—Y tú... —empezó, en voz baja y amenazadora.
Abrí mucho los ojos cuando empezó a sacudir frenéticamente la cuchara delante de mi cara.
—?Vas a hacerte cargo del bebé? —casi me gritó—. ?Porque no es solo de la irresponsable de mi hija! ?Es cosa de dos!
—?Papá! —Jen quitó la cuchara, roja como un tomate.
Pero su padre estaba muy ocupado gritándome.
—?Si eres bueno para embarazar a mi ni?a, eres bueno para...!
—?Que el bebé es de Will y Naya! —chilló Jen.
Hubo un momento de silencio absoluto en la mesa. Mi querido suegro dejó por fin de mirarme como si quisiera arrancarme la cabeza y solo parpadeó, confuso, hacia Will y Naya.
Y, de pronto, todo el mundo pareció muy feliz.
—?Enhorabuena! —exclamó casi todo el mundo al unísono.
Y Jen, claro, era la personificación de la indignación. Incluso estaba cruzada de brazos, ofendida.
—?Por qué todo el mundo se alegra por ellos y no por nosotros? —masculló.
—Porque no sabes ni cuidar de ti misma —su hermana la se?aló—. Imagínate si tuvieras que cuidar de otro ser vivo. Qué desastre.
Siendo sinceros... Jen cuidaba muchas veces de mi hermano. E incluso de mí, de vez en cuando.
Si alguna vez tenía hijos, sabía que sería una madre genial.
—?Podría hacerlo perfectamente! —Jen frunció el ce?o.
—Oh, sí —uno de sus hermanos (no sé cuál era de los dos) sonrió—, como la tortuga Tobby.
—Oh, me acuerdo de esa pobre tortuga —dijo el otro—. Qué final tan idigno.
Y así empezaron a hablar de todas las mascotas de Jen y de sus pobre muertes súbitas. Intenté no reírme en todo el rato. No quería que la furia de Jen cayera sobre mí.
—?Yo no soy un desastre, sería una madre genial! —exclamó, mirando a su alrededor en busca de ayuda—. ?A que sí?
Cuando vio que nadie respondía, decidió apostar por lo seguro y se giró hacia mí amenazadoramente.
—?A que sí? —repitió, esta vez con los ojos entrecerrados.
—La madre del a?o —dije enseguida.
—?Veis? —exclamó a los demás.
Como Jen seguía indignada, fuimos los primeros en irnos de la mesa y subir a dormir. Ella estaba agotada, así que decidí que no iba a molestarla demasiado. Solo vi que se tiraba sobre la cama y me cambié rápidamente de ropa.
—?Cansada? —pregunté al ver que bostezaba con ganas.
Asintió con la cabeza con una peque?a sonrisa adormilada.
—Ven aquí —murmuré, acercándome.
Ella se deslizó en la cama hasta quedar pegada a mí y le pasé la mano por la espalda. Casi al instante en que empecé a masajearla, vi que sus ojos empezaban a cerrarse. Estaba realmente agotada. Sonreí un poco y me incliné para besarle otra vez la comisura de los labios.
—Buenas noches, Jen.
Ella ya no respondió. Se había quedado dormida.
Me pasé unos minutos acariciándole la espalda por debajo de la sudadera de Pumba. Tenía la piel suave y cálida. Había echado de menos poder acariciarla. Y me gustaba la forma en que se pegaba todavía más a mí cuando estaba dormida.
Sin embargo, me descentré un poco cuando escuché que llamaban suavemente a la puerta. Levanté la cabeza y me separé de Jen con cuidado, dejándola sola en la cama y acercándome a ella.
Para mi sorpresa, el se?or Brown estaba de pie en el pasillo, con aspecto muy incómodo.
—Ah, hola, Jack —dijo, y se aclaró la garganta—. ?Jenny está dormida?
—Sí —dije, confuso—. Si quiere, la despierto.
—No, quiero hablar contigo.
Oh, oh.
Bueno, si iba a matarme, al menos no iba a morir estando peleado con Jen.
Lo seguí escaleras abajo y nos quedamos en la cocina vacía. él no dejaba de juguetear con las mangas de su camisa. También estaba nervioso. No era el único.
—Bueno, quería hablar contigo de lo que ha pasado hoy en la cena —aclaró.
—?El qué? —seguía estando un poco perdido.
—Cuando hemos creído que Jenny estaba embarazada.
—Oh —no supe qué decirle.
—Solo quería disculparme por haber reaccionado así.
Seguía sin saber qué decirle. Solo asentí con la cabeza, dubitativo.
—No se preocupe, se?or Brown, lo entiendo.
—No, no es eso, es... —suspiró—. Mira, Jenny ya tiene veinte a?os. Su hermana tenía dos menos cuando tuvo a su hijo. De hecho, en el momento en que se quedó embarazada solo tenía diecisiete. No sabes lo que fue para su vida tener que cuidar de un hijo. Sé que es feliz con Owen y todo eso, pero sé que se perdió ciertas cosas que ya no va a poder recuperar.
Hizo una pausa y yo, de nuevo, no tenía palabras. No entendía muy bien dónde quería llegar.
—No tengáis prisa por tener hijos —aclaró finalmente—. Por favor, espero no tener que preocuparme por nuevos nietos hasta, al menos, dentro de cinco a?os.
—Yo no tengo prisa —le aseguré, divertido.
—Eso espero, porque... uf... quiero mucho a Jenny, pero ahora mismo no la veo preparada para eso.
—No creo que Jen tenga tampoco ninguna prisa, se?or Brown.
—Eso espero —repitió.
Me miró unos segundos, pensativo, antes de fruncirme el ce?o.
—?Y me puedes explicar qué pasa con vosotros dos? Porque hace unos meses ni os hablabais y ahora ya volvéis a estar juntos como si nada. No hay quien os entienda.
—Creo que ni siquiera nos entendemos nosotros —murmuré.
él sonrió, mucho más relajado que antes, y me puso una mano en el hombro.
—Bueno, sea como sea... solo quería decirte que últimamente he notado a Jenny más animada. Es obvio que vivir con vosotros la hace feliz.
Y él no sabía lo feliz que me acababa de hacer diciendo eso.
—Y, bueno, supongo que debería darte las gracias. Nunca has pedido nada a cambio de soportar a mi hija —puso los ojos en blanco—. Y he vivido con ella casi dieciocho a?os, créeme que sé que debes tener paciencia.