—Jonathan está ocupado —dijo él. Me llamó la atención su tono de voz practicado y el toque de irritación que contenía y que, aun así, no le quitaba ni una pizca de su hipnotismo.
—?Con Ellasbeth? —dije con tono burlón, y el hombre lobo que tenía a mi lado se atragantó. Como si tuviese que ser agradable con él porque es el suministrador del comercio de azufre de la Costa Este y se ha metido en el bolsillo la mitad de los líderes mundiales mediante sus biomedicamentos ilegales. Como no había conseguido comprar mis servicios de por vida, había intentado meterme miedo para que aceptase. Conseguí quitármelo de encima con un poco de chantaje, pero él parecía no querer captar el mensaje de que no iba a trabajar para él. Claro, que eso podría ser culpa mía… ya que parecía incapaz de decir que no cuando me ense?aban suficiente dinero.
Trent suspiró, visiblemente molesto por lo que yo misma reconozco que era un comportamiento infantil, pero estaba cabreada, maldita sea, necesitaba dinero y, por lo tanto, era vulnerable a sus sobornos y a su coche con aire acondicionado.
—Sube —dijo y luego, sonriendo y saludando a los dos hechiceros, se apartó de la puerta y se internó en las sombras.
Yo miré al hombre lobo que tenía al lado, suponiendo que Trent quería hablarme del ?Se ruega confirmación? de la invitación, al que yo no había contestado.
—?Cree que debería? —dije, y el hombre asintió como uno de esos mu?ecos que tienen un muelle en la cabeza.
Trent se acercó a la luz.
—Suba, se?orita Morgan. La dejaré donde quiera.
Quiero ir a Las Vegas y ganar un coche, pensé, pero di un paso adelante.
—?Tienes el aire encendido en esa cosa? —pregunté, y él arqueó las cejas. De acuerdo, probablemente era una pregunta estúpida. Y luego a?adí—: Me vendría bien que me acercases a casa.
Trent me llamó con una se?a y los dos hechiceros que tenía detrás casi se desmayan cuando escucharon:
—Solo quiero quince minutos —dijo. Su sonrisa políticamente perfecta empezaba a parecer forzada.
Se apartó hacia un lado para que yo pudiese entrar y, en un acto de rebeldía, agarré la manilla de la puerta delantera del acompa?ante y la abrí. Quen dio un respingo de sorpresa al verme entrar. Yo cerré la puerta y me puse el cinturón.
—Ay, se?orita Morgan… —dijo Trent desde el asiento de atrás.
El aire acondicionado estaba encendido, pero demasiado bajo para mi gusto así que, después de poner el bolso a mis pies, empecé a enredar con la salida de aire.
—Yo no voy en el asiento de atrás —dije mientras inclinaba mi mitad de las salidas de aire hacia mí y las abría al máximo—. Dios, Trent. Me siento como una ni?a ahí atrás.
—Sé lo que quieres decir —murmuró, y Quen sonrió tras el volante.
Que nuestros padres hubiesen sido amigos y trabajasen juntos para resucitar la especie de Trent no significaba una mierda para mí. Después de sus muertes con una semana de diferencia, Trent creció con todos los privilegios y yo aprendí a defenderme de barriobajeros adolescentes que me veían como una presa fácil… criada por una madre tan destrozada por la muerte de su marido que casi se había olvidado de mi hermano y de mí. Quizá estuviese celosa, pero no iba a dejar que creyese que me sentaría junto a él como si fuésemos amigos.
Oímos una bocina de tama?o industrial a nuestras espaldas: era el autobús urbano que intentaba entrar en la parada. Al estar allí estábamos violando la ley pero ?quién le iba a poner una multa a Trent Kalamack?
Tras el gesto de Trent, Quen aceleró y se adentró en el hueco que dejó el autobús parado. Me sentía como si hubiese ganado unos cuantos puntos, y me quité las gafas antes de acomodarme en el lujoso cuero para disfrutar el aire frío que movía los rizos empapados en sudor que tenía delante de los ojos. Qué bien se está aquí.
—La idea —dijo Trent arrastrando las palabras y hablando más alto de lo que, evidentemente, le gustaba— era que hablásemos.
—Quiero hablar con Quen. —Me giré hacia el hombre profundamente marcado de cicatrices y sonreí. Parecía tan viejo como mi padre si siguiese vivo. Su oscura piel estaba marcada por el da?o que había infligido la Revelación en algunos inframundanos. Quen también era un elfo, con lo que con él, ya conocía a cuatro. No estaba mal para ser una especie en extinción. Debía de tener una parte de genes humanos, o el virus T4 ángel, que se había cargado a una importante porción de la humanidad, no le habría afectado en absoluto.
Aunque peque?o, Quen estaba fibroso y era muy poderoso, tanto en magia de línea luminosa como en artes marciales. Una vez lo había visto utilizar un hechizo negro de línea luminosa, aunque probablemente Trent no supiese que era capaz de hacerlos. A veces era mejor no saber cómo hacía su trabajo la gente que te protegía.