—Voy a quedarme contigo, para siempre... —Su voz ronca me traspasó y me acarició por dentro. Se coló en cada rincón vacío y lo colmó. Se me escapó un sollozo—. Si tú aún quieres.
—Quiero que te quedes —susurré sin apenas voz. Me abrazó contra su pecho y yo me sentí por fin completa—. Quédate.
—Sí.
—Quédate.
—Siempre.
Su boca entreabierta sobrevolaba la mía.
Uno. Dos. Tres...
Me encantaba ese espacio entre nosotros.
Cuatro. Cinco. Seis...
Justo antes de besarnos.
Siete. Ocho. Nueve...
Sus labios me buscaron, me encontraron, y yo cerré los ojos. Temblando. Sonriendo. Volando alto, muy alto.
Porque, a veces, dejar que suceda es todo lo que necesitas.
79
Hay gente que cree que somos las circunstancias que nos encontramos en la vida. Otros piensan que somos las decisiones que tomamos cada día. Yo no sé lo que soy, si un cúmulo de circunstancias o un pu?ado de decisiones. Quizá un conjunto de ambas. O ninguna.
No sé quién soy. No sé qué hago ni qué quiero hacer. No sé nada, esa es la verdad. Y ya no me preocupa averiguar todas esas cosas. Sin embargo, si alguien me preguntara qué soy, sé lo que respondería.
Giulio decía que el pasado está hecho de recuerdos, el presente se compone de instantes y el futuro nace de los sue?os. Pues eso soy: recuerdos, instantes y sue?os.
Epílogo
El cielo nos arropa como un manto negro de terciopelo y el aire dulce del verano nos envuelve mientras paseamos por la playa de la mano. Han pasado casi tres a?os desde que regresé a ella. Desde que elegí quedarme. Tres a?os en los que aún no he logrado encontrar una vocación que defina lo que soy, y no me importa.
Sigo viviendo al día y no me preocupa lo más mínimo, porque mi vida es perfecta tal y como está. Sin necesidad de buscarle un sentido ni de esperar el momento.
Este es perfecto. Y el que vendrá después. Y después. Porque ella es el momento. La chica que reconoció el amor y saltó. La chica que vivía en mis sue?os y se hizo realidad.
Elijo abrazarla. Sentirla. Demostrarle cada día que es lo más importante.
Tiro de ella y aprieto su mano con fuerza. Me mira a los ojos y sonríe. En los suyos hay un brillo especial. Uno que provoca que se me acelere el corazón y no pueda respirar. Está a solo unos centímetros de mí y su aliento se funde con mi piel. Un cosquilleo que se extiende por mi cuerpo y me enciende. Me arrastra y me eleva.
Me inclino un poco más y observo sus labios. Mis dedos rozan la piel de su muslo y escalan bajo el vestido. Tiemblan en respuesta a ese jadeo inaudible que me golpea.
Un segundo. Dos. Tres...
Si tuviera que elegir un instante, me quedaría en este para siempre. Tengo todo lo que necesito: mar, estrellas y a ella. Sobre todo, a ella. Mi brújula. Mi ancla.
La beso. La miro a los ojos y la beso de nuevo. Con ansia, deseo y todo lo que no puedo expresar de otro modo.
Me costó tan poco quererla que a veces creo que llegué al mundo con todo este amor dentro. Por ella. Para ella. Porque la quiero de todas las formas posibles. Por dentro. Por fuera. Por partes y completa.
Tan fácil. Tan bonito. Tan de verdad que a veces siento miedo y me pregunto si este sentimiento durará para siempre. Si algún día tomaremos direcciones diferentes.
Y ese miedo me mata.
Hasta que miro hacia arriba y aparece.
Un peque?o punto en el cielo.
Luego, otro.
Otro más.
Después, miles.
Millones de luces brillando en el universo.
Y me calmo, porque ahí encuentro la respuesta: ?Cuando no queden más estrellas que contar?.
Agradecimientos
Quiero darle las gracias a la editorial Planeta, que se ha convertido en un hogar para mí y mis historias.
A Irene, mi editora, por su apoyo incondicional, su cari?o y confianza.
A Míriam, por cuidarme tanto y hacer un trabajo inmejorable.
A mi familia, que me sostiene.
A Dani Ojeda, I?igo Aguas y Andrea Longarela. No podría desear mejores compa?eros. Como amigos, sois enormes.
Siempre a Alice, que confía en mí más que yo misma.
Gracias a mis chicas H. Os quiero mucho.
A mis estrellitas, por brillar tanto.
A vosotros, los lectores, porque este libro no existiría sin vosotros. Gracias por darme alas.