Tom malinterpretó mi expresión y su frente suave se tensó de enfado.
—Puede que mi manto sea fino, pero sirve a un propósito. Puedo moverme sin que me vean donde aquellos más versados en las artes oscuras no pueden hacerlo —dijo mientras se acercaba—. Por eso te queremos a ti, Rachel Morgan. Tú confraternizas abiertamente con demonios. Tu manto es tan negro como el de cualquiera del círculo íntimo y aun así no tienes miedo de caminar con la cabeza bien alta y sin arrepentimiento. Ni siquiera te pueden tocar los de la SI.
Me estiré y metí el brazo entre los asientos para coger el bolso. Claro. Y por eso me han quitado el carné.
—?Y por eso tu peque?o club cree que soy digna de ellos? —dije metiendo la mano para buscar las llaves. Toqué con los dedos la pistola de bolas y sopesé la idea de lanzarle unos cuantos encantamientos terrenales caducados solo para verlo irse corriendo.
—No es un club —dijo Tom, claramente insultado—. Es una tradición de brujos que se remonta a los inicios de los cruces de líneas de luz. Un linaje glorioso de secretismo y poder que va más allá de las fronteras de nuestra existencia.
Bla, bla, bla…
Aquello había adoptado el ritmo de la retórica vacía. Metí la llave en el contacto mientras me preguntaba si la SI sabía que tenía a un fanático religioso en plantilla.
—?Invocáis demonios?
Tom se puso a la defensiva.
—Exploramos opciones que otros brujos son demasiado tímidos para probar. Y creemos que tú eres…
—Déjame adivinar. Me consideráis merecedora de unirme a vuestra causa y de estar al tanto de los secretos del sanctasanctórum que han sido transmitidos de maestro a alumno durante dos milenios.
Vale, quizá eso había sido un poco sarcástico, pero Jenks no se movía y estaba preocupada. Tom estaba intentando decir algo y yo encendí el coche. El motor cobró vida bajo mis pies. Era un sonido que me hacía sentir segura. Tenía calor, así que encendí el aire acondicionado, aunque la capota estaba abierta. La brisa que fluía por los conductos de ventilación se enfrió y disfruté del cosquilleo de los rizos contra mi cara.
Como ya había terminado de hablar con él, metí primera. Tom puso la mano sobre el coche. Se le pusieron los dedos blancos de la fuerza que hacía mientras sus palabras tropezaban las unas con las otras.
—Rachel Morgan, tú has hecho grandes cosas, has sobrevivido a varios ataques de demonios pero nadie te lo reconoce como te mereces. Con nosotros puedes tener el honor y el respeto que te has ganado.
Sus halagos no significaban nada, así que incliné un conducto de ventilación hasta que vi que a Jenks se le movía el pelo.
—Conseguí sobrevivir gracias a la suerte y a mis amigos. No debería ser respetada por eso. Deberían encarcelarme por idiotez poco común.
Eché la mano a la palanca de cambios e hice más fuerza.
—Cogiste mi círculo —dijo él.
—?Porque entré en él mientras se estaba formando! ?Fue una casualidad entre un millón! —La preocupación invadió sus ojos al ver que me marchaba y dudé—. Hazte un favor a ti mismo y a tu madre —dije—. Huye. Dile a tu jefe que te lancé un hechizo que te hace imposible continuar con tu gran trabajo. Olvídate de que los has conocido tanto a ellos como a mí y corre lo más rápido y lo más lejos que puedas, porque si juegas con demonios acabarán matándote o tomándote como familiar y, créeme, preferirás lo primero. ?Y quita las manos de mi coche!
Tom apartó la mano, pero en sus ojos surgió una nueva determinación.
—No sobrevivirás estando sola —advirtió—. No seas taca?a. Comparte lo que has aprendido hasta ahora y comparte el peligro de invocarlos. Para controlar a un demonio es necesario un quorum de brujos.
—Entonces me alegro de que no vaya a intentarlo.
—Rachel Morgan…
Solté un ruido de desesperación y grité:
—?No! Y deja de llamarme Rachel Morgan. Soy Rachel o se?orita Morgan. Solo los demonios utilizan todos los malditos nombres por los que se conoce a una persona. Mi respuesta es no. Nada de cabos salvavidas, nada de llamar a mi mejor amigo. Esa es mi respuesta final. No trato con demonios. No quiero tratar con demonios. Vuelve y dile a tu arquitecto que me siento halagada por la oferta pero que trabajo sola.
Miró a Jenks, que estaba en mi regazo, y yo lo miré a él con el ce?o fruncido.
—Jenks forma parte de mi familia —dije con tono amenazador—. Y si vuelves a hacerle da?o a mi familia, tú y tu circulito de mierda vais a saber que hay cosas peores que un demonio cabreado.
—La SI no te ayudará —dijo retrocediendo cuando apreté el acelerador y lo amenacé con pasarle por encima—. Son una institución gestionada por vampiros y controlada por individuos egoístas, no por aquellos que buscan abrir su mente.
Con el pulso a mil, dije: