Por unos demonios más

Satisfecha, empecé a reunir lo que necesitaba.

 

—Una vela blanca —murmuré, y por un momento pensé en utilizar el paquete de velas blancas que llevaba en el bolso y que había comprado junto con el vino de lilas. Pero saqué una vela con muescas del cajón de los cubiertos en el que la guardaba. Estaba bendecida y eso era mucho mejor—. ?Diente de león? —pregunté en voz alta mirando a Jenks.

 

—Lo tenemos —dijo, saltando alegremente del cucharón y pasando por el agujero para pixies que había en la mosquitera de la cocina.

 

Tenía diente de león seco del a?o pasado, pero sabía que Jenks apreciaría la oportunidad de recolectar algo para mí. Volvió casi de inmediato con una flor cerrada y mojada de rocío y, tras ahuyentar a sus ni?os de la ventana, la dejó junto al pentáculo asimétrico que había dibujado sobre mi pizarra portátil. Era del tama?o de un ordenador y tenía una tapa para proteger un dibujo si tenías que moverte.

 

—Gracias —dije, y él asintió mientras se elevaba un poco en el aire y aterrizaba sobre el libro de texto.

 

—?Vas a establecer un círculo? —preguntó un poco nervioso y, al ver que yo asentía, a?adió—: Bueno, miraré desde el alféizar.

 

Yo oculté mi sonrisa y moví todas mis cosas al otro lado de la isla de la cocina para poder trabajar y verlo al mismo tiempo.

 

—Es un hechizo medicinal —expliqué—. ?Por qué arriesgarse?

 

Jenks soltó un ?Mmm?. Sabía que no le gustaba verme bajo la influencia de una línea. Decía que era porque había una sombra en mi aura que no solía estar allí normalmente. A mí no me gustaba porque me dejaba el pelo encrespado y revuelto con el viento que siempre parecía estar soplando en siempre jamás.

 

Se me aceleró el pulso al anticiparme a los acontecimientos y miré el reloj. Aún faltaba mucho para medianoche. Mucho tiempo. Se podía hacer magia blanca después de media noche pero ?para qué arriesgarse? Cogí un pu?ado de sal y lo esparcí sobre la línea dibujada sobre el linóleo.

 

Jenks batió las alas de manera irregular cuando extendí mi conciencia para tocar la línea luminosa peque?a y poco utilizada que atravesaba el cementerio. Contuve el aliento pero, al exhalar, el flujo de energía se equilibró. Sentí un leve hormigueo en las puntas de los dedos y una sensación de pesadez en el estómago me decía que mi chi estaba lleno, así que dejé de almacenar energía en mi cabeza. No necesitaría más para preparar el hechizo.

 

Incómoda, moví los hombros como si estuviese intentando encajar en una nueva piel. Las fuerzas solían tardar un rato en equipararse. Con práctica había reducido considerablemente ese tiempo. Ya me flotaba el pelo, e intenté aplastarlo, y me picaba la piel en el lugar donde se flexionaban los músculos. Si hubiera querido, podría abrir mi percepción extrasensorial y ver siempre jamás superpuesto a la realidad, pero era algo que me ponía los pelos de punta.

 

—Vaya —dije al recordar que todavía no había encendido la vela, y me acerqué a la cocina de gas para encender un hornillo. Cogí una brocheta de bambú y encendí la vela con olor a vainilla que utilizaba cuando quemaba algo.

 

Sacudí el palito para apagarlo y llevé con mucho cuidado la vela a la isla, donde vaciló con la brisa bochornosa que entraba por la ventana.

 

Miré las instrucciones para estar segura de que tenía todo sobre la encimera y me quité una sandalia.

 

—?Dónde está tu gata, Jenks? —dije, ya que no quería atraparla dentro conmigo.

 

él echó a volar, diciendo:

 

—Ven, gatita, gatita, ven… —Llamó y, con un alegre maullido, su rostro amarillo apareció bajo la arcada del vestíbulo. Se estaba relamiendo, pero aquello no preocupó a Jenks.

 

—Rhombus —dije en voz baja mientras tocaba el círculo de sal con el dedo del pie. Esa única palabra en latín conjuraba una serie de ejercicios mentales que condensaban en muy poco tiempo la preparación de cinco minutos y la invocación para establecer un círculo. Sofoqué una sacudida cuando el círculo se cerró haciendo un ruido sordo. Jenks agitó las alas cual torbellino cuando una capa de siempre jamás del grosor de una molécula se elevó entre nosotros para mantener alejada cualquier tipo de influencia mientras realizaba el hechizo de líneas luminosas de tipo medicinal. Era impulsiva, pero no estúpida.

 

Rex entró y se frotó contra la barrera como si estuviese cubierta de nébeda. Me lo hubiera tomado como un signo de que quizá quisiese ser mi familiar… de no ser porque siempre que intentaba cogerla se escapaba.