Por unos demonios más

—Mmm —murmuró él como respuesta sacudiendo a Betty Mordiscos para hacer sonar la llave. El interno que comprobaba las etiquetas, un vampiro vivo, se marchó en cuanto Glenn lo miró. Solo estábamos nosotros y los vampiros recién muertos que estaban refrescándose hasta que oscureciese.

 

David se estaba haciendo crujir los nudillos cuando Glenn se detuvo delante de un cajón y miró al hombre lobo.

 

—?Cree que conoce a estas mujeres? —preguntó, y yo me enfurecí. En su voz había un toque de desconfianza. Su necesidad de tener alguien a quien culpar de las muertes pasó a un primer plano.

 

—Sí —dije yo interponiéndome antes de que David pudiese abrir la boca—. Tiene un par de novias con las que no consigue ponerse en contacto y, dado que me estaba guardando algo que la persona adecuada mataría por conseguir, pensamos que sería mejor comprobarlo para poder dormir por la noche.

 

David parecía aliviado con mi explicación, pero Glenn no estaba contento.

 

—Rachel —dijo mientras manejaba la llave con sus dedos cortos, pero no abrió el cajón—. Son mujeres lobo. Técnicamente esto no es un asunto de la AFI. Si alguien me pilla podría meterme en un buen problema.

 

Podía sentir la anticipación y el miedo creciendo dentro de David y me pregunté si esa sería la razón por la que Kisten se había ido. Aunque no fuese dirigido directamente a él, era algo que lo habría desesperado.

 

—Tú abre el cajón —dije, empezando a enfadarme—. ?De verdad crees que debería meter a Denon en esto? Metería a David en la torre y lo pondría debajo de un foco. Y además —dije, rezando para estar equivocada—, si tengo razón entonces esto es un caso para la AFI.

 

Glenn entrecerró sus ojos marrones y, con David frunciendo el ce?o, el detective de la AFI abrió el cajón. Bajé la vista al oír el escabroso ruido de la bolsa al abrirse y vi a la hermosa mujer desde una nueva perspectiva, imaginándome el miedo y el dolor que debió de sufrir al convertirse en un lobo sin tener ni idea de lo que estaba pasando. Dios, debió de pensar que se estaba muriendo.

 

—Esa es Elaine —dijo David tomando aire, y yo lo agarré del brazo cuando casi pierde el equilibrio. Glenn pasó al modo detective: los ojos brillantes y una actitud más dura, más amenazante. Le dije con la mirada que se callase. Sus preguntas podían esperar. Todavía teníamos dos cajas de Pandora más que abrir.

 

—Dios, lo siento, David —dije con un tono suave y deseando que Glenn cerrase el cajón.

 

Como si hubiese oído mi petición silenciosa, volvió a meter a Elaine dentro.

 

David tenía la cara pálida y tuve que recordarme a mí misma que, aunque sabía cuidar de sí mismo y no le faltaba confianza, estas eran mujeres a las que había conocido íntimamente.

 

—Muéstrame la siguiente —dijo. El aire olía cada vez más a almizcle.

 

Glenn arrancó una nota escrita a mano de su agenda y la metió detrás de la tarjeta identificativa antes de ir a la siguiente. Yo tenía un nudo en el estómago. Esto no pintaba bien. Que David estuviese involucrado en las muertes accidentales de estas tres mujeres no era el único problema, sino que ahora yo iba a tener que explicarle a la AFI por qué tenían certificados de nacimiento humanos.

 

Mierda. ?Cómo carajo iba a manejar esto? Todos los se?ores vampiros del país y todos los alfas con delirios de grandeza iban a venir detrás de mí, los primeros para destruir el foco y los segundos para hacerse con él. Fingir haberlo tirado por el puente Mackinac no volvería a funcionar. Quizá… quizá había sido una casualidad. Quizá Elaine era una mujer lobo y le había dicho a David que era humana porque sabía que si no, no saldría con ella.

 

Glenn abrió con llave el segundo cajón y, cuando todos estuvimos preparados, abrió la cremallera de la bolsa. Yo miré a David en lugar de a Glenn. Supe la respuesta en cuanto cerró los ojos y le empezaron a temblar las manos.

 

—Felicia —susurró—. Felicia Borden. —Estiró el brazo para tocarla y sus dedos temblorosos recorrieron su cabello—. Lo siento, Felicia. No lo sabía. Lo siento mucho. ?Qué… qué te has hecho?

 

Se le quebró la voz y yo le lancé una mirada a Glenn. El oficial de la AFI asintió. David estaba a punto de romper. Sería mejor pasar la parte más dura rápido.

 

—Vamos, David —dije intentando tranquilizarlo mientras le agarraba el brazo y le hacía retroceder un paso—. Una más.