Por unos demonios más

—Venga, por el amor de las manzanas verdes —dijo Ceri con un aire misterioso—. Si así lo hacemos más rápido.

 

Yo hice una mueca de dolor, tenía miedo, y luego salté cuando ella volvió a conectar con la línea y, con una palabra murmurada en latín, creó un círculo amplio. Las alas de Jenks hicieron un ruido todavía más agudo cuando la gran burbuja de siempre jamás, cubierta de color negro, apareció a nuestro alrededor. Ceri estaba justo en el centro, como solía ocurrir con los círculos no dibujados, y yo pude sentir la presión de siempre jamás contra mi espalda. Me eché hacia delante de repente y las alas de Jenks sonaron todavía más fuerte. Finalmente, se posó sobre la mesa, junto al salero. Sabía que no le gustaba estar atrapado, pero después de ver la impaciencia de Ceri, decidí que Jenks ya era mayorcito y que podía pedir que lo dejasen marcharse si aquello le molestaba tanto.

 

El círculo de Ceri estaba sujeto solo por su voluntad, no había sido dibujado, y provenía totalmente de su imaginación. No detendría a un demonio, pero lo único que yo quería era algo para mantener a raya las influencias nebulosas mientras mi aura no protegía a mi alma. ?Por qué buscarse problemas? Y, con eso en mente, me gané una rabieta de indignación cuando cogí el teléfono y le saqué las pilas. Si alguien llamaba podría abrirse un camino oportunista.

 

—No vas a perder toda tu aura —dijo ella mientras apartaba los platos a un lado.

 

Sí, vale, me sentía mejor y, aunque Ceri me caía muy bien y respetaba sus conocimientos, iba a recurrir a la advertencia de mi padre de no practicar nunca magia de clase alta sin un círculo de protección a mi alrededor. Las maldiciones demoníacas probablemente entraban en esa categoría.

 

Entonces, con mucha más seguridad, cogí el improvisado estilo de tejo de la mesa y conecté con una línea a través del círculo de Ceri. Sentí como llegaba la energía: era cálida, reconfortante y un poco demasiado rápida para mi gusto. Incliné la cabeza y giré el cuello para ocultar que me sentía incómoda. Mi chi parecía zumbar y sentí un leve calambre en los dedos con los que sujetaba el tejo. Los flexioné y sentí un hormigueo desde mi centro a las puntas de los dedos. Nunca había sentido nada parecido cuando estaba haciendo un hechizo pero, claro, estaba lanzando una maldición.

 

—?Estás bien? —me preguntó Jenks y yo parpadeé, me aparté el pelo de delante de la cara y asentí.

 

—Esta noche parece que la línea está caliente —dije, y la cara de Ceri perdió toda expresión.

 

—?Caliente? —preguntó, y yo me encogí de hombros. Su mirada se volvió distante mientras pensaba durante un momento y luego me hizo un gesto se?alando el espejo marcado con tiza. Mis ojos se centraron en las líneas de tiza y, sin dudar, dirigí la mano hacia el pentáculo.

 

El trozo de tejo tocaba el cristal que estaba sobre mi regazo y, con un escalofrío repentino, mi aura salió de mí como si fuese agua helada. Contuve el aliento por la sensación que aquello me provocó y, al levantar súbitamente la cabeza, me encontré con la de Ceri.

 

—?Ceri! —gritó Jenks—. ?La está perdiendo! ?Esa maldita cosa acaba de abandonarla!

 

La elfa contuvo el gesto de preocupación rápido, pero no tanto para que yo no lo viese.

 

—Rachel está bien —dijo ella mientras se ponía de pie y buscaba a tientas la tiza sobre la mesa—. Rachel, estás bien. Tú solo siéntate recta y no te muevas.

 

Asustada, hice exactamente lo que me dijo, escuchando el latido de mi corazón mientras ella dibujaba un círculo dentro del que había dibujado antes e invocaba una barrera más segura de inmediato. Mi aura, da?ada por el tizne, había coloreado mi reflejo y yo intenté no mirarlo. La tiza hizo un ruido fuerte al contacto con la mesa. Ceri se sentó sobre los talones, frente a mí, y con la espalda recta.

 

—Continúa —dijo, pero yo dudé.

 

—Eso no era lo que se suponía que tenía que ocurrir —dije yo, y al cruzarse nuestras miradas vi un deje de bochorno en ellos.

 

—Estás bien —dijo, mientras apartaba la mirada—. Cuando hice esto para poder filtrar las llamadas de Al no se trataba de una conexión tan profunda. Me equivoqué en no hacer un círculo de seguridad. Lo siento.

 

A la orgullosa elfa le costaba pedir perdón y, consciente de ello, acepté sus disculpas sin demostrar el sentimiento de ?Te lo dije?. Yo no tenía ni idea de qué estaba haciendo, así que tampoco podía esperar que todo saliese bien. Pero me alegraba de haber insistido en hacer un círculo. Me alegraba mucho.

 

Volví a mirar el espejo intentando enfocarlo de manera superficial para no mirar mi reflejo. Sin mi aura me sentía mareada, irreal, y se me estaba haciendo un nudo en el estómago. Empezó a oler a ámbar quemado y sentí un cosquilleo en la nariz mientras dibujaba las líneas de contención. Entorné los ojos al ver la ligera nube de humo que se había formado en ambas partes del cristal donde el tejo estaba quemando el espejo.