullé, un poco más ansioso de lo que me hubiera gustado demostrar. No me podía creer que esa noche tan horrible hubiera terminado con esta conversación tan perfecta.

—Jack...

—Si es verdad, dime que me quieres.

Jen entreabrió los labios y, por un horrible segundo, tuve la impresión de que iba a echarse atrás. Pero no. Solo respiró hondo y asintió con la cabeza.

—Te quiero.

Solté todo el aire que estaba reteniendo de golpe, como si mi cuerpo se hubiera relajado al instante.

Dudé antes de estirar el brazo hacia Jen y sujetarle una mejilla con la mano para acercármela. Apoyé la frente en la suya y me contuve antes de besarla. Necesitaba que me dijera algo más.

—No más secretos —le pedí en voz baja—. Prométemelo.

—Te lo prometo —dijo también en voz baja.

—Nunca más —insistí, mirándola—. Quiero que hables conmigo, no que te vayas corriendo porque crees que es lo mejor para mí.

—Lo sien...

—No digas que lo sientes —mascullé, odiaba que se disculpara conmigo—, solo dime que no volverás a hacerlo.

Ella asintió un poco antes de poner su mano sobre la mía, en su mejilla.

—No volveré a hacerlo. Te lo prometo.

Y por fin, después de un a?o, me daba la sensación de que todo volvía a estar bien.

Ya no pude aguantarlo más. Corté por completo la distancia entre nosotros y la besé en los labios con mucha más intensidad de la que pretendía. Hacía demasiado tiempo que me contenía.

Pero no. No íbamos a hacer eso en mi maldito coche, en medio del aparcamiento del edificio.

Por ahora.

Me separé intentando contenerme y ella me miró, sorprendida.

—Ma?ana me desharé de toda esa mierda —y casi se evaporó mi felicidad al recordar cómo había sido la primera vez que lo había conseguido.

—Hazlo cuando estés listo —murmuró Jen, mirándome.

—Ya lo estoy. Pero, ahora mismo, estoy pensando en hacer otra cosa muy distinta. Y mucho mejor.

Sonrió un poco cuando bajé del coche y fuimos al ascensor. Jen se apoyó con la espalda en la pared mientras yo le daba al botón, mirándola. No me lo podía creer. No me podía creer que esto estuviera pasando de verdad. Era demasiado bonito para ser cierto.

Sin poder contenerme, me acerqué a ella y le sostuve la cara con las manos para besarla. Apoyé mi cuerpo contra el suyo cuando noté que me sujetaba la espalda con las manos y apretaba los dedos.

De hecho, creo que me habría quedado ahí para siempre de no haber sido porque ella se separó riendo y metió la mano entre las puertas del ascensor, que se estaba cerrando. Ni me había dado cuenta de haber llegado.

Salí del ascensor buscando como un loco las llaves en mis pantalones. Cuando por fin las encontré y metí la correspondiente en la cerradura, vi de reojo que Jen me observaba con aire divertido.

—?Algo que te parezca gracioso, Michelle? —entrecerré los ojos.

—Me enfadaría contigo por lo de Michelle, pero tu ansiedad me hace demasiada gracia.

Enarqué una ceja cuando su sonrisita divertida aumentó.

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