Tres meses (Meses a tu lado #3)

—Jack... —empezó, dudando, tan cerca de mi boca que sus labios rozaron los míos al hablar.

Intenté decir algo, pero al instante en que abrí la boca, un latigazo de dolor me recorrió el cráneo. Solté un sonido de protesta y me apoyé en la pared con el hombro. Jen cerró el agua enseguida, mirándome con los ojos muy abiertos.

—?Te he dicho que no hicieras tonterías! —protestó, y se apresuró a salir de la ducha para ir a por las toallas.

Adiós, diversión.

El dolor desapareció un poco cuando me obligó a sentarme sobre la tapa cerrada del inodoro y empezó a secarme la cabeza con una toalla y mueca de concentración pese a que había querido hacerlo yo. No pude evitar soltar una risita al verle la expresión.

Ella se detuvo un momento y frunció el ce?o, confusa.

—?Qué?

—Si cuando termine todo esto sigues aquí, voy a tener que compensarte durante muuuuchas noches por lo que estás haciendo.

—No lo estoy haciendo para que me compenses, idiota —sonrió, sacudiendo la cabeza.

—Ya lo sé, pero vamos a tener que recuperar mucho tiempo perdido. Yo estoy dispuesto a sacrificarme y hacerlo, Jen.

Empezó a reírse y me quitó la toalla de encima de la cabeza.

—Seguro que sufrirás mucho haciéndolo —enarcó una ceja, divertida.

—Oh, sí. Será mucho trabajo acumulado. Tendremos que estar mucho tiempo juntitos y desnudos, Michelle.

Ella hizo una pausa y se ajustó mejor la toalla que se había puesto alrededor del cuerpo. Fruncí el ce?o cuando vi que su cara pasaba de ser divertida a ser un poco triste.

—?Qué pasa? —pregunté, preocupado.

Jen agachó un poco la cabeza antes de mirarme.

—?Si cuanto termine todo esto sigues aquí? —repitió—. Jack, no me voy a ir a ningún lado. La otra vez lo hice porque fui... una ilusa. Pero no volvería a hacerlo.

Entreabrí los labios, sorprendido, y empecé a negar con la cabeza.

—Jen, no quería decir eso. Me refiero a que esto es una mierda. Y... sé que va a ponerse peor. Ojalá no fuera así. Pero ya lo he pasado. Y sé que llegará un momento en que empezaré a estar de mal humor y portarme como un gilipollas. Y querrás irte.

—Jack, estoy más que acostumbrada a tu yo gilipollas —sonrió un poco.

—Vaya, gracias.

Ella suspiró y, para mi sorpresa, se sentó en mi regazo y me rodeó el cuello con los brazos, mirándome. Sus ojos casta?os brillantes me recorrieron la cara entera antes de detenerse en los míos.

—?Cuándo vas a meterte en la cabeza que no me iré a ninguna parte sin ti?

Se inclinó hacia mí, acunándome la cara con las manos, y me dio un beso tan suave en los labios que ni siquiera fui capaz de corresponderle. Me había quedado medio embobado.

—Si me das otro beso así creo que empezaré a convencerme —dije enseguida.

Ella sonrió, divertida, y me dio otro. Y otro. Y antes de darme cuenta el beso tierno ya no era tan tierno y ella me besaba con ganas, apretando los dedos en mis mejillas. Yo la había rodeado con los brazos, apretándola contra mi cuerpo.

Sin embargo, se detuvo antes de que la cosa fuera a más y respiró hondo. El pecho de ambos subía y bajaba rápidamente cuando escondió la cara en la curva de mi cuello. La abracé con más fuerza, amoldándola a mi cuerpo.

—Tienes que afeitarte —murmuró de repente, todavía con las manos en mis mejillas.

Sonreí, divertido.

—También podría dejarme una barba de esas gigantes. Yo creo que me daría un look muy sexy.

—Oh, no, por favor —murmuró contra mi cuello, riéndose.

—O podría dejarme bigote. Y girar las puntas hacia arriba para darme un toque más enigmático.

—?Jack! —murmuró, todavía riéndose.

Con el buen humor del momento, se había olvidado incluso lo muchísimo que me dolía todo el cuerpo. Solo podía pensar en alargar el tiempo que pasaría con ella antes de irnos a dormir.

Y solo se me ocurrió una cosa.

—?Quieres ver una película?

Jen se quedó muy quieta un momento antes de levantar la cabeza de golpe y mirarme, pasmada.

—?Quieres... ver una película? —preguntó, perpleja. No había querido ver nada desde que todo esto había empezado.

Asentí con la cabeza y vi que intentaba con todas sus fuerzas ocultar su mueca de felicidad.

—Claro que sí —murmuró, acariciándome las mejillas con los pulgares—. ?Cuál quieres ver?

Su expresión fue cambiando hasta volverse desconfiada cuando vio que esbozaba una sonrisita malvada.

—Mulán.

Bueno, está claro que esa noche hubo muchas bromas respecto a Mushu, ?no?

De hecho, llegó a un punto en que me estampó una almohada contra la cabeza y luego vino casi corriendo, aterrada, por si me había hecho da?o. Yo solo podía reírme a carcajadas.

El dolor fue remitiendo durante las semanas siguientes, aunque mi humor también fue agriándose. Cada vez me resultaba más difícil dormirme o quedarme quieto durante mucho tiempo seguido. Estaba de los nervios. Podía notar los cosquilleos en las piernas y los brazos cuando estaba más de diez segundos sin moverme.

Y me volvía loco con cualquier tontería. Incluso llegué a tener una discusión con Naya, aunque ni siquiera recordaba muy bien por qué había sido.

Sí recordaba a Will advirtiéndome que, como volviera a hacer llorar a su novia, iba a darme un pu?etazo que iba a desencajarme la mandíbula.

Sí, Will. Amenazando con pu?eatazos.

Habíamos llegado a ese punto.

Está claro que me disculpé con Naya un rato más tarde. De hecho, me acerqué a ella al sofá con una mueca de vergüenza, pero me sorprendió ver que ella estaba tan tranquila mirando la televisión mientras devoraba una tableta de chocolate.

—Eh... ejem... —me aclaré la garganta y me miró—. Siento lo de antes, Naya, no quería...

—Bah —murmuró y me hizo un gesto como restándole importancia.

Parpadeé, confuso. ?Ya estaba? ?Se le había pasado?

De pronto, completamente de la nada, ella soltó la tableta de chocolate y empezó a llorar.

Pero a llorar de verdad. Incluso con convulsiones, sollozos y aporreando el sofá con los pu?os.

Joana Marcús Sastre's books