Por unos demonios más

—Lo siento —dije cuando lo vi iluminarse junto a sus monos marinos. Según mi madre, daba mala suerte estornudar entre las habitaciones, pero lo que me tenía preocupada era la mirada inquisidora de Jenks.

 

Con un gesto de dolor, miré a Rex. Ella levantó su preciosa carita de gata mientras se sentaba delante del fregadero y levantaba la vista con amor para mirar a su due?o de diez centímetros. Jenks también la miró y, cuando dejé las bolsas en el suelo para limpiarme la nariz, dejó de aletear al comprender lo que pasaba. No había parado de estornudar desde ayer. Mierda, existen encantamientos para esto, pero no quiero ser alérgica a los gatos.

 

—No soy alérgica a los gatos —dije pasándome un brazo por la cintura—. Rex lleva aquí dos meses y es la primera vez que supone un problema.

 

—De acuerdo —dijo suavemente, pero no movió las alas cuando me dio la espalda para pelearse con el frasco de comida para monos marinos.

 

Había demasiado silencio. Quería poner algo de música, pero la minicadena estaba en el santuario y si le daba el volumen necesario para poder oírla en la cocina molestaría a los vecinos.

 

Maquinando una reunión para llorar nuestras penas, saqué uno de mis libros de hechizos más nuevos y lo dejé caer en el centro de la isla de la cocina. Estornudar, pensé mientras me encorvaba y recorría el índice con el dedo. No era alérgica a los gatos. Mi padre lo era, pero yo no.

 

El único hechizo que había en el libro que tenía que ver con los estornudos era uno para alergias a gatos y, mientras me debatía entre intentarlo o no, sentí como me empezaba un cosquilleo. Con los ojos llorosos, contuve la respiración. No sirvió de nada. Estornudé y arranqué la página sin querer.

 

—?Maldita sea! —dije mientras levantaba la cabeza y veía que había asustado a Jenks, que flotaba en el aire—. No soy alérgica a los gatos. Es un resfriado de verano. Eso es todo.

 

Volví a tener ganas de estornudar. Desesperada, cerré los ojos e intenté detener el estornudo, pero no lo pude contener e hice un ruido muy feo. Sabía que había visto un hechizo sobre estornudos que no tenía que ver con los gatos. ?Dónde demonios estaba?

 

—Ah, sí —dije con voz suave mientras me agachaba para coger mi viejo libro de texto de líneas luminosas, que estaba entre El gran libro de cocina de las galletas y un ejemplar de Las brujas de verdad comen quiche.

 

—?Rache? —dijo Jenks poniéndose de pie sobre la isla cuando abrí el libro por el índice.

 

—?Qué? —le espeté.

 

—?Necesitas ayuda?

 

Dejé lo que estaba haciendo y al mirarlo lo vi con aire abatido y las alas caídas. Rex se estaba frotando en mis tobillos y, si hubiera sabido que no se trataba de una muestra de cari?o por Jenks trasladada a mí, me habría sentido halagada. Solté el aire lentamente.

 

—No creo —dije mientras avanzaba hasta la página cuarenta y nueve—. Los encantamientos de líneas luminosas son bastante fáciles. Estoy mejorando y, si el truco funciona, estaremos todos en paz.

 

él asintió y voló hasta el cucharón, su lugar favorito de la cocina, desde donde podía verme a mí, la puerta y un buen trozo del jardín.

 

Leí rápidamente las instrucciones para sentirme más segura. No me gustaba especialmente la magia de líneas luminosas, ya que mi educación había estado basada en una magia más lenta, aunque no menos poderosa, la magia terrenal. Esta utilizaba pociones y amuletos y encontraba la energía para realizar los hechizos en plantas, que a su vez la sacaban de las propias líneas luminosas. La energía se filtraba y se ablandaba, haciendo que la magia terrenal fuese más indulgente y más lenta que la de líneas luminosas, pero con mucho más alcance… Los cambios provocados con magia terrenal solían ser más reales, mientras que en la magia de líneas luminosas tendían más a ser ilusiones. Con un encantamiento de magia terrenal no solo parecería más baja, sino que sería más baja.

 

La magia de líneas luminosas utilizaba los encantamientos y los rituales para extraer energía y cambiar la realidad justo al otro lado de la línea. Eso la convertía en una de las ramas de magia más rápidas y vistosas, pero había diez veces más brujas negras de líneas luminosas que brujas negras terrenales. Aparte de golpear a alguien con un pedazo de siempre jamás para crear un cortocircuito en su red neuronal, los cambios eran una ilusión y se podían superar con poder de voluntad.

 

Antes de morir, mi padre había intentado dirigirme hacia la magia terrenal. Fue una decisión con la que yo estaba totalmente de acuerdo, pero yo tenía alguna habilidad en artes de líneas luminosas y, si eso conseguía que dejase de estornudar, ?qué mal le hacía a nadie? Mientras realizaba el conjuro blanco que tenía ante mí, decidí que aquel hechizo de nivel quinientos estaba dentro de mis posibilidades.