Por unos demonios más

—Por una vez estamos de acuerdo, pero no estaba hablando de la SI. Estaba hablando de mí.

 

Levanté el pie del embrague y me puse en marcha. Tenía tantas ganas de irme de allí como la última cita a ciegas de Ivy pero, por respeto a la muerte, tuve que contentarme con marcharme despacio y con cuidado. Miré a Jenks para asegurarme de que las sacudidas no lo habían movido y no se había partido un ala con el peso de su cuerpo.

 

No dejaba de mirar la estrecha carretera y a Jenks. Estaba nerviosa, no solo por él, sino también por la oferta de Tom. No era nada bueno que te ofreciesen un puesto en una organización independiente, sobre todo cuando les dices que se metan sus grandes ideales y su glorioso trabajo por donde les quepa.

 

Sentí un ligero tirón en mi chi y miré por el espejo retrovisor. Me quedé sin aliento y casi me salgo de la carretera cuando Tom me dio la espalda y desapareció.

 

Joder, ha saltado a una línea. Preocupada, agarré más fuerte el volante, sin dejar de mirar continuamente la carretera y el lugar en el que Tom había desaparecido, como si hubiese sido un error. ?Era tan bueno como para utilizar las líneas para viajar y solo era un miembro menor?

 

Maldita sea, ?a quién acababa de insultar exactamente?

 

 

 

 

 

17.

 

 

Las ventanillas del coche de David estaban bajadas y la sensación de humedad fresca del final de la tarde moviéndome el pelo era muy agradable. El aroma complejo a hombre lobo se mezclaba con el olor de la orilla del río y miré a David recorriendo con la mirada su estrecho coche deportivo. Llevaba puesto el abrigo largo de cuero y un sombrero a juego y, aunque probablemente estaría más cómodo con el aire encendido, no había sugerido ponerlo. Jenks iba sentado en mi enorme pendiente de aro y los rápidos cambios de temperatura causaban estragos en su peque?o cuerpo. Era más fácil sudar un poco que escuchar a Jenks soltar pestes por tener frío. De todas formas estábamos casi en Piscary's.

 

Al llegar a casa de Spring Grove había encontrado un segundo mensaje en el contestador. La luz roja parpadeaba como una bomba de relojería. Lo primero que pensé fue que era Ivy, pero no era así. Era el nuevo ayudante de la se?ora Sarong. La propietaria de los Howlers también quería reunirse conmigo. Y al ver que la SI estaba intentando hacer pasar el asesinato de su ayudante por un suicidio, probablemente quería que yo averiguase quién lo había hecho. Me gustaba la idea de recibir tres cheques por un solo trabajo, así que cambié el lugar de reunión con Simón Ray a un lugar neutral y luego quedé con la se?ora Sarong a la misma hora. Al menos averiguaría si se estaban matando entre ellos.

 

David agarró con más fuerza el volante cuando giró a la derecha para entrar en el aparcamiento casi desierto de Piscary's. Era medio bar, medio taberna y tenía dos plantas. Estaba cerrado hasta las cinco, que era cuando abría para la hora de la comida en el inframundo y me pareció que sería el suelo neutral perfecto. Kisten había establecido nuevos horarios poco después de que hubiesen perdido su licencia pública mixta (LPM, para abreviar) y hubieran pasado a tener una clientela únicamente de vampiros. El bar estaría vacío a excepción de Kisten y algunos empleados que se preparaban para el día. Además, hacer esto en un lugar donde Kisten pudiese entrar si le necesitaba era un buen plan.

 

Nerviosa, comprobé que tenía en el bolso los hechizos y la pistola de bolas y un lote nuevo de pociones para dormir. David aparcó con suavidad en una plaza exterior, donde no tuviese que dar marcha atrás para salir. Sin decir nada, abrió el maletero y salió mientras yo me quedaba en el coche y ponía mi teléfono en modo vibración. Había sido un viaje muy silencioso; estaba claro que David estaba pensando en sus novias, en las vivas y en las muertas.

 

No me entusiasmaba la idea de que viniese conmigo, pero tenía coche y yo me iba a reunir con dos alfas de las manadas más importantes de Cincy. Jenks decía que David tenía derecho a estar allí como mi alfa y yo confiaba en su opinión. Además, ya había trabajado antes con David. Aunque estuviese distraído, se le daba mejor reaccionar a la violencia de lo que podía indicar su aspecto despreocupado.

 

—?Listo, Jenks? —susurré mientras David cerraba el maletero.

 

—En cuanto saques tu culo blanco como los lirios de este coche —dijo Jenks con sarcasmo.

 

Ignoré sus palabras, metí el teléfono en el bolso y salí. Recorrí visualmente el aparcamiento mientras disfrutaba el aire fresco del río que me movía algunos mechones de cabello. El barco de Kisten estaba en el embarcadero y me dirigí hacia la puerta principal caminando muy despacio. David me alcanzó y se puso a mi lado, mirándolo todo desde debajo de su sombrero marrón de cuero gastado.

 

—?Qué había en el maletero? —pregunté, y abrí los ojos de par en par cuando abrió el abrigo y me dejó echarle un vistazo a su tremendo rifle.