—No lo haré —dijo ella—. Si te muerdo fastidiaré todo lo que tenemos.
Yo me encogí de hombros, pensando que tenía razón, pero solo si nos comportábamos como estúpidas. Si había estado escuchando, entonces también sabía que yo estaba dispuesta a esperar. Además, pensar que podía satisfacer toda su sed de sangre era una locura. Yo ni siquiera quería intentarlo. Lo único que quería era demostrarle que la aceptaba tal y como era. Solo tendría que esperar a que estuviese preparada para creérselo.
—Será mejor que te vayas —dije. No quería que estuviese allí cuando apareciese Minias.
Ivy dudó en el umbral de la puerta.
—Lo de la comida fue una buena idea.
Yo me encogí de hombros sin levantar la vista y, tras dudar durante un instante, se marchó. Mis ojos siguieron sus huellas mojadas y fruncí el ce?o al oír decir a Ivy a la defensiva:
—Te lo dije. Tienes suerte de que solo te diese con el pie.
Cansada, me senté en mi silla. El aroma a pasta cocida, a ali?o de vinagre y a pan tostado impregnaba el aire. Sabía que Ivy no iba a marcharse de la iglesia. Eso significaba que la única forma de que Skimmer tuviese a Ivy solo para ella era que yo estuviese muerta.
Qué bonito.
6.
Se me cayó la salsa de la cuchara cuando oí abrirse la puerta principal y luego la voz de Ceri, suave e inmersa en una conversación. Jenks había llegado justo cuando se marcharon Ivy y Skimmer y había ido a buscarla. A Jenks no le gustaba la vampiresa rubia y delgada y se había esfumado. Ya se había puesto el sol y era hora de llamar a Minias. No me gustaba la idea de patear a demonios dormidos, pero necesitaba reducir la confusión de mi vida e invocarlo era la forma más fácil de hacerlo.
Maldita sea, ?qué estoy haciendo invocando a un demonio? Y ?qué tipo de vida tengo si hacerlo está en lo más alto de mi lista de cosas pendientes?
Ceri caminaba despacio por el pasillo y, al darme la vuelta, la vi sonriendo mientras su agradable risa por algo que dijo Jenks invadió la cocina. Tenía puesto un vestido veraniego de lino en tres tonos de violeta y un lazo a juego sujetando su largo y casi transparente cabello por encima del cuello para combatir el húmedo calor. Llevaba a Jenks en el hombro, quien actuaba como si aquel fuese su lugar, y llevaba en los brazos a Rex, la gata de Jenks. La minina naranja estaba ronroneando. Tenía los ojos cerrados y las patas mojadas por la lluvia.
—Hola Rachel —dijo la mujer con aspecto joven. Su voz transmitía la relajación tranquila de una noche de verano húmeda—. Jenks dijo que necesitabas compa?ía. Mmm, ?eso es pan con especias?
—Ivy y Skimmer iban a comer conmigo —dije mientras me giraba para coger dos copas—. Ah —dije, yéndome por la tangente, de repente avergonzada y preguntándome si nos habría escuchado a mí y a Skimmer… hablando—, pero al final no se han quedado y tengo una monta?a de comida y solo estoy yo para comerla.
Los ojos verdes de Ceri se entrecerraran en un gesto de preocupación, y aquello me decía que sí nos había escuchado.
—?Nada grave?
Yo sacudí la cabeza y pensé que se podría convertir en algo grave rápidamente si Skimmer se lo proponía.
En ese momento el peque?o elfo sonrió y fue pavoneándose hacia el armario para buscar dos platos como si estuviese en su cocina.
—Me encantaría comer contigo. Keasley sería feliz comiendo bocadillos de pescado todas las noches pero, sinceramente, ese hombre no reconocería una buena comida aunque se la metiese en la boca y la masticase por él.
Aquella charla sobre nada en especial me puso de mejor humor. Me relajé y preparé dos platos de pasta con salsa bechamel mientras Ceri se hacía té con la hoja especial que guardaba aquí. Jenks permaneció sobre su hombro todo el rato. Al verlos juntos, recordé cuánto cari?o le había tomado Jih, su hija mayor, a Ceri. No pude evitar preguntarme si los elfos y los pixies tenían una historia de coexistencia. Siempre había pensado que era extra?o que Trent llegase tan lejos para mantener a los pixies y a las hadas alejados de su entorno más cercano. Se comportaba casi como un adicto que elimina el origen de la tentación. Aunque más bien que mi primera suposición, puede que simplemente tuviera miedo a que, literalmente, pudiesen descubrir por el olfato que era un elfo.