No era realmente alérgica, sino sensible al ajo gracias a aquella misma aberración genética que me habría matado de no haber intervenido el padre de Trent. Ivy se bajó de la encimera deslizándose y, después de cerrar el paquete de pasta, empezó a reunir los ingredientes para hacer una ensalada. Estaba justo al lado de Skimmer y, cuando sus cabezas casi se tocaron, me pareció escuchar una palabra de ánimo en voz baja.
Mientras estaba allí de pie junto a la cocina con mi pasta, me di cuenta de que estaba empezando a sentirme mal por la pobre mujer. Estaba intentándolo, reconocía que yo era importante para Ivy y estaba haciendo un esfuerzo por ser amable. Skimmer sabía que Ivy había puesto sus ojos una vez en mí, que había dejado de jugar por raí sangre una vez la consiguió, ya que el encuentro había terminado tan mal que la asustó tanto como para no querer repetirlo. Y no era ningún secreto que no me importaba una mierda que ambas compartiesen sangre y cama. Creo que eso tenía mucho que ver con la actitud de Skimmer. Yo era una de las pocas amigas de Ivy, y Skimmer sabía que una de las formas más rápidas de enfadar a Ivy era portarse mal conmigo.
Vampiros, pensé mientras echaba la pasta en la salsa blanca. Nunca los había comprendido.
—?Os apetece un poco de vino? —preguntó Skimmer de pie junto a la nevera con una barra de mantequilla en la mano—. Con la pasta va bien el tinto. He traído un poco hoy.
Yo no podía beber vino tinto sin arriesgarme a tener migra?as e Ivy no bebía mucho… nada antes de una misión. Yo abrí la boca para decir simplemente que no por mi parte, pero Ivy le espetó:
—Rachel no tolera el vino tinto. Es muy sensible al azufre.
—Oh, Dios. —La hermosa cara de Skimmer estaba arrugada cuando salió de detrás de la puerta—. Lo siento. No lo sabía. ?Hay algo más que no toleres?
Solo a ti.
—?Sabes qué? —dije mientras dejaba la tapa sobre la pasta ya terminada y apagaba el fuego—. Voy a comprar un poco de helado. ?Alguien más quiere helado?
Sin esperar una respuesta, cogí el bolso y una de las bolsas de tela de Ivy y salí de la cocina.
—Volveré antes de que acabe de hacerse el pan —dije por encima del hombro.
El eco de mis sandalias era diferente en el santuario, y aminoré el paso para ver la acogedora zona que Ivy y Skimmer habían arreglado en una esquina frontal como sala de estar temporal. La televisión no funcionaría, ya que aquí no teníamos cable, pero lo único que yo necesitaba era el aparato de música. Skimmer debía haber traído las plantas que había en el suelo, ya que no las había visto antes. La maldita vampiresa se estaba mudando con nosotros.
?Y tengo algún problema con eso? Irritada ahora conmigo misma, abrí de un empujón una de las pesadas puertas, salí al amplio pórtico y la cerré con fuerza. La luz que caía sobre la se?al hacía brillar la acera mojada. El aire suave de la lluvia me acarició el hombro desnudo, pero no me calmó.
?Estaba molesta porque había empezado a pensar que la iglesia era mía, o era porque Skimmer estaba llevándose una parte de la atención de Ivy?
?De verdad quiero responder eso?
Me puse de peor humor cuando pasé junto a mi coche en el aparcamiento. No podía conducir mi estúpido coche hasta la estúpida esquina por culpa de la estúpida SI.
Inspeccioné la calle en busca de mi manada. Afortunadamente no encontré a Brett. Quizá lo había espantado la lluvia. El hombre a veces también tenía que trabajar.
El estruendo de la puerta principal de la iglesia cortó el aire húmedo y me giré con una mirada de disculpa. Pero no era Ivy.
—Voy contigo —dijo Skimmer mientras se ponía su ligera chaqueta color crema y saltaba los escalones de dos en dos.
Genial. Me giré y me puse a andar.
Skimmer caminaba en silencio y llevaba el bolso apretado contra el torso mientras intentaba cogerme el paso, y acabó poniéndose demasiado cerca, ya que la acera no era tan ancha. Nuestros pies pisaron un charco y yo miré sus botas blancas. Aunque no eran apropiadas para el trabajo de una cazarrecompensas, a ella le quedaban genial y hacían destacar sus pies peque?os. ?Qué demonios quiere?
Skimmer respiró hondo, lentamente, y dijo:
—Ivy y yo nos conocimos el día que se mudó a mi residencia de estudiantes.
Vaya. Esto no es lo que me esperaba.
—Skimmer…
La cadencia de sus pasos no aminoraba.
—Déjame terminar —dijo, mientras sus mejillas se ponían rojas con la luz de la calle—. Expulsaron a mi antigua compa?era de cuarto e Ivy se mudó. Piscary le estaba comiendo la cabeza soberanamente y sus padres consiguieron alejarla de él durante unos a?os para que pudiese encontrar una identidad que no dependiese de él. Creo que aquello le salvó la vida. La hizo mucho más fuerte. Necesitaba a alguien y yo estaba allí.
Se me aceleró el pulso y aminoré el paso. Quizá debería escuchar aquello.