Por unos demonios más

—Eh, Rache —dijo Jenks alegremente mientras descendía del techo—, ?adonde va Ivy?

 

—No lo sé. —Aturdida, fui hacia la cocina antes de que pudiese ver mi estado. Evidentemente, las alas de su hijo estaban bien—. ?No se supone que deberías estar durmiendo? —dije mientras me frotaba la mu?eca dolorida. Mierda, si me había dejado marca me quedaría genial con el vestido de dama de honor. Bueno, por lo menos no tenía otra marca de mordisco.

 

—Joder —dijo Jenks, y yo bajé la mirada al ver la desaprobación en su cara—. Aquí apesta. La has vuelto a presionar, ?verdad?

 

No era una pregunta y yo seguí hacia la cocina sin detenerme.

 

—Bruja estúpida —dijo, esparciendo chispas plateadas mientras me seguía—. ?Va a volver o esta vez la has asustado definitivamente? ?Qué co?o te pasa? ?No puedes dejarla en paz?

 

—Jenks, cierra el pico —dije rotundamente mientras cogía la botella de agua que había dejado olvidada e iba hacia la sala de estar. La radio estaba allí. Si la encendía y le daba bastante volumen no podría escucharlo—. Hemos estado hablando, eso es todo. —Y ella me ha besado—. Me contestó a algunas preguntas. —Y ha sido genial que lo haya hecho mientras me acariciaba la cicatriz. Mierda. ?Cómo iba a descifrar aquello? Me consideraba hetero. Y lo era, ?no? ?O acaso tenía ?tendencias latentes?? Y si era así, ?eran una excusa para que yo pensase con mi punto G? ?Acaso yo no era más que eso? ?No había nada profundo en mí?

 

Jenks me siguió hasta la sala de estar vacía y yo me senté en la chimenea elevada mientras intentaba recordar cómo se pensaba. Encendí la radio y sonó una música alegre y animada y la volví a apagar.

 

—?Y bien? —dijo Jenks aterrizando sobre mi rodilla. Parecía expectante. Pero luego detuvo sus alas y las dejó caer al oírme suspirar.

 

—Le pedí un equilibrio de sangre y ella ha puesto algunas reglas —dije mirando por las ventanas la parte de abajo de las hojas del roble—. No va a dar ningún paso para tocar mi sangre, pero si insinúo que quiero que lo haga, será asumiendo que lo quiero todo.

 

Jenks me miró perplejo, y a?adí:

 

—Me ha besado, Jenks.

 

él abrió los ojos de par en par y una peque?a parte de mí se quedó más tranquila al ver que no había visto lo ocurrido y lo estaba ocultando.

 

—?Te ha gustado? —preguntó sin rodeos, y yo fruncí el ce?o y sacudí la rodilla hasta que él alzó el vuelo y aterrizó donde estaba antes.

 

—En ese momento estaba jugando con mi cicatriz —murmuré mientras enrojecía—. Eso me dio una idea bastante clara de cómo sería todo si me soltase la melena y me lanzase, pero ya no sé de dónde vienen los sentimientos. Ella los mezcló todos y luego se marchó por la puerta.

 

—Entonces… —insinuó Jenks—, ?qué vas a hacer?

 

Yo lo miré con tristeza. Su apoyo incondicional me sentó como un bálsamo y me relajé un poco. No le importaba lo que hiciésemos Ivy y yo mientras estuviésemos juntas y no nos matásemos.

 

—Y yo qué sé —dije mientras me ponía en pie—. ?Podemos hablar de otra cosa?

 

—Claro que sí —dijo Jenks poniéndose de pie conmigo—. Tú sigue pensando en lo que tengas que pensar. Pero no te marches.

 

Dejé la botella de agua en el alféizar, agarré la escoba y me puse a barrer otra vez nuestro suelo nuevo. No iba a marcharme porque Ivy me hubiese besado. Ella había dicho que no volvería a hacerlo y yo la creía. Sabía que lo estaba deseando desde el momento en que nos mudamos y yo había sido una idiota por no haberme dado cuenta de su capacidad para ocultar sus deseos. Me había dado esa prueba para mostrarme cómo sería y luego había vuelto a establecer la distancia que manteníamos para darme el tiempo que necesitaba para pensar. Para que me lo pensase. Maldita sea.

 

Jenks revoloteó durante un momento y luego se posó en el alféizar, bajo el sol.

 

—Esto está mejor —dijo mientras observaba las paredes vacías—. No sé por qué no les dejasteis hacerlo a los chicos. No era para tanto y el dinero que os habéis ahorrado no es nada comparado con lo que necesitamos para volver a consagrar la iglesia. —Su rostro mostró preocupación—. Porque vamos a volver a consagrarla, ?verdad? Me refiero a que no podemos mudarnos.

 

Dejé de recoger el polvo en el recogedor, me levanté y me giré hacia el al notar la preocupación que intentaba ocultar. No importaba lo incómodas que se pusiesen las cosas entre Ivy y yo. Si la empresa se deshacía, Jenks probablemente perdería el control del jardín. Tenía demasiados hijos y Matalina no estaba como para vigilar un territorio nuevo. Jenks decía que estaba bien, pero yo estaba preocupada.

 

—No nos vamos a mudar —dije con rotundidad, y vacié el recogedor en la bolsa de basura industrial—. Encontraremos la manera de consagrar la iglesia. —Ivy y yo lidiaremos con la incómoda situación como siempre lo hemos hecho: ignorándola. Era algo que se nos daba bien a las dos.