Por unos demonios más

Tom se balanceó para mantener el equilibrio cuando el círculo cayó. Era evidente que se alegraba de estar fuera, pero todavía seguía pálido.

 

—?Qué es lo que quieres? —dije mientras notaba el ligero peso de Jenks en la palma de la mano.

 

—Yo… —Dubitativo, respiró profundamente—. Tú tienes experiencia invocando demonios —dijo, y yo me encogí de vergüenza—. A mis superiores les gustaría hacerte una invitación.

 

Indignada, dejé caer el bolso del hombro. Cogí la tira con la mano y lo lancé al asiento de atrás. Había dicho que no estaba trabajando para Denon, pero yo tampoco quería trabajar para el Arcano. Entonces murmuré mientras cogía la manilla del coche:

 

—No trabajo para la SI de ninguna manera, así que olvídalo.

 

—Esto no es la SI… es un grupo privado.

 

Me resbalaron las manos de la manilla y me quedé de pie dándole la espalda, pensando. El sol pegaba muy fuerte y probablemente derretiría las velas de cumplea?os que llevaba en el bolso, y me giré para poner a Jenks a la sombra. Con la cadera ladeada, miré los zapatos de Tom, que parecían muy cómodos, sus vaqueros nuevos, su camisa de vestir metida por dentro y su cabello moviéndose con la ligera brisa que soplaba. Era joven, pero no inexperto. Poderoso, pero yo le había sorprendido. ?Estaba trabajando en la división Arcano de la SI pero hablaba en nombre de otros? Aquello no sonaba nada bien.

 

—?Esto tiene que ver con invocar demonios, verdad? —dije, y el asintió, demasiado joven para parecer sabio, pero intentándolo de todas formas. Yo me apoyé en el coche, impresionada por cómo la gente más brillante haría las cosas más estúpidas—. Independientemente de lo que hayas oído, yo no invoco demonios. Ellos se me aparecen sin más para tocarme las narices. No lanzo maldiciones demoníacas. —Ya no—. No tendrías suficiente dinero para que lo hiciese. Así que sea cual sea el problema que tengan tus amigos, que se vayan con el cuento a otra parte.

 

—No es ilegal invocar demonios —dijo Tom con agresividad.

 

—No, pero es una estupidez. —Volvía a agarrar la puerta e iba a abrirla cuando Tom se adelantó y puso su mano sobre la mía. Yo me aparté, molesta. Maldita sea, era un practicante de magia demoníaca.

 

—Rachel Morgan, espera. No les puedo decir que ni siquiera me has escuchado.

 

No iba a pegarle otra vez, pero una pelirroja chillando podía hacer que se marchase hasta la persona más insistente. Tomé aire y después dudé. Esto no tenía nada que ver con el foco, ?verdad?

 

Solté el aire y lo miré. Luego miré a Jenks; ya me empezaba a doler la mano de tenerla en aquella postura. Y luego volví a mirar a Tom.

 

—?Eres el que está matando a los hombres lobo? —le pregunté directamente.

 

Tom abrió la boca, con sorpresa, con tanta sinceridad que tuve que creerme que era real.

 

—Pensábamos que eras tú —dijo él. No sabía qué era más inquietante: que pensasen que yo era capaz de asesinar o que pensasen que era capaz de asesinar y que quisieran que me uniese a ellos.

 

—?Yo? —dije, cambiando mi peso a la otra pierna—. ?Para qué? ?Nunca he matado a nadie en toda mi vida! Había dejado que un demonio se los llevase en mi lugar, pero no los había matado. Ah, excepto a Peter. Pero él quería morir. Miré al horizonte con un sentimiento de culpa.

 

Las puntas de las orejas de Tom se pusieron rojas de la vergüenza.

 

—El círculo íntimo ha enviado una invitación —dijo, intentando volver a llamar mi atención—. Solicitan que te unas a ellos.

 

Apuesto a que sí.

 

—Perdona —dije enfadada—. Quita la mano de mi coche.

 

Tom apartó la mano y yo abrí la puerta. él retrocedió cuando yo entré y me acomodé en los asientos de cuero calientes por el sol. Aquello era genial. Sencillamente genial. Una organización alternativa de pirados quería reclutarme. Cerré la puerta mientras sostenía a Jenks en la palma de mi mano y saqué una caja de pa?uelos de la guantera. La puse sobre mi regazo y, con mucho cuidado, lo tumbé en ella. Al verlo allí inmóvil me invadió el pánico. Si no estaba bien, Matalina se quedaría destrozada y yo estaría muy cabreada.

 

El poderoso practicante de magia negra de líneas luminosas con vaqueros y gafas de sol, que probablemente podría convertir mi sangre en fango, quería que entrase en su grupito. O lo que era aún peor, parecía ser un subordinado. Encolerizada, miré a Tom entornando los ojos a causa del sol y, concentrándome, utilicé mi visión extrasensorial para comprobar su aura. Estaba bordeada por un leve resplandor negro.

 

—Tu aura está sucia —dije mientras realizaba movimientos bruscos para ponerme el cinturón y dejaba de utilizar mi visión extrasensorial para no ver algo que no quería ver, ya que estaba en un cementerio.

 

Con la cara roja, dijo arriesgadamente:

 

—Mi puesto en la SI me prohíbe trabajar con demonios tanto como me gustaría. Pero estoy comprometido con la causa y estoy contribuyendo de otras maneras.

 

Dios mío, ?se está disculpando por no tener el alma más manchada?