Por unos demonios más

—Conozco a esta gente —dijo, ahora con una expresión seria—. Les llevamos el seguro.

 

Vaaaale, pensé, esperando no tener que sacar la peque?a pistola roja de bolas que llevaba en el bolso, porque si lo hacía se partirían el culo de risa. Hasta que cayese el primero de ellos, claro.

 

Había un Jaguar negro desconocido y un Hummer cerca de la puerta, y estaba claro que no pertenecían al personal. Alguien se nos había adelantado a pesar de mis esfuerzos por llegar la primera y ganar terreno. Me atrevería a decir que se trataba del se?or Ray, ya que creía que la se?ora Sarong tendría un poco más de clase como para llevar a su gente por ahí en un Hummer amarillo, por muy guay que pareciese.

 

Me giré para mirar el coche deportivo de David y eché de menos la libertad que me confería meterme de un salto en mi descapotable rojo y marcharme. Entonces dejé escapar un suspiro.

 

—?Qué pasa, Rache? —preguntó Jenks, que seguía sobre mi hombro y sorprendentemente callado.

 

—Tengo que mejorar mi imagen —murmuré mientras me subía la cintura de mis pantalones de cuero e intentaba seguirle el ritmo a los largos pasos de David. Cuando tenía una misión, siempre elegía el cuero; no quería dejarme un pedazo de piel si me caía y me deslizaba por la acera. Llevaba puesta una gorra de motorista a juego con el logotipo de Harley y mis botas de vampiresa que evitaban que hiciese ruido al caminar. Mi cazadora negra de cuero daba mucho calor y, aunque así estropeaba el modelito, me la quité para quedarme solo en blusa.

 

A David le habían pedido que se tomase unos días libres en el trabajo para que se aclarase las ideas y había optado por unos vaqueros con una camisa de algodón metida por dentro en lugar de su traje habitual. El abrigo, el sombrero gastado que le cubría aquellos ojos amenazantes y su pelo negro ondulado en una coleta le hacían parecerse a Van Helsing. Su estado de ánimo rozaba la depresión; las pocas arrugas que tenía eran profundas y tenía la frente marcada con líneas. Caminaba a paso lento y sus piernas abarcaban casi un paso y medio de los míos; parecía que iba volando. Estaba recién afeitado y relajó los ojos, que tenía entrecerrados, cuando del sol pasamos a la sombra fresca del toldo del restaurante.

 

Quizá tampoco tengo tan mal aspecto…

 

Me dispuse a agarrar la manilla ignorando la ordenanza municipal que advertía que no tenía LPM. Todavía no había abierto, pero no pasaba nada. Había estado allí cientos de veces con Kisten. Todavía no me había molestado nadie.

 

La mano bronceada de David se posó sobre la mía y sobre la manilla.

 

—Las hembras alfa no abren puertas —dijo y, dándome cuenta de que iba a jugar a esto hasta el final, solté la manilla. él abrió la puerta sin esfuerzo y la sujetó para que yo pasase. Entré y vi que el bar estaba tranquilo, las luces de la casa apagadas y todo gris y tranquilo. Me quité las gafas al entrar y las metí en el bolso.

 

—?Se?orita Morgan! —dijo una voz familiar en el momento justo en que mis pies cruzaron la puerta. Era Steve, la mano derecha de Kisten, que se ocupaba del bar cuando él no estaba, y sonreí cuando aquel hombre grande como un oso levantó un solo brazo sobre la barra y vino a darme su tradicional abrazo.

 

Jenks despegó soltando un aullido, pero yo cerré los ojos mientras le devolvía el abrazo a Steve y aspiraba su exquisito aroma a incienso y sus feromonas de vampiro hasta el fondo de mis pulmones. Dios, qué bien olía. Casi tanto como Kisten.

 

—Hola Steve —dije mientras sentía cosquillas en mi cicatriz de vampiro y ponía espacio entre ambos—. ?Está muy cabreado Kisten porque le haya pedido prestado el bar durante unas horas?

 

El subdirector y gorila de Kisten me dio un apretón final y me soltó.

 

—Para nada —dijo con un brillo retorcido en los ojos. Estaban más dilatados de lo que deberían por la poca luz que había y su sonrisa dentada probablemente se debía al hecho de que sabía que yo disfrutaba aspirando su aroma—. Está deseando cobrarte el alquiler de la sala de atrás en especies.

 

—Apuesto a que sí —dije con aspereza—. Ah, este es David, mi alfa —dije, al recodar que estaba detrás de mí—. Y ya conoces a Jenks.

 

David se inclinó hacia delante extendiendo la mano y el dobladillo de su abrigo se enroscó al hacer ese gesto.

 

—Hue —dijo David con una expresión melancólica—. David Hue. Encantado de conocerlo.

 

La mirada de Steve pasó de él hacia mí y luego de nuevo a él. Había notado la tristeza de David.

 

—Es un placer conocerlo, se?or Hue —dijo el vampiro con sinceridad—. Oí que Rachel había aceptado una manada. Es uno de los pocos hombres por los que se deja dominar.

 

—?Oye! —exclamé dándole un golpe de repente en el hombro a Steve con el reverso de la mano. Pero Steve me la cogió y miré sus ojos de color negro brillante mientras me besaba las puntas de los dedos.

 

Olvidé lo que iba a gritarle cuando me rozó la piel con sus fríos dientes. Sentí un escalofrío y parpadeé. él me miraba fijamente con la cabeza agachada.