—De nada —él me sonrió—. Pero ?gracias por qué?
—?Qué cena? —me preguntó Jen.
Y, claro, por culpa de Mike no pudimos pasar de esa cena con mis padres.
Y, claro, también tuve que ir de compras.
?Es que a mi hermano le gustaba traer la desgracia hacia mí o qué?
Cuando llegamos a casa después de una larguísima tarde de compras, mis ganas de morirme aumentaron drásticamente cuando vi que Jen no dejaba de ponerse y quitarse jerséis sin quedar contenta con el resultado. ?Es que era el único al que le parecían todos iguales?
—Deja de resoplar —protestó.
—?Cuántas veces te has cambiado en cinco minutos?
—Es que no me gustaban.
—Eran todo jerséis. Todos ellos.
—?Y qué? No son iguales.
—Son literalmente iguales.
—Eso no es verdad. Mira, este es más ancho de aquí y de aquí, el otro era más...
—?No puedes elegir uno cualquiera y ya? —casi gimoteé.
—?No!
—?Todos te quedan igual!
—?Que no es verdad!
—Muy bien, ?y si yo elijo uno?
Estaba claro que iba a elegir el rojo, pero disimulé un poco mirando los demás. Jen se lo puso con una sonrisita.
—?Sabes? —murmuró—. Ni siquiera es mío. Es de Shanon. Lo curioso es que se lo regalé por su cumplea?os, cuando cumplió los...
—Mierda.
Oh, no. Cumplea?os, regalos... el regalo de Jen.
Ella parpadeó, sorprendida.
—?Qué?
—Mierda, se me había olvidado.
Rebusqué en el cajón en que lo había guardado a toda velocidad mientras ella me miraba, confusa.
—?Qué haces?
—Buscar tu regalo de cumplea?os. Aquí está. Menos mal que me lo has recordado. Se me había olvidado.
Lo saqué con una sonrisita orgullosa y se lo tendí a Jen, que tenía la boca entreabierta. Esperé unos segundos a que reaccionara, pero no parecía tener muchas intenciones de hacerlo.
—No me esperaba una reacción tan mala, la verdad —sonreí.
—?Me has comprado un regalo? —preguntó en voz baja.
—Claro que te lo he comprado. Hace unas dos semanas. En fin, ábrelo.
Y se lo lancé sin nada de cuidado. Jen abrió mucho los ojos para atraparlo justo a tiempo, alarmada.
—?Ten cuidado, es mi regalo!
—?Solo era para animar la cosa! ?Estabas como... ida!
—?Si llega a caerse...!
—Bueno, no se te ha caído. ábrelo de una vez.
?Quería ver su reacción!
Nos sentamos los dos en la cama y yo insistí en que lo abriera, pero Jen tenía tan poca prisa como de costumbre, cosa que me ponía de los nervios. Al final, solté una maldición entre dientes y lo abrí yo mismo mientras ella se reía a carcajadas.
—Hay que tener más paciencia, Jackie —me dijo, burlona.
—Cállate y mira tu regalo, Michelle.
Finalmente, quitó el dichoso papel y se quedó mirando la caja de pintura que tenía delante. Yo repiqueteé los dedos en la cama, nervioso.
—?Te gusta?
—Jack... —murmuró—, ?cuánto te ha costado esto?
Fue como si me quitara todos los nervios de golpe para obligarme a poner una mueca.
—Eso es un poco maleducado para preguntar, se?orita.
—Pero... pero... esto es carísimo.
—?En serio eso es lo primero que me dirás? —puse una mueca, esperaba un poco más de emoción, no hablar de dinero—. Tampoco es para tanto. Puedo permitírmelo.
—Pero...
—Jen, he ganado muchísimo dinero con la película —más del que necesitaba—. Créeme, puedo permitírmelo.
—Vale, pero...
Si decía otro pero iba a comprarle otra solo para molestar.
—Simplemente, acéptalo. ?No te gusta pintar?
Vi su expresión y cerré los ojos un momento.
—Dime que sigue gustándote, porque mi madre se reirá si ahora resulta que...
—Jack, no sé... no sé qué decir.
—?Gracias? —sugerí con una sonrisita.
—Gracias —murmuró, y sonó tan agradecida que me sorprendió.
Pero, claro, era Jen, no podía simplemente aceptar un regalo. Estuvimos casi diez minutos irritándonos el uno al otro hasta que, finalmente, abrió la caja y empezó a mirar todas las coas con una sonrisa emocionada. Yo seguía sin entender para qué eran tantas cosas.
En cuanto volvimos a esconderlo todo, suspiré y me encaminé hacia la puerta, pero me sorprendió cuando me detuvo por la mu?eca.
—Gracias por el regalo —repitió, mirándome.
Sonreí un poco.
—No hay de qué —le aseguré—. El pacer ha sido m...
Me detuve en seco cuando ella me sujetó la cara y se puso de puntillas para darme un beso en los labios.
Creo que ni siquiera me había dado tiempo a reaccionar cuando se separó y me acarició las mejillas con los pulgares.
—Y gracias por todo lo demás —a?adió.
Noté que mis hombros se relajaban y asentí una vez con la cabeza, recorriéndole la cara con los ojos.
Y supe que, o nos íbamos ahora, o no nos iríamos de esa cama.
—Venga, vamos a la cena.
Capítulo 17
—No me puedo creer que realmente creyeras que diría que no a una lasa?a.
Puse los ojos en blanco.
—?Déjame en paz ya con el tema! —protesté, mirando al frente.
Jen se cruzó de brazos, también mirando al frente. No me podía creer que me hubiera estado torturando con la maldita lasa?a durante todo el camino.
Mike, por cierto, solo se reía de mí en el asiento trasero.
—Por cosas como esta me alegra estar solo —murmuró felizmente.
—Y así seguirás —mascullé, molesto.
—Bueno, siempre tendré a mi hermanito querido.
—No.
—Y a mi cu?adita querida.
Jen le dirigió una mirada de ojos entrecerrados un instante antes de quedarse en silencio por un buen rato. De hecho, parecía tan concentrada en algo que me vi obligado a pincharle el brazo con un dedo para que volviera a la vida.
—?En qué piensas tanto?
—En que deberías estar agradecido por esa sudadera tan bonita y nueva que llevas puesta.
Bueno, vale. La sudadera que me había comprado me gustaba.
Pero ?admitirlo? ?Yo? Jamás.
Llegamos a casa de mis padres y dejé el coche en el garaje. Mike fue el primero en entrar y saludar a mamá.