Jenks se rio. El tintineo de su voz hizo salir a tres pixies de un grupo de árboles de hoja perenne, pero al ver el pa?uelo rojo de Jenks desaparecieron. Aquel color era su primera línea de defensa contra las hadas y los pixies territoriales, una se?al de buenas intenciones y una promesa de no cazar furtivamente. Nos observarían pero no empezarían a lanzar espinas con catapultas a menos que Jenks tomase muestras del escaso polen o de las fuentes de néctar. Yo prefería que nos observasen los pixies que las hadas y me gustaba la idea de que los pixies tuviesen Spring Grove. Debían de estar muy bien organizados, ya que aquel lugar era enorme.
Se decía que el extenso cementerio había sido creado originalmente para ?realojar? con buen gusto a las víctimas de cólera a finales del siglo XIX. Era uno de los primeros cementerios jardines de Estados Unidos; a los no muertos les gustaban sus parques tanto como al que más. Por aquel entonces era difícil mantener a tus familiares recién convertidos en no muertos sin enterrar, y ser exhumado en un entorno tan pacífico debía de ser un alivio. No pude evitar preguntarme si la gran población vampírica oculta que había en Cincy en aquella época tenía que ver con que la Ciudad Reina se hubiese ganado la dudosa distinción de ser conocida por sus saqueos de tumbas. No es que proveyesen de cadáveres a los muchos hospitales clínicos que había, sino que desenterraban a sus familiares para devolverlos a donde tenían que estar. Examiné aquel lugar tranquilo y con aspecto de parque y me limpié la boca para quitarme los restos de azúcar. Al pasarme los dedos por los labios pensé en Ivy, por razones evidentes, y me acaloré. Dios, debería haber hecho algo. Pero no, claro, me había quedado allí de pie como una idiota, demasiado sorprendida como para moverme. No había reaccionado y ahora iba a tener que pensar en cómo manejar esto en lugar de dejarlo zanjado entonces. Seré tonta del culo.
—?Estás bien? —preguntó Jenks, y yo bajé la mano.
—Genial —dije con acritud y luego se rio.
—Estás pensando en Ivy —dijo para pincharme y me puse aún más roja.
—Bueno, en fin —dije mientras tropezaba con una lápida que estaba al nivel del suelo—. Tu compa?era de piso te besa y piensas a ver si puedes olvidarlo.
—Joder —dijo Jenks mientras se alejaba y se ponía fuera de mi alcance—. Si una de vosotras me besase no tendría que pensar. Matalina me mataría. Solo fue un beso.
Caminaba lenta y pesadamente siguiendo el sonido de las radios. Eso era justo lo que necesitaba. Como si un demonio loco que destrozaba mi iglesia no fuese suficiente, ahora tenía a un hombre de diez centímetros que me decía que me animase, que me dejase llevar, que viviese la vida… que no lo analizase.
Jenks batió las alas más despacio y se posó en mi hombro.
—No te preocupes por eso, Rache —dijo con una voz más ceremoniosa de lo normal—. Tú eres tú e Ivy es Ivy. Nada ha cambiado.
—?Sí? —murmuré. Yo no lo veía tan claro.
—Gira a la izquierda —dijo alegremente—. Por allí abajo huele a hombre lobo muerto.
—Qué agradable —respondí mientras esquivaba una lápida y giraba ligeramente a la izquierda. Cuesta abajo y a través de los árboles vi brillar las luces color ámbar y azul de una ambulancia multiespecies. No llego demasiado tarde, pensé mientras movía los brazos al pasar junto a una piedra marcada con la palabra ?Weil?. Al otro lado de una hilera de cedros había un lago artificial, y entre él y los árboles había un grupo de gente.
—Rache —dijo Jenks ensimismado—. ?Crees que esto tiene algo con ver con…?
—Los arbustos tienen oídos —le advertí.
—?Con lo que cogí para Matalina en nuestras últimas vacaciones? —dijo para arreglarlo, y yo esbocé una sonrisa. Yo había lanzado una maldición demoníaca para pasar la maldición del foco a un objeto cualquiera. El hecho de que hubiese cambiado lentamente de forma hasta parecerse a la estatua original daba mucho miedo.
Mirándome los pies, murmuré.
—Mmm. Me sorprendería que no.
—?Crees que es Trent quien lo está buscando?
—No creo que Trent sepa ni que existe —dije—. Me inclinaría más a pensar que es el se?or Ray o la se?ora Sarong y que se están matando entre ellos mientras intentan encontrarlo.
Las alas de Jenks enviaron una brisa fresca a mi cuello.
—?Y Piscary?
—Quizá, pero él no se molestaría tanto en encubrirlo —dije mirando hacia arriba cuando el tono del hombre cambió, lo cual indicaba que me habían visto. Caminé más despacio al oír que alguien susurraba mi nombre, pero como todo el mundo me estaba mirando no sabía quién lo había dicho. Había dos vehículos de la AFI, una furgoneta negra, un todoterreno de la SI y una ambulancia aparcados en la rotonda. Contando el tercer vehículo de la AFI que había en la entrada trasera del cementerio, la AFI tenía más presencia que la SI y me pregunté si Glenn no se estaría arriesgando demasiado. Había sido un suicidio de un hombre lobo.