El mapa de los anhelos

—De acuerdo.

Así que durante la siguiente hora y media me dedico a beber a sorbitos de mi vaso mientras leo el libro que llevaba en el bolso. De vez en cuando, levanto la vista de las páginas y observo a Will, porque disfruto comprobando una y otra vez lo meticuloso que es; su manera de servir las bebidas sin que se derrame ni una gota, lo organizado que lo tiene todo detrás de la barra y cómo la limpia con el trapo cada dos por tres.

Al acabar la jornada, cuando todos los clientes se han ido, me quedo allí con él y con Paul, que hace recuento de la caja. Parece satisfecho cuando la cierra.

—?Una buena noche? —pregunto.

—Bastante aceptable, sí —dice.

—?Te importa que hoy salga un poco antes? —le pregunta Will.

—No. Yo me encargo de recoger lo que queda. —Paul le da una palmada en la espalda y sigue a lo suyo mientras Will rodea la barra y me alcanza.

Una vez fuera, le quito el candado a mi bicicleta. Aunque él ha traído el coche, decide acompa?arme a casa dando un paseo con la excusa de que le apetece mover las piernas. Caminamos despacio, yo empujando la bici y él a mi lado mirando hacia el cielo oscuro de vez en cuando como si estuviese buscando algo.

—?Qué querías decirme antes?

—Ah, sí, sobre eso… —Hago una pausa y vuelvo a meditarlo—. Creo que sería una buena idea empezar el viaje en ámsterdam. Desde ahí movernos a Londres, París, Florencia y Roma.

—Me parece perfecto.

—Pero todo eso podría variar.

—Sí. En los viajes de este estilo siempre surgen imprevistos, está bien que vayas con la mente abierta…

—Excepto en una cosa —lo interrumpo—. Hay algo que me gustaría que fuese inamovible. He pensado en alargar el viaje hasta el veintinueve de noviembre y, cuando ese día llegue, necesito estar en Viena.

—?Debería saber por qué?

—Será el aniversario de la muerte de mi hermana. Y no quiero que sea triste, me niego a ir al cementerio para dejarle flores. Desearía que ese día fuese el más bello del mundo por si acaso…, por si acaso me está viendo. ?Suena estúpido?

—No.

—Bien. Porque quiero ver la obra de Klimt y caminar por Viena y sonreír.

—Me parece perfecto. —Will se inclina sin dejar de andar y me da un beso en la sien—. Haremos todo eso. Te lo prometo.





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Grace


Estimada se?orita Grace Peterson: Nos complace haber recibido su solicitud para cursar sus estudios en Academy of Art University, pero debemos comunicarle que no ha sido seleccionada para formar parte del curso que empezará en breve. La razón es bastante evidente, pero, dada la excepcionalidad de su caso, queríamos recordarle que el plazo para las inscripciones se cerró un mes antes de que su carta llegase a nuestro departamento.

No obstante, a título personal, voy a tomarme la licencia de decirle que su carta me ha parecido tan desastrosa como sincera. Su nota media dista mucho de ser excelente y hay un intervalo de a?os en blanco que podrían poner en duda su constancia, pero, pese a todo ello, no puedo pasar por alto que cada palabra me ha emocionado y, al final, ?acaso el arte no trata precisamente de eso? Si el a?o que viene sigue deseando proceder con sus estudios, le sugiero que envíe su solicitud dentro del plazo establecido porque, de ser así, estoy bastante segura de que con gusto le asignaremos una plaza en el curso correspondiente. Confío en que así será.

Cordialmente, Tally Fisher.

Secretaria de admisiones de Academy of Art University.





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Grace


La sesión grupal de esta semana ha sido intensa porque Adrien nos contó que al final se decidió a quedar con la mujer a la que conoció en el parking y fue una cita maravillosa. Faith ha aplaudido, Dona se ha echado a reír, y Jane y Matilda han estallado en llanto. Después, ha habido muchos abrazos entre restos de limonada y pastelitos de coco rellenos de fresa. Ha sido extra?amente alegre y triste a la vez.

Cuando hemos salido de allí, mamá se ha puesto frente al volante y en lugar de dirigirse hacia casa ha girado al llegar a la avenida principal y me ha traído hasta este lugar en el que ahora nos encontramos, un barrio que queda a las afueras de Ink Lake, con varias hileras de casitas idénticas que alguien dejó a medio construir. Faltan las ventanas, los últimos acabados y la mayoría de las fachadas están pintarrajeadas.

—?Qué te parece? —pregunta cuando termina de contarme en qué punto se encuentra el proyecto y cuál va a ser exactamente su cometido.

—Son bonitas. Es una pena que estén abandonadas.

—Eso mismo pensé cuando vine a verlas…

Suspira y alza la vista hacia una de las casas. Se queda mirándola un buen rato y me pregunto si se dará cuenta de que estar en este lugar, vestida con un pantalón beis que hacía mucho que no usaba y con la mirada llena de ilusión, es una victoria inesperada, porque ni siquiera yo, que siempre anhelé que mi madre fuese mi madre en el sentido más clásico de la palabra, habría apostado que ocurriría y me siento afortunada de poder ser testigo de ello.

—Todo el mundo dice que eras la mejor…

—Bueno… —Baja la vista hacia mí y la veo dudar, pero después su semblante cambia y asiente—. Pues sí. La verdad es que lo era, ?qué demonios!

—Eso. Bien dicho.

Y nos sonreímos antes de regresar al coche.

Ya es tarde, pero le pido si puede dejarme en la biblioteca. Ella asiente y cambia de dirección para llevarme hasta allí. Le explico que estoy planificando el recorrido del viaje y que quiero coger algunas guías de varias ciudades y poder leerlas con calma, pasando las páginas, nada de buscar en Internet tan solo los lugares más emblemáticos o visitas ya organizadas. Quiero ir por libre, pero teniendo conocimientos previos.

Frena delante de la puerta cuando llegamos.

—?Vuelves por tu cuenta? —pregunta.

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