Por unos demonios más

—Deja de hacer eso —dije, y me aparté.

 

Steve me sonrió como si fuese su hermanita peque?a y David abandonó su estado de nerviosismo y me miró fijamente.

 

—El se?or Ray ya está aquí —dijo el vampiro—. Está en la parte de atrás con seis hombres, la están esperando.

 

?Seis? ?Por qué habrá traído a tanta gente? No sabe que va a venir la se?ora Sarong, ?no?

 

—Gracias —dije mientras dejaba el abrigo sobre la barra cuando Steve se disponía a marcharse—. ?Te importa si esperamos aquí hasta que llegue la se?ora Sarong?

 

—En absoluto. —Sacó un taburete de debajo de la barra y me lo dio—. ?Qué queréis de beber tú y el se?or Hue? —dijo mirando al hombre lobo melancólico—. Yo no se lo diré a la SI si vosotros tampoco lo hacéis.

 

David se apoyó en la barra. Sus ojos marrones lo recorrían todo y parecía un pistolero procedente de la llanura.

 

—Agua, por favor —dijo, sin darse cuenta de que lo estaba mirando. Haber provocado las muertes de esas mujeres lo debía de estar destrozando, aunque no lo hubiese hecho directamente.

 

—?Té helado? —dije yo, acalorada con aquella ropa de cuero, pero luego me arrepentí de inmediato. Iba a reunirme con dos de las personalidades más poderosas de Cincy, e ?iba a estar bebiendo té helado cuando llegase ese momento? ?Dios! No me extra?aba que nadie me tomase en serio.

 

Quise cambiarla por una copa de vino, una cerveza, algo… pero Steve ya se había ido. El sonido de las alas de un pixie me hizo levantar la mano y Jenks aterrizó sobre ella. Le brillaban las alas por el esfuerzo que había hecho.

 

—El bar está bien —dijo apartándose el flequillo—. Solo los amuletos habituales. Voy a escuchar lo que dice el se?or Ray si te parece bien.

 

Yo asentí.

 

—Gracias Jenks. Eso sería fantástico.

 

Y Jenks se tocó la gorra roja que llevaba a modo de saludo.

 

—Hecho. Volveré cuando me necesites.

 

Al tomar vuelo provocó una peque?a corriente de aire fresco con las alas y luego se marchó.

 

Steve venía hacia nosotros desde el otro extremo de la barra con las dos bebidas en sus grandes manos. Nos las puso delante y luego se metió en la cocina. Las puertas dobles se balancearon en silencio y acabaron cerrándose.

 

David agarró su vaso de agua con una mano. Se encorvó sobre la barra con aire pensativo, pero no bebió. Oímos el murmullo de una conversación en la cocina y miré hacia la sala fría y oscura fijándome en los cambios que se habían producido desde que Kisten gestionaba el bar de primera mano.

 

En la parte de abajo ahora había un montón de mesas más peque?as en las que los clientes habituales podían tomar un bocado rápido en lugar de una comida. Bueno… no pretendía hacer una broma con lo de ?bocado?. Poco después de que Piscary entrase en la cárcel la comida había pasado de la cocina de gourmet por la que era conocido Pizza Piscary's a comida de bar, pero seguían sirviendo pizza.

 

Había una mesa redonda grande situada entre el pie de la gran escalera y la cocina. Allí era donde Kisten se pasaba la mayor parte de las noches cuando estaba trabajando, un lugar desde el que podía verlo todo disimuladamente. La parte de arriba ahora era una pista de baile, con una cabina de pinchadiscos y focos. Yo nunca subía allí en horas punta; las feromonas de varios cientos de vampiros me impactarían tanto y me darían tanto placer y tan rápido como si me bebiese de una vez seis cervezas.

 

Contra todas las apuestas, Kisten había convertido el hecho de perder la LPM en una ventaja; Piscary's era el único lugar de buena reputación de Cincy en el que un vampiro se podía relajar sin tener que cumplir las expectativas de otras personas sobre el comportamiento reservado y las normas vampíricas. Ni siquiera estaban permitidas las sombras. Yo era la única no vampira a la que se le permitía la entrada (porque había vencido a Piscary y le había dejado vivir al muy cabrón) y me honraba que me dejasen verlos tal y como querían ser. Los vivos se divertían con una despreocupación que daba miedo, intentando olvidar que estaban destinados a perder sus almas; y los no muertos intentaban recordar qué se sentía al tener alma, y casi parecían conseguirlo mientras estaban rodeados de tal flujo de energía. Cualquiera que entrase buscando un apa?o rápido de sangre era invitado a marcharse. La sangre no tenía lugar en la fantasía que perseguían.

 

Miré las fotografías que cubrían las paredes hasta el techo y me quedé perpleja cuando encontré la fotografía borrosa en la que aparecíamos yo, Nick e Ivy en la moto de ella. No se veía muy bien, pero todavía se distinguían una rata y un visón sobre el depósito de gasolina. Sentí mucho calor, así que levanté mi té helado para espolvorear un poco de sal en la servilleta.

 

—?Eso es un hechizo? —preguntó David mirando hacia la puerta de la cocina al oír a alguien reírse.

 

Yo dije que no con la cabeza.