—Mierda —susurré.
—Eso es casi lo mismo que yo dije —murmuró Trent mientras miraba los peque?os comercios y casas junto a los que pasábamos.
Con la boca seca, miré a Trent y luego a Quen, pero ambos estaban en silencio, interpretando mi reacción. Le devolví la invitación lentamente. Era de Saladan y tenía fecha de hacía cuatro semanas.
—Lee no puede estar a este lado de las líneas luminosas —dije, y luego apagué el aire acondicionado.
Trent ocultaba muy bien su miedo a los demonios, pero para mí era evidente.
—Al parecer, sí —dijo con sarcasmo.
Yo estaba moviendo la cabeza hacia delante y hacia atrás.
—Es el familiar de Al. No puede estar a este lado de las líneas.
—Es su letra. —Trent tiró la invitación, que cayó emitiendo un sonido sibilante sobre el fabuloso cuero donde yo debería estar sentada.
Las cosas empezaban a encajar y me puse tensa. De acuerdo, ahora sabía por qué Trent no solo quería que estuviese en la boda, sino trabajando en primera fila y de pie junto a él en todo momento.
—Maldita sea, no —dije en alto—. No me presentaré en tu boda si existe la posibilidad de que Al aparezca como invitado de Lee. Yo no trato con demonios, no me gustan los demonios y no me pondré en una situación en la que tenga que defenderme a mí o a otra persona de uno de ellos. No. Rotundamente, no.
—La boda y la cena de ensayo son después de la puesta del sol —decía Trent con una voz demasiado tranquila—. Ese es el momento de mayor riesgo. Pero me gustaría que vinieses también al ensayo, teniendo en cuenta que te harás pasar por dama de honor. El ensayo y la cena son el viernes.
—?Este viernes? —dije buscando una excusa—. Es mi cumplea?os. Olvídalo.
Trent cambió su expresión.
—Tú eres la responsable del secuestro de Lee, se?orita Morgan —dijo fríamente—. Estoy seguro de que el demonio tiene un motivo oculto para permitirle a Lee cruzar las líneas para algo tan frívolo como una boda. Lo menos que puedes hacer es intentar traerlo de vuelta.
—?Un rescate! —grité mientras me giraba para verle la cara—. ?Sabes lo que cuesta sobrevivir a un enfrentamiento con un demonio? Y ya no digamos robarle a un familiar.
—No —dijo Trent. Ahora era evidente su aversión hacia mí—. ?Y tú?
Bueno, sí lo sabía, pero no iba a contarle a Trent que había otro elfo de descendencia pura viviendo frente a mi casa. La utilizaría para mal en sus biolaboratorios.
Con el pulso acelerado, me abracé a mí misma cuando Quen paró ante un semáforo. Estábamos casi en mi barrio. Gracias a Dios.
—?Por qué iba a ayudar a Lee? —le dije enfadada—. No sé lo que habrás oído, pero él fue quien me llevó a siempre jamás, no al revés. Intenté sacarnos a los dos de allí, pero tu amigo quería entregarme a Al y, como me gusta donde vivo, me resistí. Se lo advertí y, después de que Lee me hiciese papilla, Al se quedó con el… con el mejor. No pienso cargar con esa culpa. Intentar entregarme a Al para pagar su deuda fue inhumano.
La cara de Trent seguía mostrando acusación.
—?No es eso lo que le hiciste tú a Lee?
Rechinando los dientes, estiré un brazo con la palma hacia arriba para que pudiese ver la cicatriz de demonio que tenía en la mu?eca.
—No —dije rotundamente, temblando por mostrársela tan abiertamente—. Lo siento, Trent. Iba a entregarme a Al y me resistí. Yo no lo entregué a Al. Lee se hizo eso a sí mismo a través de sus propias creencias erróneas. Lo único que gané yo fue mi libertad.
Trent soltó el aliento suavemente y el sonido que produjo pareció llevarse también su tensión. Me creía. ?Qué te parece?
—Libertad —dijo—. Eso es lo que quiere todo el mundo, ?no?
Miré a Quen para intentar averiguar lo que pensaba de todo esto, pero su expresión no me dio ni una pista mientras conducía por la tranquila zona residencial de la ciudad y miraba las peque?as casas y los arreglados jardines con piscinas hinchables en la parte de atrás y bicicletas caídas en la parte de delante. A la mayoría de los humanos les sorprendía lo normal que podía resultar un barrio inframundano. Resulta complicado cambiar las viejas costumbres de esconderse.
—No te estoy juzgando, Rachel —dijo Trent, y volví a prestarle atención—. Estaría mintiendo si dijese que no tenía la esperanza de que pudieses liberar a Lee del demonio…
—No hay bastante dinero en el mundo para eso —murmuré.
—Quiero que estés en mi boda por si acaso me atacan a mí o a mi prometida.
Volví a darme la vuelta y sentí que los cojines me envolvían.
—Rachel… —empezó a decir el elfo.
—Para el coche y déjame aquí mismo —dije secamente—. Puedo ir andando lo que queda de camino.
El coche siguió moviéndose. Después de un momento, Trent dijo astutamente: