Por unos demonios más

—Sí —mentí—. Todo esto me ha desconcertado, eso es todo.

 

él retiró la mano, yo puse la carpeta en el asiento que había entre ambos y salí a la acera, tambaleándome. Mis ojos se dirigieron a la casa en la que vivía Ceri. Probablemente estuviese durmiendo, pero en cuanto se levantase iría a hablar con ella.

 

—Rachel…

 

Quizá supiese cómo destruir el foco.

 

—?Rachel?

 

Suspirando, me incliné para volver a mirar el coche. Glenn me dio la carpeta. Los músculos de su hombro se contrajeron con su peso.

 

—Quédatela —dijo y, cuando yo me disponía a protestar, a?adió—: Son copias. Deberías saber lo que ha hecho… en cualquier caso.

 

Dudé, pero las cogí y sentí que su fuerte peso me clavaba en la acera.

 

—Gracias —dije ignorando aquello. Cerré la puerta y me dirigí a la iglesia.

 

—?Rachel! —gritó, y yo me detuve y me giré—. ?La tarjeta de visitante? —dijo.

 

Ah, sí. Volví y dejé la carpeta sobre el techo del coche mientras me quitaba la tarjeta y se la daba por la ventanilla.

 

—Prométeme que no vas a conducir hasta que acabes las clases —dijo mientras se marchaba.

 

—Hecho —murmuré sin detenerme. El mundo sabía que el foco no se había perdido y en cuanto alguien se diese cuenta de que yo seguía teniéndolo, iba a estar de mierda hasta el cuello.

 

 

 

 

 

5.

 

 

La calurosa ma?ana se había vuelto lluviosa cuando volví a levantarme. Me sentía rara al levantarme tan cerca de la puesta de sol. Me había ido a la cama de mal humor y me levanté igual, ya que me despertó Skimmer de un susto llamando al timbre a eso de las cuatro de la tarde. Estoy segura de que Ivy contestó lo más rápido que pudo, pero me costaba demasiado volverme a dormir. Además, Ceri iba a venir esa noche y no me encontraría de nuevo en ropa interior.

 

Sentí un dolor en el brazo cuando me puse de pie y fui al fregadero en pantalón corto y camiseta a fregar la tetera. El asco silencioso que había mostrado aquella ma?ana Ceri por mi tetera me había hecho limpiarla. Iba a ayudarme a dibujar otro círculo de invocación. Quizá esta vez con tiza, para que no fuese tan asqueroso. Estaba empezando a desear que me visitase Minias. Puede que destruyese el foco a cambio de haber encontrado a Newt y, después de observar a Ceri negociar con Al, quería que me ayudase con Minias. Aquella mujer era más ma?osa con su forma de hablar que Trent.

 

Había llamado a David antes de quedarme dormida y, tras una acalorada discusión que consiguió que todos los pixies salieran de la iglesia, me había dicho llanamente que si el asesino no había rastreado el foco hasta él hasta ahora, fuese quien fuese, probablemente no lo haría, y que sacarlo de su congelador no haría más que llamar la atención. Yo no estaba convencida, pero no me lo iba a traer, así que tendría que conseguirlo yo misma. Eso significaba traerlo a casa en autobús o en la parte de atrás de la moto de Ivy. Ninguna de las dos era una buena idea.

 

Soplé para apartar un rizo rojo de la cara, aclaré la tetera, la sequé y la coloqué en el hornillo posterior. No relucía, pero estaba mejor. El olor empalagoso del abrillantador era intenso en aquel espacio cerrado y, ya que había dejado de llover, abrí la ventana con los dedos arenosos.

 

Entró una brisa fresca y miré el jardín oscuro y empapado mientras me lavaba las manos. Al verme las u?as fruncí el ce?o. El abrillantador me las había estropeado y me había puesto verdes las cutículas. Mierda, acababa de hacérmelas.