El mapa de los anhelos

Levanto la vista hacia él todavía con uno de los vasos en la mano. Lo cierto es que no me había parado a pensarlo. Que no quiero pensarlo, en realidad. Todo está bien así. Es la primera vez que siento por una persona esta mezcla de admiración, confianza y deseo. Grace es un refugio. Un haz de luz entre mis propias sombras.

—Sí, no me importa. Me gusta viajar sin más. Y Grace necesita hacerlo, así que simplemente estaré a su lado. Además, es la primera vez que se aleja de casa.

Nos quedamos callados un rato mientras terminamos de recoger. Cojo la escoba y barro entre las mesas y las sillas. Paul se ocupa de la caja. Al terminar, tras anotar el recuento de la jornada en una libreta, la cierra y lanza un suspiro largo.

—?Y qué harás cuando el viaje acabe?

—Todavía no estoy seguro —admito.

—?Dudas entre varias opciones?

—Mmm… —No me apetece seguir hablando del tema, pero como conozco a Paul porque llevamos tiempo trabajando juntos, sé que no lo dejará correr, así que digo—: Es posible que me marche a San Francisco si el próximo a?o Grace entra en la universidad.

Paul alza las cejas y frunce el ce?o con lentitud.

—Debo suponer que tu ocupación actual es seguir los pasos de tu chica. ?No hay nada que a ti te apetezca hacer con independencia de ella?

No lo pienso. No lo medito. No lo analizo. No quiero.

—No —contesto secamente, y me pongo la chaqueta.

La luna brilla en lo alto del cielo cuando camino por el parque de caravanas y entro en la mía. Nunca imaginé que terminaría cogiéndole tanto cari?o a este lugar, pero me gusta su aplastante sencillez. No puedo acumular cosas, me veo en la obligación de ir al supermercado a diario y paso horas leyendo en la lavandería. Pero tiene todo lo que alguien como yo puede necesitar: un techo, paredes, agua, luz.

Me quito la ropa y me pongo algo más cómodo.

Cuando me dejo caer en la cama, noto que huele a ella. El olor de Grace es bastante específico porque usa una colonia de moras silvestres con un rastro dulzón; la vi en la mesilla de noche cuando estuve en su habitación. Me giro, enciendo una vela y suspiro antes de agacharme para mirar debajo de la cama. En este lugar guardo gran parte de mis pertenencias. Ahí está ?El mapa de los anhelos?, el regalo de cumplea?os que nunca le di a Grace y el libro que estaba buscando y del que me olvido al instante porque mi mano decide tirar con suavidad del lazo del regalo. El paquete se desliza por el suelo. Lo cojo. Debería habérselo dado esa noche, pero fue imposible. Y después no he encontrado el momento. En realidad, ya no sé si lo encontraré. No queda mucho tiempo.

Termino dejándolo sobre el banco, junto a las pilas de novelas. Cojo el libro y me tumbo. Leo una media hora hasta que, de pronto, alguien aporrea la puerta de la caravana.





47


Grace


Vuelvo a llamar con fuerza.

Will abre y una sonrisa se dibuja en su rostro. Y es tan arrolladora y perfecta que quiero que se quede ahí curvando sus labios hasta que me aburra de ella, algo que está lejos de ocurrir. Se aparta para dejarme entrar y cierra a mi espalda.

—Admito que me estoy aficionando a esto de que aparezcas de madrugada.

—Lo siento…

—?No me has oído? No hay nada que sentir.

Sus manos están calientes cuando acogen mis mejillas y se inclina para besarme lenta y profundamente. Se me aflojan las rodillas. Por un instante, rendida ante el beso, me olvido de la razón por la que había ido a verlo y me dejo llevar, me pierdo en la suavidad de su lengua y en la calidez de su boca, pero luego todo me golpea de pronto: la ausencia de mi hermana, el divorcio de mis padres, mi propia inconsistencia…

—Will. —Apoyo las manos en su pecho.

—Dime —murmura contra mi cuello.

—He venido porque… —Estoy un poco mareada, tanto por sus caricias como por mi propósito—. Necesito abrir la última casilla.

él se aparta en ese momento y me mira fijamente.

—?Estás segura?

—Sí, muy segura. Solo faltan un par de semanas para que nos embarquemos en el viaje y quiero acabar antes ?El mapa de los anhelos? —digo atropelladamente—. Me da miedo. Me da miedo quedarme vacía cuando todo termine, pero ?acaso la vida no va justo de eso? De afrontar esos miedos y los vacíos y las aristas. No hablo de superarlos ni de ignorarlos, sino tan solo de ser capaz de mirarlos de frente.

Will me observa en silencio unos instantes. No sé qué está pasando por su cabeza, no puedo saberlo porque tiene un don para que su rostro se muestre inexpresivo cuando no quiere dejarme entrar. No contesta. No como esperaba que lo hiciese. Tan solo asiente y se agacha para sacar de la cama el juego.

—Está bien, si es lo que quieres…

Lo deja en mis manos. Como todo lo demás.

Y sé que es algo a lo que debería prestarle atención, porque la sensación pegajosa regresa, pero lo ignoro todo cuando abro la última casilla. Hay un papelito enrollado con el número de la carta que Will me da. Me siento en la cama. Saco la nota. Cojo aire.



Peque?a Grace:

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