—Ya lo he superado. —Y asiera. Excepto la parte de sentirme utilizada. Había estado vendiendo información sobre mí a Al a cambio de favores antes de que rompiéramos. Gilipollas.
Estaba sonando Only, de NIN, y de repente alguien bajó el volumen. No me sorprendió ver entrar a Skimmer en la cocina, probablemente querría saber qué estábamos haciendo. Más que verla, sentí como la actitud de Ivy se cerraba un poco más cuando el cuerpo de bailarina enfundado en vaqueros de Skimmer entró en la cocina.
Ivy era abierta conmigo y era igual con Skimmer, pero no se sentía cómoda demostrándolo ante Skimmer. Skimmer amaba a Ivy sin reservas y se había mudado aquí con la promesa de que, si conseguía sacar de la cárcel a Piscary, sería aceptada en su camarilla y podría quedarse. Yo era la que lo había metido entre rejas y el día que saliese mi vida probablemente no valdría más que un pedo de trol. Ivy era en gran parte la razón por la que yo seguía viva, lo cual la ponía contra una pared cuya presión crecía lentamente con cada éxito en los tribunales.
Skimmer haría lo que fuese por quedarse con Ivy. Yo haría lo que fuese para que mi cuerpo y mi alma siguiesen unidos. E Ivy se iba a volver loca en silencio, ya que quería que ambas consiguiésemos lo que queríamos. Habría ayudado algo que Skimmer no fuese tan fastidiosamente agradable.
La perceptiva vampiresa se dio cuenta de que había interrumpido algo y, tras colocarse su largo, rubio y lisísimo pelo detrás de una oreja, se sentó a la mesa en la silla de Ivy. Por el rabillo del ojo vi como arrugaba la cara por un momento, cuando ella e Ivy intercambiaron una mirada, pero sus facciones se suavizaron y su naricita y su barbilla adoptaron una expresión agradable. Al lado de las delicadas facciones de Skimmer, mis fuertes pómulos y mi mandíbula parecían las de un neandertal. Aunque era más lista que un zorro y estaba en plena forma, aquella mujer parecía muy inocente, con aquellos ojos azules y su bronceado de la Costa Oeste, un rasgo que probablemente le sería de gran utilidad en su profesión cuando la competencia la infravaloraba.
—?Es la comida? —dijo alegremente. Su agradable voz mostraba un calculado tono de aflicción.
—Es solo pasta —dije mientras iba a escurrir los macarrones—. Tengo suficiente para tres personas, si queréis. —Me giré del fregadero y vi que sus intensos ojos azules tenían un iris azul menguante, cosa que los hacía todavía más llamativos. Sus pesta?as gruesas y largas acentuaban sus delicadas facciones. Me preguntaba qué habrían estado haciendo en el santuario. Había muchos sitios en los que morder a alguien… y la mayoría de ellos estaban cubiertos por ropa.
—Me apunto —dijo, mientras miraba el reloj, que tenía diamantes incrustados en los números—. Tengo una hora antes de volver a la oficina y, si no llego, que se fastidien y que esperen.
Aquello era genial, porque ella era la jefa, pero mi presión sanguínea empezó a aumentar cuando se dirigió a la nevera y cogió de encima de ella una de las galletas de azufre de Ivy. Dios, odiaba aquellas cosas y vivía con el miedo de que un día la SI tuviese una excusa para registrar mi cocina y me llevasen a rastras.
—?Por qué no la convertimos en una comida de verdad? —dijo la vampiresa, claramente consciente de que yo estaba molesta, pero dispuesta a escalar posiciones—. Ivy tiene una misión esta noche y yo tengo que volver a trabajar. No tardaremos mucho en convertirla en una comida completa ahora mismo.
Si mi pasta no es suficiente para ti, ?entonces por qué dices que la quieres?, pensé con maldad, pero contuve mi primera reacción, ya que sabía que había hecho aquella oferta en un intento genuino de camaradería. Miré el reloj mientras decidía que todavía faltaba mucho para que viniese Ceri y, cuando Ivy se encogió de hombros, yo asentí.
—Claro —dije—. ?Por qué no?
Skimmer sonrió. Era evidente que no estaba acostumbrada a no caerle bien a alguien y, tampoco es que yo la odiase, pero cada vez que venía hacía algo que me fastidiaba, aunque no fuese culpa suya.
—Haré pan de ajo —dijo alegremente ondeando su melena mientras abría la puerta de la alacena para buscar las especias.
—Rachel es alérgica al ajo —dijo rápidamente Ivy, y la vampiresa viva dudó. Me miró a los ojos y casi la pude oír soltarse una reprimenda a sí misma.
—Ah, entonces tostadas de hierbas. —Y con una alegría forzada se fue a lavar las manos.