—Está bien. Hagámoslo.
Will se desvía para ir hacia el parque de caravanas. Caminamos por la gravilla, entramos y saca el juego de debajo de la cama. Distingo al lado una esquina de papel brillante que parece de regalo, pero lo olvido en cuanto él abre la casilla y saca un peque?o papelito en el que se indica la carta correspondiente. Me la da y se sienta en la cama, a la espera. Me acomodo junto a él, la abro y casi puedo oír la voz de mi hermana susurrándome al oído con ese tono suyo risue?o y dulce.
Peque?a Grace:
?Recuerdas cuando llegaba Navidad y los tíos y el abuelo nos daban dinero? Tú te lo gastabas una semana después porque siempre has sido impaciente y yo…, bueno, yo lo guardaba. No estoy segura de para qué, pero es que todo lo material me pareció siempre trivial y nunca necesité grandes cosas, ya lo sabes. ?Y aquel verano que trabajé con Marge en la cafetería? Pues también ahorré todo lo que gané. Así que sí, ese dinero es tuyo, te lo regalo. Lo encontrarás en el tablón suelto de mi habitación, ya sabes cuál es. No voy a decirte en qué deberías gastarlo, pero espero y confío en que merecerá la pena.
El juego está llegando a su fin.
Ojalá pudiese verte ahora.
Con amor, Lucy.
Tengo una congoja en el pecho que no desaparece cuando Will me abraza y me da un beso en la frente. Me quedo ahí un momento para coger aire y dejar que el nudo que me atenaza la garganta se deshaga, pero no ocurre.
Sigue dentro, bien prieto.
Will me lleva de regreso a casa. Encuentro a mis padres en el salón viendo las noticias; ella está en el sofá y él, en la butaca. Es una escena familiar de lo más cotidiana y por eso resulta sorprendente lo extra?a que me parece, como si algo no encajase; pero ahí están, juntos.
Subo las escaleras y, en lugar de entrar en mi habitación, voy a la de Lucy.
Aparto un poco el escritorio de un empujón y me agacho en el suelo. Me equivoco en el primer intento, pero la segunda tabla sí se mueve y logro levantarla. Veo una bolsita de tela y sonrío porque me encanta imaginarla ideando el juego, pensando en cada detalle. La abro. Está llena de dinero. Mucho dinero. Casi íntegramente lo que debió de ganar aquel verano trabajando, más a?os y a?os siendo una hormiguita.
Y no tengo ninguna duda sobre qué haré con él.
43
Grace
—?Un viaje por Europa?
—Un viaje por Europa, sí.
—Pero eso suena… ?increíble! —Olivia sonríe con toda la cara porque no sabe hacerlo de otra manera.
—Me da un poco de vértigo, pero creo que a Lucy le hubiese gustado la idea. Todavía no he pensado mucho en los detalles, aunque me gustaría irme pronto, en cuanto termine el verano, y probablemente esté fuera varios meses…
Levanto la vista cuando escucho las campanillas de la puerta y veo a Will entrando en la cafetería. Viste pantalones vaqueros, camiseta oscura de manga corta y, por la manera en la que el pelo cae desordenado por su frente, es evidente que acaba de ducharse. Les pedí a él y a Olivia que viniesen porque quería que se conociesen. Esboza una sonrisa peque?a al verme, de esas que le dibujan un hoyuelo en la mejilla derecha, aunque no llegue a curvarle los labios del todo. Se acerca con paso seguro y me da un beso suave en los labios. Aún sigue sorprendiéndome el gesto, que me salude así cada día o la idea de poder hacer lo mismo cuando me apetezca.
Después, mira a Olivia y se presenta.
—Encantada. He oído hablar bastante de ti, aunque no te imaginaba así. Ahora que te veo, creo que puedo entender por qué a Grace le fascinas tanto…
Consigo darle un pisotón por debajo de la mesa, pero lleva unas botas militares de color amarillo que interfieren en mi cometido.
—?Ya habéis pedido? —pregunta Will.
—No, estábamos a punto de hacerlo.
—Yo me levanto. ?Qué queréis?
—Tarta de zanahoria —dice Olivia.
—Dos tartas. Y café con leche —a?ado.
—Dos cafés con leche y dos tartas —concluye Olivia.
La mirada de Will va de una a otra hasta que vuelve a sonreír y sacude la cabeza, como diciendo ?ya sé por qué os lleváis bien?. Se aleja hacia la barra y nosotras continuamos comentando posibles alternativas sobre el viaje. Cuando regresa, deja el pedido en la mesa y se sienta a mi lado.
—?De qué estáis hablando?
—Del viaje —dice Olivia.
—Ah, eso. ?Has decidido por dónde empezar?
Fue el primero al que le conté lo que pensaba hacer con el dinero, después lo compartí con el abuelo cuando fui a visitarlo y lo encontré en el taller del garaje y, por último, informé a mis padres y a Olivia. Todos parecen estar de acuerdo en que es una buena decisión, pero hasta la fecha ni siquiera tengo claro el primer destino y debería empezar a planificarlo pronto, porque debo ocuparme del visado y otros papeles.
—Todavía no estoy segura. Estamos —a?ado.
—No, la decisión es tuya —se apresura a recalcar Will haciendo un gesto con las manos—. Yo solo voy a ser un fiel escudero, pero este viaje depende de ti.
Tiene razón. Cuando le pregunté a Will si le gustaría acompa?arme, no lo dudó ni un solo segundo antes de aceptar, pero el viaje sigue siendo mío. He tardado todo este tiempo en darme cuenta de que deseaba cosas que no sabía que deseaba y quizá sea lo más triste de todo, que no me cuidaba lo suficiente como para mirarme por dentro. Sí, la vida en Ink Lake es bastante agradable, pero quiero ver más, mucho más. Quiero viajar para conocerme lejos de casa, para verme en el reflejo de otras aguas y contemplar mi hogar desde una perspectiva distinta, más abierta, cuando decida que me apetece regresar.
Olivia me coge de la barbilla para obligarme a mirarla.
—Contesta sin pensar. ?Qué ciudades deseas ver?
Cierro los ojos con fuerza sintiéndome tonta y digo: —?ámsterdam, Florencia, Roma, París, Londres…!
—No está nada mal. —Olivia me suelta, se lleva un trozo de tarta a la boca y permanece meditativa sin dejar de masticar—. ?Cuánto tiempo durará el viaje?
—Aún no lo sabemos —admito.