Por unos demonios más

Más tranquilo, Jenks miró al jardín. El sol brillaba en su reluciente pelo rubio.

 

—Sigo diciendo que deberías haber dejado que los chicos arreglasen las paredes —dijo—. ?Cuánto habéis ahorrado? ?Cien pavos? Por las bragas de Campanilla, eso no es nada.

 

Dejé la escoba, sacudí la bolsa de basura para que esta se acumulase en el fondo y busqué una atadura de alambre para cerrarla.

 

—Después de la boda de Trent tendré un buen pellizco. A menos que no pase nada, pero ?qué posibilidades hay de eso?

 

Jenks se rio por lo bajo.

 

—Con la mala suerte que tienes, no pasará nada.

 

Examiné la sala e intenté decidir cómo iba a coger la bolsa de basura sin pincharme con un clavo desviado o con trozos de plata afilados. Aunque la sala estaba vacía y había eco, las paredes volvían a estar en su sitio y el suelo recién descubierto estaba limpio. Ahora solo faltaba un viaje a la tienda para comprar un trozo nuevo de rodapié y podríamos volver a traerlo todo. En realidad no había razón para esperar por el rodapié. Podría traer todo ahora y acabarlo más^ tarde. Si me daba prisa, podría tenerlo hecho antes de que volviese Ivy. Sería más fácil hacerlo sola que con ella.

 

—Va a sonar el teléfono —dijo Jenks desde lo alto del mango de la escoba. Yo me quedé quieta y di un respingo cuando sonó.

 

—Dios, Jenks. Eso da miedo —murmuré mientras dejaba la bolsa y me acercaba a la chimenea. Sabía que probablemente era capaz de oír los chasquidos de la electricidad, pero aun así era algo que me ponía nerviosa.

 

Jenks sonreía cuando levanté el auricular.

 

—Encantamientos Vampíricos —dije con mi voz más profesional. Le saqué la lengua a Jenks y él me ense?ó el dedo corazón—. Al habla Morgan. Podemos ayudarle. De día o de noche, vivo o muerto. —?Dónde demonios están el maldito lápiz y el papel?

 

—?Rachel? Soy Glenn.

 

Dejé salir el aire y me relajé.

 

—Hola Glenn —dije mientras buscaba algo para sentarme. Finalmente me fui a la cocina—. ?Qué pasa? ?Tienes otro trabajo para mí? ?Quizá quieres arrestar a otros de mis amigos?

 

—No he arrestado al se?or Hue y es para el mismo trabajo.

 

Parecía tenso y, como no tenía muy a menudo la posibilidad de sacarle dinero a la AFI, me senté en la silla y me acerqué a la mesa. Miré a Jenks, ya que el pixie me había seguido y estaba escuchando la conversación.

 

—Ha habido otro asesinato de hombres lobo que parece un suicidio —dijo Glenn en medio del ruido de escáneres y teléfonos de la AFI y me pregunté si estaba allí—. Me gustaría que Jenks y tú me dieseis vuestra opinión de inframundanos antes de que muevan el cuerpo. ?Cuánto tardaríais en venir lo más rápido posible?

 

Miré mis vaqueros y mi camiseta manchados de polvo y me pregunté qué creía que podría hacer yo que no pudiese hacer él. Yo no era detective. A mí me contrataba como lanzadora de hechizos o cazarrecompensas. Jenks alzó el vuelo y se apresuró a salir por el agujero para pixies que había en la puerta de mosquitera de la cocina.

 

—Ah —le dije—, ?que si puedo ir a la morgue y mirar el cuerpo?

 

—?Tienes algo mejor que hacer?

 

Pensé en la sala de estar y en que quería volver a traer las cosas antes de que volviese Ivy.

 

—Bueno, en realidad…

 

—Van a intentar quitármelo otra vez —dijo Glenn, y aquello hizo que le volviese a prestar atención—, y quiero que lo veas antes de que la SI tenga la oportunidad de adulterar el cuerpo. Rachel… —Su voz adoptó un tono grave—. Es el contable de la se?ora Sarong. Ya sabes… los Howlers. Ocupaba un lugar importante en la manada y nadie está contento.

 

Levanté las cejas. La se?ora Sarong era la propietaria del equipo de béisbol inframundano de Cincinnati, los Howlers. Fue su pez el que había intentado recuperar del se?or Ray… el mismo se?or Ray cuya secretaria ya estaba en la morgue. Había obligado a la mujer a pagarme por mi tiempo, en realidad la había conocido durante el proceso. Que hubiese habido dos supuestos suicidios en dos de las manadas más importantes en tan pocos días no era nada bueno.

 

Era evidente que alguien sabía que el foco estaba en Cincinnati y estaba intentando averiguar quién lo tenía. Tenía que deshacerme de él. Se produciría un caos total si una manada entera pudiese convertir a humanos. Los vampiros empezarían a matarlos. Empecé a dar golpecitos con los dedos en la mesa. ?Quizá estaba ocurriendo ya? Piscary estaba en la cárcel, pero eso no lo detendría.

 

Sentí alivio al escuchar el sonido de unas alas y vi que Jenks había vuelto vestido con la ropa de trabajar, con una espada y un cinturón en una mano y un pa?uelo rojo en la otra.

 

—El hombre lobo asesinado es el contable de la se?ora Sarong —le dije mientras me ponía de pie y buscaba el bolso.

 

—Vaya. —Jenks descendió varios centímetros con una mirada de culpabilidad—. Eso podría explicar el mensaje del contestador.

 

Cubrí el auricular del teléfono, incapaz de esconder mi desesperación. Jenks…

 

él arrugó la cara mientras despedía chispas plateadas.